La estratificación social nos coloca en algún grupo, los seres humanos somos clasificados dependiendo de nuestro ingreso económico y del tipo de consumos que tengamos, aunado a que, las reminiscencias de una sociedad excolonial en México y en general en América Latina nos sigue tildando, clasificándonos en tres clases sociales: alta, media y baja.
En los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del 2000, el 2.5% de los hogares mexicanos estaban en la clase alta; más del 42% estaban en la clase media y más de 59% se localizaban dentro del rango de clase baja.
La clase media mexicana recibe un ingreso de más de 200 pesos diarios, cuenta en sus casas como mínimo con un equipo electrónico como laptop, computadora, tablet o celular; puede gastar más de mil pesos en comida y alimentos fuera del hogar al mes, puede pagar más de mil 600 pesos a tarjetas de crédito ya sean departamentales o de instituciones bancarias y probablemente la cabeza tenga al menos educación media superior.
Pero la clase media a nivel América Latina vive en promedio con menos de 5 dólares por día, o sea que sobrevive, aproximadamente, con 100 pesos diarios, de acuerdo con datos de un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, (CAF), la Unión Europea y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el 40 por ciento de la población que es clase media en Latinoamérica se encuentra en riesgo de regresar a una situación de pobreza
En el informe Perspectiva Económica Latinoamericana 2019 señalan que en México el 33.6% de la población vive en condición de pobreza, que el 42.8 por ciento está en condición de vulnerabilidad o sea que esta clase media podría convertirse en baja en poco tiempo, y que cuatro de cada 10 mexicanos no pudo tener dinero suficiente para comer durante el 2018, la OCDE y Cepal definen a la clase media a hogares que reciben 13 dólares al día, y los indicadores señalan que 22 estados de México están poblados en su mayoría por personas con ingresos diarios de 245 pesos, o menos.
Son datos que muestran un México “normal”, pero que podría caer en una miseria si las políticas públicas no engloban la estabilidad financiera y social, a nivel Latinoamérica el ingreso per cápita de la región ha aumentado aproximadamente en un 50 %. La mayoría de los países han pasado de ser economías de bajos ingresos a ser ahora países de ingreso medio-alto. Algunos han pasado incluso de ser países de ingreso medio a economías de ingreso alto, como es el caso de Argentina, Chile, Panamá, Trinidad y Tobago y Uruguay; mientras que otros, como Costa Rica o México, lo harán en los próximos años, sin embargo, seguimos en esa delgada línea de retroceder.
Aquí tenemos un territorio muy rico en recursos y con abismos sociales que no permiten que haya capilaridad social, significa que en la República Mexicana sí existe movilidad social, pero no se puede permear en ciertos estratos, aunque se tenga el dinero. La población económicamente activa es en lo que va de este 2019 más de 56 millones de personas, de estos el 24% se dedica al empleo informal, no tienen seguro ni prestaciones, muchas personas mediante la informalidad han generado fortunas cuantiosas, sin embargo, el estigma de clases se mantiene muy vigente en nuestro país, hay que aclarar algo, la clase media mexicana se debe de ver con respecto al nivel de ingresos económicos que reciba mas no por el tipo de consumos que tenga, simplemente podrán tener dinero en muchos hogares, pero estar sin acceso a los básicos de bienestar como los servicios de agua potable y electricidad.
Ya que además de pobreza económica hay desabasto de alimentos en nuestro país, y principalmente carencia de agua, De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hasta el año 2016, más de 9.3 millones de personas no tenía acceso al vital líquido en sus viviendas, principalmente en las zonas rurales.
Hay muchas aristas para ver a la sociedad mexicana, pero hay algo muy claro, somos un pueblo que ha luchado siempre, y que a pesar de la crisis social, económica y política en la que vivimos, seguimos adelante, con políticos de primera generación de profesionistas que solo muestran un resentimiento social y obvio de los que vienen ya genéticamente preparados para robar como los hicieron sus padres y en algunos casos hasta sus abuelos y bisabuelos.