Existe en el ADN del mexicano uno o varios genes para detestar de manera automática todo lo que huela a gobierno. Por culpa de la clase política, las instituciones están desprestigiadas. Y ese rencor se ha avivado ahora que el próximo gobierno promete austeridad, recortes y desaparición de oficinas, y hasta de becas del Conacyt.
Pero señoras y señores. No crucifiquemos a quienes trabajan en el servicio público.
No me refiero a los Secretarios de gabinetes, federal y estatal, ni a los diputados, ni a los Ministros de la Corte. Todos ellos sin duda se han ganado a pulso la reputación de la que gozan.
Me refiero a la banda de abajo. A los que se levantan temprano todos los días como nosotros lo hacemos y que sostienen el trabajo de las dependencias. Y aunque hay de todo en la viña del señor, como quienes maltratan no te resuelven nada cuando acudes a un trámite, créanme, que no todos son perversos.
Hay dependencias –sobre todo las de expertiz técnica- y organismos autónomos que sí funcionan. Pero parece que los nuevos funcionarios llegaron con la espada desenvainada y quieren aplicar a rajatabla los recortes sin conocer a fondo, lo que se realiza.
Hay instituciones como el Banco Nacional de Comercio Exterior que hacen su chamba, y mucho más. ¿Por qué desaparecer una institución de 81 años, que no vive del presupuesto, es autogenerador de sus recursos, opera con utilidades, tiene sólo alrededor de 550 empleados y atiende a un sector muy especializado?
También hay voces en contra de la desaparición de Proméxico, la entidad encargada de promover el comercio exterior y atracción de inversión extranjera, quizás sí habría que analizar un redimensionamiento de sus oficinas en el exterior pero no desaparecerlas de plano. Se pretende que los embajadores y cónsules hagan esta función para la que, muchos consideran, que no tienen la preparación.
Y los organismos autónomos, sobre todo los que tutelan el derecho de acceso a la información y la transparencia no deberían ser recortados, como pretenden algunos morenistas que, sin entender siquiera qué hacen y cómo funcionan, ya están amenazando con estrangularlas presupuestalmente. No se vale, que tanto que se luchó por hacer posible estos avances, haya quienes quieran ir con pasos atrás, en pos del reflector fácil que generan los recortes financiaros.
Y además de esos recortes… se ha puesto usted, querido lector, en los zapatos de los empleados de las secretarías a quienes de la noche a la mañana pretenden reubicar a otras entidades, a pesar de que, por ejemplo, muchos tienen sus créditos hipotecarios en la Ciudad de México o sus niños, ya han hecho vida en una escuela. ¿Y la certidumbre laboral? Sé que muchos mexicanos no la tienen, pero no por eso ellos merecen perderla.
E irónicamente, todas estas amenazas de recortes presupuestales, chocan, con la polémica de la Boda fifí de César Yáñez y los cuestionamientos sobre lo ostentoso del festejo.
Es cierto que no debemos satanizar a López Obrador por algo que no organizó y que escapa de su esfera. También es cierto que cada quien puede hacer con su dinero lo que le plazca. Y es cierto que la clase política que se va, está enfurecida de que otros estén tomando su lugar hasta en la prensa rosa.
Pero también es cierto que un político, un próximo funcionario, debe conducirse bajo otros estándares y códigos de conducta. Se le llama imperativo ético. Y más aún cuando su discurso estaba sustentado en la austeridad republicana, en el fin de la opulencia que tanto molesta a los mexicanos. Doble play, diríamos en términos beisboleros.
Hacer lo mismo que hacían tus adversarios políticos, y no sólo eso: contratar a los mismos diseñadores de modas que vestían a los enemigos y a la misma revista donde Fox y Peña aparecían, para que cubra el evento social, es un error de parvulitos. Y más garrafal porque se trata de la mano derecha de un presidente que pregona austeridad, el que se fotografía como si fuera el Príncipe Harry. En términos futboleros es un autogol de su colaborador más cercano a su jefe López Obrador.
¿Qué les hizo pensar que a ellos no los iban a criticar?
Craso error hacer lo mismo que los antecesores, sin pensar que no tendrás consecuencias.
O una de dos: o es un error de cálculo o es soberbia.
Y esto, insisto, pasa en medio de un clima de revancha contra quienes menos tienen la culpa: los que trabajan en el gobierno. Los de abajo, reiteró. Y que están siendo crucificados injustamente.