En el capítulo cuarto de “Las posibilidades del odio”, magistral obra de María Luisa Puga, el protagonista keniano afirma que los blancos tienen una forma particular de caminar, totalmente distinta a la de los cuerpos negros. Comienza sospechando por los zapatos, luego considera que son las rodillas y finalmente acepta que tienen un ritmo específico, atrapado entre la rapidez y la lentitud.

En el acto primero, escena primera de “Ricardo III” de Shakespeare (aquel obsesionado con el poder), el monólogo del monarca es excepcional. No solamente por la profundidad de la alegoría (la persona como el clima o la falta de afecto como origen de la maldad), también por la autocrítica al propio cuerpo. El protagonista se describe de la siguiente forma:

 

“Estoy privado de la hermosa proporción, despojado con trampas de la buena presencia por la Naturaleza alevosa; deforme inacabado, enviado antes de tiempo a este mundo que alienta; escasamente hecho a medias, y aun eso, tan tullido y desfigurado que los perros me ladran cuando me paro ante ellos (…)”.

En efecto, una investigación arqueológica realizada en septiembre de 2012 encontró los restos de Ricardo III, enterrado en un estacionamiento. Su columna en forma de serpiente reflejaba un innegable diagnóstico de escoliosis. No solo era una simple joroba, como la presenta Shakespeare, era una deformidad severa y, posiblemente, dolorosa, aunque no tan exagerada como teatralmente se presenta (probable un hombro un poco más elevado que el otro).

En “Nuestra Señora de París”, Víctor Hugo presenta el drama de Quasimodo (uno de los tantos personajes de la interminable novela). Quasimodo, el único personaje suicida, padece de cifosis, lo que ocasiona su joroba. Múltiples son los orígenes de esta patología: desde una mala postura hasta otro tipo de afecciones. El caso de este jorobado es llamativo por el desprecio que muestra el pueblo parisino al verlo. Cuando es presentado públicamente, lo llenan de injurias y de insultos. Refleja aquello que nadie quiere ser. El contraste será la belleza apabullante de la catedral de Ntra. Señora de París con los rasgos de un hombre enfermo. Un ligero desafío al romanticismo francés: los buenos no siempre son bellos y los malos usualmente son poderosos.

En el cine el tema de la deformidad es constante: David Lynch con “El hombre elefante” de 1980, presenta el caso de Joseph Merrick, que posiblemente padecía el síndrome de Proteus; “Máscara” de 1985, dirigida por Bogdanovich; “Extraordinario” de 2017 de Chbosky y hasta un video musical, “All I want” de Kodaline de 2013. Seguramente existen más textos, cintas o videos sobre el tema. Escribo sobre los que tengo referencia.

Es todo, solo quería escribir sobre las deformidades.