Siempre he creído en el ejercicio de la libertad de expresión sin más limitaciones que las establecidas en el artículo 6º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El tema lo he tratado ya en estas páginas en otras oportunidades, pero hay, como ahora con un comunicado-demanda al presidente López Obrador por parte de un colectivo de personas, matices que reclaman hacer puntualizaciones sobre el tema. Veamos.
Primero. La libertad de expresión es un derecho humano- con el apellido fundamental cuando se encuentra dentro del derecho positivo como en México y prácticamente en todo el mundo- que permite en sentido estricto hacer públicas ideas, opiniones, conjeturas, con razón o sin ellas. La subjetividad es un ingrediente de esta prerrogativa humana que, por su propia naturaleza, no puede sujetarse a un test de veracidad. La Libertad de expresión, en sentido amplio, incluye lo que se conoce también como libertad de información desde el punto de vista doctrinal y se refiere a la emisión de hechos y datos que, de acuerdo a la Constitución, no se requiere que sean verdaderos para que estén protegidos por el sistema normativo, sino veraces, que no son sinónimos. La veracidad es un ingrediente de la verdad, pero no la verdad en sí misma. Es, como lo han sostenido criterios judiciales reiterados tanto en la experiencia comparada como en el caso de México vía la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la obligación de contrastar fuentes y adoptar un deber de diligencia informativa.
Segundo. La libertad de expresión es un derecho de toda persona en tanto prerrogativa fundamental no de algún grupo, persona o sectores de la comunidad. En esa universalidad de puntos de vistas coexisten las más distintas visiones de la vida, de lo que consideran que debe ser correcto, adecuado o pertinente para la sociedad, para el Estado o para el Estado-nación para ser más expansivo conceptualmente. De esta suerte, en el comunicado-demanda al presidente de la República se reclama por la vía de la expresión que no hay expresión lo que es, de entrada, un despropósito por razones de lógica elemental. No entro al tema de las razones meta legales que animan ese mensaje, que pueden o no ser atendibles desde la perspectiva de la posición que cada quien ocupa en la sociedad por una multiplicidad de factores. El punto medular de la libertad es que no se puede reivindicar la libertad de unos en perjuicio de la de otros como sucede ahora con lo que se solicita que haga el presidente de la República; es decir que guarde silencio, por lo menos sobre algunos temas que a juicio de otros no debería expresar.
Tercero. Sería un caso perdido, desde mi punto de vista, judicializar el silencio del presidente de la República como requisito de la salud de la libertad de expresión y de “la democracia”, por lo menos de lo que los detractores presidenciales entienden que debe ser un “sistema democrático” como si fuese un concepto unívoco, universal que no admite matiz o interpretación alguna. Tan es legítimo que quienes no están de acuerdo con el comportamiento del presidente hagan públicas sus diferencias en nombre del bien común como quienes sí están de acuerdo adopten exactamente la postura contraria. La esencia de la libertad es que haya un intercambio vigoroso, cáustico, vehemente de los más diversos pareceres, sobre todo cuando hay un equilibrio entre quienes ejercen esa libertad de expresión por cuanto a su capacidad de hacer valer sus puntos de vista en la comunidad toda como es el caso concreto que ahora nos ocupa, el presidente y los medios de comunicación por medio de la palabra, de la expresión. Nadie debe imponer a otro su modo de ver las cosas por más razones que pueda tener para argumentar o defender sus puntos de vista. Es precisamente la existencia de ese intercambio el corazón mismo de la libertad de expresión, pues sin él esa libertad sería tan sólo una frase hueca en perjuicio del interés público. Bienvenida la diferencia de todos y de todas.
@evillanuevamx
ernestovillanueva@hushmail.com