La imagen es devastadora, en ella se observa a dos niñas que probablemente no rebasan los 12 años; una de ellas se encuentra de rodillas, mientras que la otra se mantiene de pie con la cabeza inclinada. La expresión corporal de las pequeñas refleja el dolor, la tristeza y el desconcierto, emociones que son el reflejo de lo que a diario experimentan cientos de miles de mexicanos.
En la misma fotografía se distingue a una policía municipal y a un paramédico. Estos dos personajes se limitan a mirar la desgarradora escena; es un hecho que solo están en el lugar como mudos testigos de la indefensión social.
Ahí, en el piso, con la cabeza recargada en las rodillas de la niña que se encuentra de pie, se distingue el cuerpo inerte, sin vida, de una mujer en cuyo rostro aún se puede notar la expresión de terror, sorpresa y coraje por el ataque sufrido.
La descripción anterior corresponde a una fotografía que, en estos días, circuló por diversos medios y que es resultado del asesinato de una mujer en el municipio de Coyotepec, Estado de México. De acuerdo a la información de la prensa, al parecer, la madre de familia fue degollada al resistirse a un asalto. Después del ataque, sus dos hijas intentaron, sin éxito, detener la hemorragia con sus manos.
La imagen en cuestión no solo refleja el dolor de la tragedia vivida por una familia, también nos muestra con toda su crudeza lo que es el México de hoy. Ese México tan alejado de la burda retórica de los candidatos que pretenden gobernarnos; tan alejado de los empresarios que solo se preocupan por el futuro de sus privilegios; tan alejado de los discursos pedantes que se escuchan desde Los Pinos; tan alejado de los hijos de puta que iniciaron la estúpida guerra en contra del narco, y que permanecen impunes mirando desde lejos la masacre.
Estamos ante un inminente cambio de gobierno y de sistema político, situación que, para algunos, representa un nuevo anhelo de paz y prosperidad, sin embargo, ante lo que se puede vislumbrar, la carnicería que inició en 2006 no parará en un corto plazo.
La exigencia a quien ocupe la silla presidencial a partir del primero de diciembre tiene que ser clara, urge un nuevo modelo de seguridad, es inaplazable atacar los fondos y las formas que han provocado el luto en miles de hogares.
Las niñas que impotentes sostuvieron entre sus brazos a su madre mientras agonizaba, merecen una explicación, un futuro en el que ellas puedan caminar sin miedo; merecen, además, una disculpa por parte de los incompetentes que no cuidaron la vida de su madre.
Dueles México, dueles un chingo.