Música cadenciosa, nuestros cuerpos se mueven a su ritmo, (it´s only when I love myself) tu boca sedienta de mi, y yo tum… tum.. tum… agitación… el placer se hace intenso, un eco compartido se vuelve nuestro cómplice, la noche misteriosa nos envuelve con su manto negro, su hija la luna nos regala la mejor de sus miradas, en tanto la tuya se confunde con la mía, somos uno, soy tuyo, exhalaciones, tu piel canela, tus senos, tu, toda tu.
A lo lejos un sonido queriendo interrumpir este momento, por más que intento ignorarlo el ruido se hace más y más insoportable hasta que sin otra opción estiro la mano, y ¡maldita sea! contesto mi teléfono el cual me despierta del más glorioso y húmedo de mis sueños.
- Sí, ¿quién llama?
- Buen día, ¿se encuentra Roberto?
Cierro los ojos con fuerza, enciendo el imaginario catálogo de fotografías familiares, con la intención de encontrar en él al sujeto solicitado, pero no, por más búsquedas que le di no localicé a nadie con ese nombre.
Intento abrir los ojos, por supuesto que en eso queda, despejo la garganta para contestar entre incrédulo y encabronado ¡¡¡¡¡¿¿quién??!!!!! A lo que mi interlocutor con voz vacilante vuelve a preguntar.
- ¿No es ahí la casa de la familia Urquidi Morquecho?
- No, aquí es la casa Sánchez López.
- Este… disculpe, buen día.
- Maldito cabrón, dije antes de interrumpir el diálogo con el susodicho imbécil quien sin más colgó el teléfono.
Intento reconciliar el sueño para terminar lo que estaba haciendo, pero por más vueltas que di en mi cama, nada, infructuoso. Frustrado vacilo entre seguirme haciendo pendejo en la cama o hacerme pendejo en alguna otra parte de la casa, opto por la segunda. Amodorrado, cerciorándome que las chanclas estén en su pié respectivo, que por mi condición somnolienta no es garantía, así que vacilante y con un gran esfuerzo ¡Victoria! Conseguí levantarme, aclaro, levantarme, eso de despertarme, por supuesto que lleva más tiempo, además de tener otro tipo de connotaciones, como el saber por lo menos en qué día de la semana vivo.
Lentamente retiro las lagañas, que más asemejan sanguijuelas, doy mi primer paso cual niño en sus primero intentos, tambaleante e inseguro. Poco a poco retiro mi calzón, aclarándole que hoy el desayuno es leche con pan, y no él.
Doy un par de pasos más y señoras y señores, en un acto de valentía sin igual, me miro al espejo. Patético. Cabellos por doquier, ojeras, la almohada marcada en la piel, además de por supuesto el infaltable hilo de saliva en el cachete.
Vaya imagen para iniciar el día. ¿qué hora es?, demasiado tarde como para ver el noticiero de la mañana, pero qué más da, ¿qué me pude haber perdido?, no sé, pero me parece que se tendría que renombrar esos segmentos, noticia viene de novedad, pero que de novedoso hay en su perorata de lunes a viernes de 6 a 9 de la mañana: el peso sigue devaluándose, los asesinatos no paran, mi equipo no es campeón, seguimos siendo una economía emergente (no sé que es eso, pero suena como que en algunos trescientos años seremos una economía de primer mundo, claro, ya que esos países que hoy están en la cúspide financiera, ya no estén en éste, sino conquistando algún otro planeta, por que se acabaron lo que aquí se vendía o mejor dicho lo que tomaron con su poderío) que la migración no para y por supuesto lo mejor de esto, lo que le da sabor a nuestras vidas, las infaltables idioteces de nuestros políticos, esas claro que tienen cientos de años, matizado por el acento y peinado de moda.
Pero bueno, son cosas inevitables.
Una vez desayunado dudé en servirme un café, es mejor seguir un poco adormilado, pensé, además no tengo nada que hacer, solo ver que pasen las horas, los minutos, los segundos, esperar la noche y mañana la misma historia; así que mejor di un vistazo a mi alrededor, todo por ningún lado, hace días que no levantó ni una sola de mis ropas, así que di un poco de orden, por cierto, palabra que en mi mente no tiene cabida.
Después de mi ardua labor hogareña, y sumergido en mi profesión de desempleado, me tendí en el sofá y tomé la llave mágica al mundo exterior: el control remoto de la televisión. Impresionante. En verdad, esa pantalla te presenta todo, es más no es necesario ni que salgas un instante a la calle para ver cómo está el clima, te lo dan hasta con animaciones para que, dado el caso, salgas con el calor o el agua en la piel. Tan fantástica es la televisión que convierten la palabra de Dios en imágenes, la vuelven palpables, casi, casi, un milagro: “hermanos, alejemos el mal de nuestras vidas, hagamos el bien para ganarnos la eternidad, no olvidemos que el Señor sabe de nuestras acciones, llenemos nuestros corazones de amor, tengamos fe y divulguemos la palabra de Jesús… amén”. Todo para que tengas las bendiciones, tan cerca como encontrar el canal en tu guía televisiva.
