Pese al constante bombardeo de los medios de comunicación, en su mayoría morboso y alarmista, pienso yo que, si como internautas estamos lo suficientemente informados, no habría porqué sorprendernos ante la propagación del coronavirus alrededor del mundo, ya que no nos topamos con un fenómeno inaudito sin precedentes. No estaría mal echarnos un breve clavado en la historia para recordar que, desde principios del siglo pasado, la humanidad se enfrentó a una pandemia de índole letal. Por allá de 1918, un tercio de la población mundial enfermó de influenza, por lo que alrededor de 50 millones de personas fallecieron. Asimismo, en el año 2009, la famosa gripe H1N1, de acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, cobró la vida de 570 mil personas durante el primer año que se esparció el virus entre la población. Actualmente, con base en un reporte emitido por el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS), la propagación del Covid-19 podría arrebatarles la vida a más de 75 millones de personas, si no se toman en serio las medidas sanitarias de prevención y aislamiento. Lo que se vive actualmente no es para tomarse a la ligera.
En el caso de nuestro país, de acuerdo con el director general de Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud, Ricardo Cortés, los números van de la siguiente manera: “316 casos confirmados, 65 más que el día previo, 284 ambulatorios, 18 hospitalizados estables, 3 intubados, 3 graves, 6 recuperados, 2 defunciones, 793 casos sospechosos, mil 667 casos negativos, 64 por ciento de los casos se han presentado en hombres y 36 por ciento en mujeres, promedio de edad 40 años, pero hay tres niños de menos de un año en Ciudad de México, Jalisco y Yucatán” (LaJornada, 23/lll/20). Aquí es importante tener presente que únicamente hablamos de una estimación, por lo que tales cifras pueden variar en cualquier momento. Pero lo fundamental es saber que aún no entramos a la fase de transmisión comunitaria del virus, debido a que la tendencia de transmisión del Covid-19 crecerá, por lo que la tasa de contagiados aumentará, al igual que la de fallecidos.
Como medida urgente a consecuencia del brote, a partir del lunes 23 de marzo del presente año, el Gobierno de la Ciudad inició con la Jornada Nacional de Sana Distancia, con la cual se pretende reducir la tendencia de casos de coronavirus a nivel nacional. Con dicha medida “se inicia la suspensión de clases por un mes y de actividades no esenciales, la cancelación de eventos masivos, se pide a la población evitar aglomeraciones, aislarse en sus casas, mantener un alejamiento físico para disminuir el riesgo de contagio y proteger a los adultos mayores” (LaJornada, 23/lll/20). Respecto a las consecuencias negativas del aislamiento hablaré a continuación.
Ante la gravedad de la situación México tiene que mantenerse en alerta, de eso no hay duda, para así evitar cometer los mismos errores que otros países cometieron con consecuencias fatídicas, como en el caso de Italia, por ejemplo, pero es aquí cuando aparece uno de los principales obstáculos que trae consigo el aislamiento que exigen esas medidas de prevención mencionadas anteriormente; la falta de seguridad social de millones de mexicanos. De acuerdo con una corta pero buenísima nota periodística publicada por la reportera del periódico de circulación nacional “La Jornada”, Angélica Enciso L., el lunes 23 de marzo del año en curso: “61.1 millones de personas (48.8 por ciento de la población) carecen de ingresos suficientes para adquirir la canasta básica y la no alimentaria, además de que hay 71.7 millones (57.3 por ciento) que no tiene acceso a la seguridad social, indican datos a 2018 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)”.
Continuando con la nota: “De la población económicamente activa, que asciende a 57.3 millones de personas, hay 25.5 millones de carecen de condiciones dignas y 18 millones no tienen contrato estable, apunta por su parte Acción Ciudadana Frente a la Pobreza”. Ya para terminar: “En uno de los sectores más afectados por la pandemia, la industria restaurantera y hotelera, 64 por ciento de los empleados trabajan sin salario suficiente, a 57 por ciento no se les cumple la afiliación a la seguridad social y 67 por ciento trabajan sin contrato estable, menciona” (LaJornada, 23/lll/20). O sea que, tal y como el título de la nota sostiene, aproximadamente 71.1 millones de mexicanos no tienen acceso a la seguridad social. Dicho lo anterior, la interrogante que surge es: ¿Para todo ese sector vulnerable y desprotegido de la población también aplica la Jornada Nacional de Sana Distancia implementada por el Gobierno de la Ciudad? Creo que la respuesta no es tan fácil de dar.
Durante los últimos días diferentes políticos, artistas, periodistas, reporteros, intelectuales (e intelectualoides) y demás personalidades le han pedido a la población en general resguardarse en sus respectivos hogares para evitar que se siga propagando el virus entre la gente. Se dice una y otra vez en Facebook, Twitter, radio y TV que “seamos responsables” y que acatemos las indicaciones por el bien de nuestra salud y la de nuestras familias. Pero lo que mucha de esa gente no comprende (o sí lo hace, pero se hace de la vista gorda) es que todo ese sector desprotegido de la población al que anteriormente me referí no puede dejar de salir, ni de exponerse a la intemperie, ni de encerrarse en sus casas, ni de evitar laborar ante esta pandemia mundial. Es más, hay gente que ni siquiera cuenta con un espacio para vivir; los desamparados, los indigentes, aquellos olvidados por el sistema.
De ahí que no sea tan fácil seguir indicaciones de esta naturaleza al pie de la letra en una sociedad tan desigual, excluyente y asimétrica como lo es la mexicana. Hay gente que, si no trabaja hoy, mañana no come, esa que vive al día. Por eso su enjuiciamiento social y consecuente responsabilización me parece aborrecible e inhumana. ¿Realmente podemos decir que “tenemos la enfermedad infecciosa que merecemos” por toda esta gente necesitada que sale a ganarse el sustento de sus necesidades básicas? ¿Realmente tenemos la autoridad moral para culpar a todas estas personas que se exponen por necesidad? Yo de ninguna manera lo creo. Este virus también vino a poner sobre la mesa la necesidad de voltear hacia estos sectores olvidados que ante este tipo de adversidades no se detiene, aunque irónicamente, les pueda costar la vida de por medio.
Gracias por su lectura.
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