Domingo, 5 de la tarde, una joven pareja caminaba por calles de la colonia Condesa, esa colonia que en algún tiempo resultaba un espacio turístico y cultural imperdible tanto para los oriundos, como para los visitantes de la Ciudad de México, y que hoy es una zona ocupada por narcomenudistas, asaltantes, invasores de predios y de extorsionadores. De pronto, de entre los autos estacionados, 2 delincuentes se hacen presentes para, cobardemente, robar las pertenencias de los jóvenes no sin antes golpearles. En menos de un minuto, los asaltantes cometen su fechoría y se esfuman sin dejar rastro.
El breve resumen anterior, es solo uno de cientos de casos similares que ocurren a diario, no solo en la capital sino en todo el país.
En su mayoría, los llamados “delitos de bajo impacto”, como es el caso del robo a transeúnte, pasan inadvertidos debido principalmente a dos cuestiones: 1- A la engorrosa y desesperante tramitología que resulta hacer una denuncia, y 2- A la cotidiana violencia que sufre el país, lo cual provoca minimizar el robo de un celular y unos cuantos pesos.
A nuestras autoridades las ha desbordado la delincuencia; la ineficacia de las instituciones encargadas de proporcionar seguridad a la sociedad, sumada a la corrupción, nos tienen en un estado de vulnerabilidad constante.
En el caso de la pareja que dio motivo a este texto, cabe preguntar a las ineptas autoridades: ¿Cómo resarcir el daño psicológico que causa ser amedrentado, golpeado y humillado?, ¿quién se hace responsable por la falta de seguridad en un país del que constantemente emana miedo e impotencia?, ¿hasta cuándo se dejará de tratar a las víctimas de delitos como si fueran simples cifras?
Y es que solo basta echar un vistazo a las estadísticas para darse cuenta que la impunidad es de escándalo, que el castigo para quien delinque es prácticamente inexistente y que los procedimientos de investigación son arcaicos.
Ante la situación de indefensión que vivimos, tenemos que seguir denunciando y exigiendo soluciones, pues aquellos que hoy roban un teléfono sin recibir castigo, es muy probable que mañana secuestren y/o asesinen para incrementar sus “ganancias”.
Los gobernantes entrantes tendrán que iniciar con una auténtica reconstrucción institucional en materia de seguridad local y federal, pues la percepción ciudadana de qué tan bueno es un gobierno pasa, entre otras cosas, inevitablemente por la sensación de seguridad que se experimenta al salir a la calle.