La entidad con el mayor número de habitantes del país y la segunda mayor economía en términos del PIB nacional está por vivir un hecho sin precedentes en la historia política de México. Por primera vez, las tres principales fuerzas partidistas que aspiran al Poder Ejecutivo del Estado de México podrían abanderar a una mujer como su candidata a la gubernatura.
La decisión no es para menos.
Se enmarca dentro de una espesa neblina de conservadurismo en las democracias del mundo que amenaza con revertir y limitar los derechos de la mujer en temas fundamentales como la reproducción, decidir sobre su cuerpo y ejercer una vida libre de violencia y acoso.
Y en México aún hay muchas cosas por corregir. El camino sigue siendo largo y sinuoso para que la equidad de género y libertades de la mujer sean más una realidad institucional y no un simple discurso para obtener cargos públicos.
En este sentido las mujeres en política no pueden seguir siendo un instrumento electoral para afianzar proyectos ideológicos patriarcales e individualistas sino una voz representativa, dispuesta a institucionalizar la universalidad de los derechos de la mujer y otros grupos vulnerables de la sociedad frente a todo tipo de discriminación y violencia, sin importar las diferencias, los muros o las fronteras.
Este es precisamente el mensaje de la Cuarta Ola feminista cuyo principal punto de ebullición tuvo lugar el pasado viernes con la marcha de las mujeres en Washington ante la decisión de Donald Trump de suspender fondos federales a Planned-Parenthood, organización dedicada a promover los derechos reproductivos de la mujer en Estados Unidos y el mundo.
El temor a que esta nueva avalancha conservadora terminé por asentarse en el Congreso de Estados Unidos y dar marcha atrás a reformas legislativas históricas para el movimiento feminista como la resolución Roe v. Wade, que en 1973 terminó por despenalizar el aborto inducido en todas las leyes federales y locales de aquel país tras un caso de violación, ha movilizado nuevamente no sólo a las mujeres sino a diversos grupos de la sociedad civil bajo un discurso contundente en la voz de una de sus activistas, la actriz América Ferrera: “El Presidente no es Estados Unidos, nosotros somos Estados Unidos”.
Y es aquí donde la idea del empoderamiento de la mujer se topa con la más fuerte de todas las divisiones, la que separa a la sociedad de sus representantes, sin importar el género, pues la participación de la mujer en puestos de responsabilidad política, no se traduce aun en la institucionalización de sus libertades.
Muestra de ello es el caso de México, en pleno siglo XXI, de acuerdo con datos del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE, 2015), en 29 de los 32 estados las leyes locales castigan el aborto con cárcel. A la fecha, 30 mujeres permanecen presas en México por haber interrumpido su embarazo, tras casos de violación o embarazos de alto riesgo.
Una situación que contrasta con los avances y conquistas que hemos logrado las mujeres en México para acceder a mayores cargos de representación; tan sólo en 2015 el número de legisladoras en la Cámara de Diputados Federal alcanzó por primera vez el 42.5% de la representación total (212 de 500 escaños), con lo que México pasó del décimo noveno al octavo lugar mundial con mayor número de mujeres diputadas en el ámbito nacional.
En la elección del Estado de México, las principales fuerzas políticas del país tienen la opción de sumarse a esta Ola de transformación o quedarse atrapados en la avalancha de expresiones que continúan criminalizando a la mujer por su derecho a decidir sobre su cuerpo o minimizando los feminicidios y violencia de género.
En la Cuarta Ola del feminismo no caben las medias tintas, no existe una igualdad para los iguales, sino una igualdad para los diferentes. No existe un feminismo a medias, que promueva sus derechos políticos y al mismo tiempo dé la espalda a la mujer en la defensa de sus derechos fundamentales como ser humano.
La pregunta es obligada, ¿las mujeres que aspiran al gobierno del Estado de México, asumirán una postura solidaría con los planteamientos de la Cuarta Ola o se mantendrán al margen de la vindicación de sus derechos?
Los perfiles seleccionados por el PAN y Morena, parecen ir despejando las dudas.
De un lado, el PAN, con Josefina Vázquez Mota, quien como candidata a la presidencia en 2012, ante el Consejo del Episcopado Mexicano, manifestó su rechazó a la interrupción legal del embarazo y los matrimonios igualitarios. (Proceso, 2012).
Del otro lado, Delfina Gómez Álvarez, candidata de Morena, cuyo presidente nacional Andrés Manuel López Obrador, señaló en una entrevista para el Weso, que los temas de aborto y uniones gay son “algo no tan importante”. (W Radio, 2015).
La Cuarta Ola feminista se extiende, llegó para quedarse, es necesaria.
El círculo aún no se cierra, falta una opción más.
Una mujer cuya visión progresista y liberal pueda conducir el destino del Estado de México hacia un verdadero camino donde las diferencias de género no sean factor de discordia, sino un impulso a su modernidad y desarrollo.
Una mujer que como gobernante mire con apertura al futuro y decida con autonomía.
Eso es lo que las y los mexiquenses esperamos.
Mónica Belén Hernández Bennettz
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