Es bien sabido que la corrupción es un asunto que involucra por lo menos a dos partes:
Cuando un ciudadano le da una pequeña mordida a un agente de tránsito para que lo perdone por haber cometido alguna infracción, hay dos culpables: el que da la mordida y el que la recibe, y esto sucede en todos los niveles, desde el billete de 50 pesos que sirve para agilizar un trámite, hasta la transferencia de millones de dólares que una corporación internacional hace a favor de un funcionario público para acelerar la asignación de un jugoso contrato de obra pública.
Y ése es el caso de la Constructora brasileña Odebrecht, que obtuvo ventajosos contratos sobornando a funcionarios públicos del gobierno en 12 países.
El ahora célebre caso Odebrecht salió a la luz en diciembre del año pasado, como resultado de una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, en la que se dieron a conocer las mordidas otorgadas durante 20 años a funcionarios públicos en: Angola, Argentina, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Mozambique, Panamá, Perú, República Dominicana, Venezuela y, como era de esperarse, México.
La constructora brasileña creó incluso un sector de relaciones estratégicas al que le llamaron “Caja B”, para esconder los fondos destinados al soborno.
Entre 2010 y 2014, de acuerdo con la investigación de los gringos, se repartieron en México, más de diez millones de dólares para obtener obras públicas, que le generaron a Odebrecht utilidades por casi 40 millones de dólares.
Los documentos de la Corte Federal de Nueva York detallan los sobornos entregados a funcionarios mexicanos y los fuertes intereses que tiene la empresa en México, que cualquiera puede leer en el portal de transparencia del gobierno mexicano.
En 2014, Odebrecht, a través de una de sus múltiples filiales, obtuvo la licitación de PEMEX para el tramo 2 del gasoducto Los Ramones, por un monto de casi mil millones de dólares y un soborno de diez millones.
También obtuvo el contrato para la construcción del complejo petroquímico más grande de su tipo en América Latina, en Coatzacoalcos Veracruz, con el apoyo de los gobernadores Fidel Herrera y…
Adivinen…
No podía faltar el popular Javier Duarte, que realizó viajes a Sao Paulo con los gastos pagados por Odebrecht y al regresar, compró junto con su círculo de amigos, terrenos a bajo costo en la zona donde se construyó el complejo petroquímico.
Han pasado ya 180 días desde la difusión del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que involucra a funcionarios de las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Y seguimos esperando la respuesta de la PGR y la Secretaría de la Función Pública que no parecen tener prisa en contarnos qué pasó
La organización “Mexicanos contra la Corrupción” documentó el cobro de Odebrecht de más de mil 500 millones de dólares por proyectos en los últimos diez años.
Solamente el gobierno de Veracruz recibió durante la administración de Javier Duarte, 4 millones de dólares a través de una de sus célebres empresa fantasma.
Un escándalo de grandes dimensiones con dos protagonistas: Una empresa constructora brasileña y el gobierno de México.
Veremos en qué termina.