La renuncia del ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, a la Secretaría General del PRI, segundo cargo de importancia, provocó al interior de ese partido desconfianza, dudas y  escozor hacia la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional, Claudia Ruiz Massieu.

Se dice que para entender lo que sucede al interior del PRI, se requiere aceptar que la militancia está harta de las formas en que se eligen las dirigencias y también del fondo que conllevan tales elecciones.

De las formas en que se eligen la dirigencias, bastaría con entender que la misma Claudia   llegó a la dirigencia nacional por una decisión ajena a la militancia del PRI y que en el fondo, pareciera que uno de los tantos grupos que permanecen desean a toda cosa, quedarse con la franquicia.

Por un lado, parecería que don Rubén se cansó de la inoperancia de la cúpula de su partido y que no desea ser parte de la nueva caída que significaría la auto imposición  a ultranza de la señora Ruiz en la dirigencia.

Aunque según se reconoce y se dice en los pasillos del tricolor, la señora Ruiz no tiene  militancia, conocimiento ni carrera dentro del PRI, misma coyuntura que la aleja de su pretensión moral de quedarse en la presidencia nacional de su partido.

Pero bien se dice que en decisiones de importancia, lo que menos importa e  interfiere es precisamente, la militancia.

Vaya paradoja.

Sin embargo, y recurriendo a los estatutos del PRI, la señora Ruiz está en su derecho de intentar quedarse en su lecho presidencial,  toda vez que aún existen personajes de gran calado que lucharan para que la señora siga en el cargo. Incluso de índole familiar y de grupo.

A simple vista, se antoja que la señora desea quedarse en el cargo a toda costa. De esa manera, manejaría el PRI y además sería miembro del Senado.

Vaya suerte; opinan los militantes activos: dos posiciones de primer nivel para alguien  sin merecimientos.

La salida de Rubén Moreira del PRI, ni es tersa ni es pulcra, porque si fuera tersa, ni la vía, el Twitter, ni la cortedad del tiempo, un mes, avalarían, ni mucho menos, justificarían su salida.

Intentar o querer entender que la salida del ex gobernador coahuilense es acordada por la señora Ruiz, sería entrar y justificar un juego  de párvulos.

La realidad es que los 7 millones de votos que el PRI obtuvo en la pasada elección presidencial y que lo ubican como la tercera  fuerza política del país, es bastante atractivo para intentar quedarse con ella, a pesar que cada día, quedan menos militantes en su seno.

Sin duda, la salida del señor Moreira del PRI,  representa un duro golpe para doña Claudia, por su incapacidad para el manejo interno.

Eso habla mal de ella, muy mal.

Pero todo indica que la señora presidenta tenía sus dudas sobre la lealtad del señor Moreira al planteársele que ella le dejaría la presidencia por prelación y que este renunciaría para que los Consejeros Políticos la eligieran formalmente por 4 años.

Así, todo quedaría en familia.

Ante la diáspora de la militancia del PRI a otros partidos por el desencanto hacia las formas los fondos de la dirigencias y hacia los  personajes que inciden en su vida interna, la señora Claudia tiene la alta responsabilidad de proceder con ética, honradez y sobre todo, con la alta responsabilidad de hacer lo que esté en sus manos para que su partido no desaparezca de la arena política nacional.

Alguien le debe decir que la historia es cruel a la hora de juzgar y que ella no será la excepción cuando se trate de poner a cada quien en su lugar.

Tantéese señora Claudia.

La historia está al acecho.