El 21 de mayo de 2015, el entonces candidato de Movimiento Ciudadano, Fernando Elizondo Barragán, declinó a favor del candidato independiente, Jaime Rodríguez Calderón, al firmar la “Alianza por la Grandeza de Nuevo León”. Oportunista y acomodaticio, Fernando sabía que no iba a ganar esa elección y el Bronco sabía que la elección, a esas alturas, ya la tenía ganada con o sin Elizondo. La deferencia de Jaime fue respetuosa y absoluta con “Don Fernando”, como siempre lo llamó.

Un día antes de la visita del presidente electo a Nuevo León, Andrés Manuel López Obrador, Fernando se lanza durísimo contra el Bronco, obvio, en el periódico El Norte (Reforma): “También ha habido fallas en la administración, incapacidad y mal gobierno en algunas cosas… Hay muchas, muchas fallas”.

El excoordinador ejecutivo estatal abjuró de ser copartícipe de la “Grandeza de Nuevo León” al renunciar a su cargo. Ahora, desde su zona de confort, critica que las finanzas públicas estén deterioradas y, con ello, también se lleva entre sus imputaciones a su pupilo, quien lo había seguido generosamente en campañas y puestos públicos, el actual tesorero y secretario general de Finanzas del Gobierno de Nuevo León, Carlos Garza Ibarra.

Ingrato y desmemoriado con sus excolaboradores y exaliados, Fernando transita por la vida sin seguir el legado de su padre, quien fue gobernador de Nuevo León, Eduardo Elizondo, y de su abuelo empresario, Manuel L. Barragán. ¿Qué ha hecho Fernando por la grandeza de Nuevo León? Casi nada o nada, comparado con sus ancestros.

No hay que olvidar que la candidatura panista de Fernando, cuando perdió en contra del priista Rodrigo Medina, fue por dedazo. No hay que olvidar su renuncia al PAN cuando ya no pudo incidir en el PAN. No hay que olvidar que se entregó a los brazos de Dante Delgado. No hay que olvidar sus “muchas, muchas fallas”.

Hoy critica al Bronco y a su Gobierno, también a su pupilo Carlos. Jaime Rodríguez Calderón le dio oportunidad de pertenecer a su administración en un puesto clave. Fernando no pudo con la chamba y renunció “por motivos personales”. Cuando Tato, su hijo, tuvo un percance fatídico en contra de un transeúnte, Fernando aprovechó su poder gubernamental para sacarlo del lío. Hay cosas de las que conviene, cómodamente, olvidarse.

Fernando Elizondo: desmemoriado, malagradecido.