A veces una supuesta ofensa como “naco” o “pelado”, porta un trasfondo que ni el ofensor conoce, pero que valdría la pena rastrear en la historia. La pandemia pasará y el coronavirus será a la larga una anécdota sombría, pero estos motes seguirán vigentes en el México del futuro. Antes, mencionaré un término más amable: “china poblana” que por increíble que parezca, también fue una ofensa en el México del siglo XIX.
La china poblana arrastra un origen misterioso. Puebla era una importante ciudad de paso entre Veracruz y la Ciudad de México. La china bien pudo ser una mujer oriunda de ese país, que vino como migrante a México. Aunque los mexicanos nos referíamos a cualquier extranjero de tierras “exóticas” como “chino”.
Sin embargo, es probable que la china poblana sea más bien una derivación de chinaca. Los chinacos se popularizaron durante la Guerra de Reforma por ser los guerrilleros liberales más aguerridos, pero también por ser personas despreciadas por las clases altas. Entre los mexicas, chinaco quería decir “desnudo”.
El chinaco era un ser “desarrapado”, rústico, no vestía uniforme militar y se pensaba de él que amenazaba a las familias pudientes. La “china” era la pareja femenina del chinaco, que derivó en “sirvienta”, “criada”, especialmente la indígena que trabajaba en la cocina. De la palabra “chinaco”, también se desprende el mote de “naco”.
El apelativo naco sigue utilizándose en el español moderno de México. Y su carga es tan despreciativa para la supuesta “gente bien” como lo fue el “chinaco” para la gente “de buena cuna” de entonces.
Y no olvidemos que el más relevante chinaco fue Porfirio Díaz. Su posterior conversión en “catrín”, se los cuento luego. Pero sí puedo adelantarle que “catrin” significa “el que duerme en catre”, a diferencia del pelado que duerme en el suelo. La más famosa catrina es la calavera de José Guadalupe Posada, quien no ganaba nada durmiendo muy elegante en el catre.
El pelado tiene un origen más simple: es el que andaba en pelotas, o sea desnudo, porque no podía vestirse mas que con una manta. Frente a la gente adinerada, que vestía blusas, levita, chaleco, pantalón y (a veces, no siempre) ropa interior, el pelado solo paseaba su pobre humanidad por las calles.
El más célebre, “peladito” mexicano, fue Cantinflas, quien con toda ironía aludía a su “gabardina”, cuando solo se echaba al hombro un vil pedazo de trapo. Sus “peladeces” archivadas ahora en YouTube nos hacen más ligeros estos días de encierro e hibernación.