Desde hace treinta años, los respectivos gobiernos federales destrozaron al sector salud; no construyeron clínicas ni hospitales y a las existentes no las equiparon, mucho menos crecieron. Las manitas de gato solo sirvieron para el desvío y la corrupción.
La infraestructura del sector salud es la misma de hace casi 50 años. Un verdadero crimen contra el pueblo porque impulsaron mucho al sector privado, donde hicieron millonarias co-inversiones.
Ya hace muchos años que el IMSS convirtió sus áreas de emergencia en zona para heridos y moribundos de guerra. Siempre saturados, con enfermos graves sentados en sillas de plástico, otros en el piso: solo los agonizantes tienen cama, a sabiendas que en cualquier momento mueren y se la desocupan al siguiente.
Son pocos los pacientes que se salvan, el paracetamol y los sueros para hidratar el cuerpo, que es por lo general con lo que se cuenta, son paliativos que, ante la falta de medicamento efectivo, solo sirven para prolongar un poco la vida, más en la idea de decirle a los familiares que se luchó hasta el final, pero que ya era demasiado tarde. Esta es una respuesta recurrente. No hay justificación, claro, pero a los trabajadores de la salud, maltratados también en sus sueldos y prestaciones, no les queda más que esta piadosa salida
¿Qué va a pasar ahora que en la pandemia lleguen a los hospitales cientos de pacientes al mismo tiempo?
Hoy la dramática realidad que vivimos por el coronavirus exhibe aún más la no menos dramática realidad de nuestro sistema público de salud.
Y lo peor, que los responsables del desmantelamiento de este sector aprovechan ahora, con el cinismo que les caracteriza, para estar medrando políticamente con el drama, en vez de tratar de reivindicarse y sumarse, al menos por hoy, pensando en los mexicanos y no en sus intereses de siempre.
No hay duda, los hospitales públicos se van a saturar. No hay que ser genio para pensar con que tan solo dos personas de cada colonia, de cada ciudad media del país se pongan graves, los nosocomios se verán rebasados y no alcanzarán los ventiladores y las mascarillas especiales para contener en mejores condiciones el virus.
Pero en lugar del oportunismo que una vez más exhibe a la clase política tradicional, lo que los mexicanos necesitamos son líderes responsables y comprometidos con el pueblo. Tienen esa oportunidad, la de congraciarse con la gente. Pero como dicen en el rancho: Perro que come huevo ni aunque le quemen el hocico.
La neta, estos señores, en su mezquindad sin límites, lo que en su mentecita loca traen, es que la pandemia les abre una inmejorable coyuntura para derrotar a sus adversarios en el poder y que, pasado estos meses, estarán disputando sobradamente triunfos electorales.
Ellos deberían saber que de lo escrito arriba, la gran mayoría de la raza no tiene duda, solo que nunca han sabido escuchar el rumor de la historia, porque lo que siempre han vivido es su presente, el de ellos, no el de la gente. Es cosa de oír o leer sus opiniones en medio de la desgracia. Verdaderas declaraciones patéticas y lo que le sigue.
Ahí está el siempre doloroso y vengativo gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, aprovechando la tragedia para convocar abiertamente al rompimiento del pacto federal, como si el tema de la centralización de recursos por la Federación fuera nuevo y hoy se estuviera en el momento para que las fuerzas legislativas lo llevaran al Congreso.
Claro, el zopiloteo político, en sus extremos, no deja de pisar los terrenos de la estupidez.
Ven la tempestad y no se hincan.
Pero también sin duda, vamos a salir de la tragedia por la sencilla razón de que estas nos han sobrado a través de la historia y porque no hemos ocupado a los oportunistas para superarlas. Ejemplos hay muchos, empezando por las desgracias naturales.Y seguimos de pie.
Contrario a los liderazgos tradicionales y corrosivos, hay cientos de ejemplos hermosos: La sociedad civil, gente del pueblo, grupos de mujeres y hombres de todos los estratos sociales, instituciones educativas y empresas diversas se han sumado sin reserva a la causa donando, elaborando, entregando todo el material de sanidad que se está ocupando y ocuparán los hospitales públicos.
Aquí no hay regateos ni molinos para el acarreo de agua; hay solidaridad y suma con la desgracia de muchos hermanos, no hay tiempo para otras cosas.
Ellos, los grupos civiles, actúan por supuesto sin el remoto afán rabioso e interesado de buscar culpables, como lo hacen ahora algunos gobernantes y dirigentes de partido.
Pero ya habrá tiempos de ajustar cuentas también con la historia reciente, y cada mexicano sabrá juzgar exactamente con la vara que fue aprovechado y medido durante la tragedia.