Por cierto, fíjense hasta dónde llega la influencia de la iglesia que ha encontrado un método que revolucionará la manera de ver la ciencia, y además apoyará enormemente la planificación familiar, ya no más condones, que seguramente son invención del mismísimo Satanás, ideado en una de sus tantas y tantas orgías. ¡NO! Eso se acabó, lo mejor para evitar embarazos no deseados es, damas y caballeros: ¡LOS MONAGUILLOS! ¡claro! Tenga la certeza que con ellos no aumentará la tasa de nacimientos, además de garantizarle al suertudo pederasta que siempre le sabrá a pecado, lo que aumentara sin lugar a dudas su ANSIA por el fruto prohibido.
Me pregunto cuántos matrimonios no quisieran sentir esa sensación por lo menos una vez por semana. Pero si por aquellos azares de la vida, alguno de sus conejillos de indias comete la osadía de regar la sopa (que Dios no lo quiera) y tiene suerte de vivir por ejemplo en Nueva York, que internacional, pongamos un ejemplo local, Tlaquepaque, Jalisco, no se preocupe, tendrá garantizado un juicio libre de cámaras, alejado de la siempre nefasta opinión pública, con la certeza de que siempre habrá un Cardenal dispuesto a solapar todas las tropelías y abusos, con el extra de que saldrá exento de cualquier acusación que en su contra los infieles y pecadores padres de los menores hayan osado poner en contra de sus pías túnicas, qué más puede pedir.
No podía faltar el canal de deportes, hombres y mujeres dispuestos a darlo todo (incluido por supuesto los placeres que su propio cuerpo puede otorgar) para saborear la gloria del triunfo, ah, ganar, We are the champions, we are the champions, desde que tengo uso de razón, que para no entrar en controversia digamos que fue ayer, me ha gustado comparar los deportes con la vida misma, se necesita estrategia, entrega, constancia, visión para poder ganar o al menos sobresalir. Decía por ahí un viejo, perdón, un adulto mayor, que la gente disfruta enormemente la victoria de su equipo como si fuera la suya propia porque difícilmente se le presenta la oportunidad de ganar, por eso sufren cuando su equipo pierde, ahí es cuando salen a relucir las frustraciones cotidianas, no se tiene con que cubrirlas. Ahora entiendo entonces por qué el país está como está, con una inestabilidad emocional con depresiones masivas, y queriendo eliminar el número siete de la numerología nacional. Maldita selección.
Hablando de deportes, no les ha pasado que se imaginan que su vida es como estar en una bicicleta fija, te esfuerzas, sudas, te comprometes, te disciplinas, pero no, nomás no vas a ningún lado. Por lo que la moraleja es, si coincido con Ustedes: hay que cambiar de deporte.
Insisto que esto de la televisión es grandioso, llevo horas tirado y apenas voy a la mitad de mi recorrido, vean esto, videos musicales, ¡wow! Debería existir un jurado internacional con decisiones inapelables, que calificara los movimientos de cadera más obscenos que hay en esos videos. Les quito el sonido y mis sueños se quedan cortos ante tan incitantes movimientos, que piel, que cuello, que senos, además no solo es la que canta, sino toda su compañía, no hayas a quien irle. ¡Mamacitas!, una ligera excitación se apodera de mi, pienso en el baño como alternativa para saciarla, pero, ¿qué pasa?, la señal, ¡¡¡hey!!! Regresa, y recuerdo que el pago del cable se venció hace más de quince días, ¡demonios!
Dejo el control para no tener presente lo del cable, por que si no invariablemente me recordará que también debo el teléfono y que muy pronto se vencerá la renta. Han pasado muchas horas, tengo hambre, me dirijo al refrigerador y para mi sorpresa aún queda un poco de ensalada, misma que devoro cual si fuera la última en mi vida, está un poco amarga, pero nada que una buena salsa de botella no pueda solucionar.
El día comienza a volverse eterno.
De regreso al cuarto, me detengo antes en la sala a verme en el espejo que vive en el trinchador, sigue la misma imagen de desolación, de sin ganas, de sin deseos, mala suerte. Saben, a veces me vienen a la mente esos libros de superación personal en los que te dicen que la felicidad depende de ti, que persigas tus sueños, que hay que volar ¡váyanse al cabrón!, me parece que nunca han sabido lo que es estar en una oficina trabajando de las ocho de la mañana hasta que el reloj de tu negrero jefe marque la hora que se le dé la puta gana para que te puedas largar. El ver la vida color de rosa qué me garantiza, que el día que me corran (como ya sucedió) le diga “gracias jefe, es el mejor acto que ha hecho desde que lo conozco, me será de gran utilidad, era tiempo que estas alas se muevan y aprendan a volar”… pendejadas.
El día acabó y con él mis ganas de seguir despierto. El Ocio da tiempo hasta para entrar al Facebook y publicar mi desahogo emocional, culpar al gobierno de todo lo que pasa y de lo que va pasar, de mi desempleo de mi desamor, lo culpo hasta de que las vacas produzcan menos lechos y las gallinas pongan los huevos más ovalados de lo normal, lo culpo hasta de mi soledad. Este vacío me da para todo, hasta para saber que no puedo seguir lamentándome, pero eso implica actuar, emprender, echar a volar mi inteligencia… es mejor seguir perdido en el laberinto.