Cada determinado tiempo los políticos crean personajes que pasan a la historia como símbolo del México contemporáneo. “Mamado” Nervo es un personaje de ficción nacido de un resbalón verbal de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de la república durante la entrevista que concedió a la estación de televisión de la Universidad Autónoma de Nayarit, y alimentado a través de miles de memes por el ingenio interminable del mexicano y por la frustración acumulada en 200 años de existencia.
“Mamado” Nervo es Ixca Cienfuegos, de Carlos Fuentes; Pedro Páramo, de Rulfo, Tizoc, Pepe el Toro o María Candelaria, de la época de oro del cine mexicano; Gastón Billetes, el Charro Matías o El Tapado, de Abel Quezada; el príncipe Hugo Conti de Luis Spota o el Juan Caltzontzin, de Rius. Personajes de ficción, que son más reales y más perdurables en el inconsciente colectivo que los mexicanos de carne y hueso a los que han caricaturizado a través de la historia.
Son mitos de papel, a los que creemos más que a los candidatos haciendo promesas de campaña. Fantasías que el mexicano, representado por sus escritores, periodistas y moneros, inventa como metáfora de una realidad que le duele, que lo mata, y a la que responde con ese humor negro y exquisito que habita en el pensamiento de cada habitante de este país.
“Mamado Nervo”, surgido de agregar una eme al Amado del poeta, es el Memín de Yolanda Vargas Dulché, el Gallito Inglés, al que hay que mirar con disimulo, quitarle el pico y los pies y metérnoslo por donde ustedes, sagaces lectores, saben; es el Perro de la colina, llorando como niño lo que no supo defender como hombre; es el primate del 68, masacrando estudiantes en aquel rojo amanecer en el que las tres culturas se volvieron una sola. Es Peña Nieto luciendo su ignorancia literaria en la FIL de Guadalajara; Fox citando a Borgues en el Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española en Valladolid en 2001 y Martha, su esposa refiriéndose a la gran escritora Rabina Gran Tagora; es Calderón agarrando la jarra o el Peje mandando al diablo a las instituciones.
Es el hambre combinada con el miedo, el amor a la patria y el grito del mariachi en Garibaldi, el compañero de juerga que bebe en el rincón de una cantina con José Alfredo, o que baila en un burdel con la aventurera de Lara que vende tan caro su amor. Es la interpretación simbólica de un país que actualiza modelos colectivos y rediseña, a partir de esos modelos, un capítulo nuevo de la historia
“Mamado” Nervo nace de la fusión de la estupidez ingénita de los políticos con la picardía deliciosa del mexicano, que tan bien retratara Armando Jiménez. Vale la pena anotar que “mamado” se le dice en algunos países de Latinoamérica a un hombre ebrio, como dice el tango de Gardel:
y en México, en términos vulgares, a alguien musculoso, de esos que abundan en los gimnasios.
En la cuarta transformación, todos somos “Mamado” Nervo.
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