El PRI no tiene remedio. El anuncio de la incorporación del cuestionado Rubén Moreira como nuevo Secretario General, en dupla con Claudia Ruiz Massieu, como presidenta, demuestran que en el tricolor no les ha caído el veinte de la vapuleada que les pusieron el pasado 1 de julio.
Ya ni siquiera podemos hablar de ceguera política. Es demencia.
El PRI ha hecho durante décadas todo lo necesario para destruir una marca de por sí ya desacreditada. Así como las franquicias de comida rápida que creen que la gente siempre va a seguir comprando, solo porque son una marca tradicional y por ello no se renuevan. Y no sólo eso, sino que sus productos intoxican a los comensales.
Obviamente la gente buscará otra marca distinta.
No lo entienden los priístas de la cúpula. Y por ende, no lo entendía el que según la tradición decimonónica, es el primer priísta de todos: el Presidente de la República.
Sí. Porque ni siquiera podemos decir que Meade perdió. Peña Nieto fue el derrotado.
Además de que el 1 de julio reprobó estrepitosamente, en lo que resultó ser de facto un referéndum de una administración en la que los escándalos ya conocidos y la crisis de derechos humanos y sobre todo, los impactos al bolsillo mexicano, terminaron por alimentar el odio social.
Fue él quien ignorando a las bases priístas, impuso a un personaje filopanista como candidato a la presidencia de la República y le impuso un equipo de campaña con resentidos que no habían obtenido candidaturas. Léase Aurelio Nuño.
Y junto a él, le endosaron a Meade a colaboradores diversos que no sabían nada de campañas. También le impuso y le mantuvo a Enrique Ochoa en dirigencia tricolor, cuyo estilo grotesco de hacer política terminó por descomponer aún más el escenario.
En las candidaturas, también hicieron un relajo, asegurándose en plurinominales a los amigos y familiares y desplazando a otros cuadros quienes por supuesto, se fueron a Morena o al Frente. Y a eso se sumaron las traiciones alentadas por el maltrato de la militancia.
Si existe un manual de cómo ser humillado en las urnas, parece que lo siguieron al pie de la letra.
Fue la peor derrota de su historia. Imagínese, el Partido del Trabajo tendrá más diputados federales que el PRI a partir del 1 de septiembre. Y ni así entienden. Hasta se ha manejado el nombre de Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca, como próximo presidente nacional.
Así de demencial. Ni con una sacudida como la del 1 de julio reaccionaron, lo cual es insólito.
En este mismo espacio hemos dicho que si el PRI tiene una mínima oportunidad de sobrevivir, es cambiando su nombre por cuarta ocasión. Y además cambiar su logotipo y sus colores. Y no sólo eso. También desterrar a ciertos personajes y extinguir a los inútiles y obsoletos sectores. Y por supuesto, dar oportunidad a las bases y no a los compadres.
Bien dice el dicho: chango viejo no aprende maromas nuevas. Aunque en este caso es dinosaurio. Y la historia nos ha enseñado que dinosaurio que no se adapta, va directo a la extinción.