El próximo 1 de julio, el elector mexicano deberá votar por el candidato presidencial que a su juicio lo represente. Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla como parece.

Por las coaliciones entre partidos políticos, los mexicanos estaríamos votando por una ideología de izquierda disfrazada de derecha (coalición PAN-PRD-MC) o por una ideología de derecha disfrazada de izquierda (coalición PES-Morena-PT) y por la coalición PRI-PVEM, que gobierna actualmente.

Este no es un dato menor, pues de ganar el candidato de cualquiera de las coaliciones, el tema de la ideología impactará en los programas de gobierno, la distribución de las secretarías de estado y en la línea de gobierno en general.

Si tomamos en cuenta que apenas ayer fue un shock para muchos partidarios del PAN y del PRD ver a Ricardo Anaya portar un amplio chaleco amarillo en la sede del Partido de la Revolución Democrática, es de suponer que gobernar -en caso de ganar las elecciones-, será mucho más complicado que eso.

Tampoco es fácil para los simpatizantes de Morena entender que  la alianza con el PES es necesaria en aras de ganar una elección, aunque el caso de Andrés Manuel López Obrador presente el mismo problema que Anaya a la hora de gobernar como Presidente de México.

En el caso de la coalición PRI-PVEM, simplemente no entienden que no entienden nada. Los recientes escándalos de las tarjetas BANSEFI y las declaraciones del Presidente como si fuera el verdadero candidato del partido, no benefician en nada a José Antonio Meade, como tampoco lo hacen analistas como Juan Ignacio Zavala que en el caso de la salida de Javier Lozano del PAN a las filas del PRI, pide a sus lectores que no se espanten y que lo vean “normal”, pero en el caso de la alianza entre Ricardo Anaya y el PRD, se desgarra las vestiduras pidiendo la refundación del partido.

Y es que en tiempos electorales, la congruencia está supeditada al interés personal y a una agenda política que nada tiene que ver con el bienestar de México y los mexicanos.

Para muestra un botón: ¿Quién recuerda al político Fernando Belaunzarán tuitear a favor de la coalición Movimiento Progresista en las pasadas elecciones presidenciales de 2012, cuando el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano se unieron en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador como su candidato a la Presidencia?

De 2012 para acá, AMLO pasó de ser “su gallo” a llamarlo “Pejetustra” y los simpatizantes del líder de Morena ya no son sus correligionarios, sino troles a los que trata de educar.

Justo por eso, las coaliciones son, por sí mismas, una muestra más del descrédito de los partidos políticos, de sus dirigentes y de la corrupción de sus representantes, porque caben aquí dos preguntas

1.- ¿Cuántos políticos como Belaunzarán militan actualmente en el PAN, PRD, Morena, PES, MC y PT, que al no ganar el candidato de la alianza, se volverán contra él?

2.- ¿Cuántos fingen una anchura de miras inexistente aceptando alianzas con otros partidos, cuando en realidad esconden una vulgar ambición de poder -con cargo al erario público- que simulan en tiempo de elección?

Otro caso aparte lo constituye Gerardo Fernández Noroña, que usufructúa la indignación popular para erigirse como el gran demócrata que nunca ha sido, porque no es a través del insulto, la difamación y el agravio como se construyen acuerdos en beneficio de aquellos que dice representar y es que en el fondo eso a él nunca le ha interesado, su agenda es otra.

Por todo lo anterior, conviene ahora recordar que en las pasadas elecciones presidenciales, las alianzas entre los partidos tenían cierto sentido en función de la ideología política en la que decían. Hoy la brecha que separa a los partidos de los ciudadanos que dicen representar, es más grande que nunca. Qué duda cabe.

¿Usted qué opina, estimado lector?