Desde los aduladores de la alianza entre López Obrador y la CNTE, hasta los americanos que defienden el Brexit, existe una parte de la opinión pública que respalda posiciones que para los demás resultan totalmente desatinadas.
Y ahí está, como ejemplo, el autor de Antifrágil y El Cisne Negro, Nassim Nicholas Taleb, quien calificó como idiotas a los críticos del Brexit y hace unos años señaló que «la Unión Europea es un proyecto horrible y estúpido».
Nassim Nicholas Ta es maestro en Ciencias por la Universidad de París, tiene un MBA por Wharton y es doctor en Management Science. Es decir, Taleb no corresponde al estereotipo del británico poco educado, de bajo nivel de ingreso, que asume que los sirios le quitan los empleos a los ciudadanos de la gran isla. A Nassim Nicholas Taleb, en todo caso, se le puede calificar como incongruente, ya que pudo educarse en Francia y Estados Unidos porque Occidente le abrió las puertas a los que vienen de Oriente Medio. Ahora, este señor, que es próspero por ese modelo de sociedad, que puede vivir a plenitud en América, Reino Unido y el continente europeo, aplaude que las fronteras británicas se cierren y se acaben las libertades de movimiento y residencia: ¿Taleb podría haber salido del Líbano y formarse en Francia, si los criterios que hoy promueve, hubieran guiado las políticas migratorias de las naciones que le dieron hospitalidad? Obviamente que no.
Más allá del caso de Taleb, un verdadero cisne negro de la opinión pro Brexit, estamos concurriendo a una época en que los radicalismos se están normalizando. No solo por la amenaza sajona encarnada en Donald Trump, sino por los múltiples ultranacionalismos en Europa, así como por los radicalismos de izquierda: ¿acaso son mejores el Partido Podemos o Izquierda Unida, que el partido UKIP o el Frente Nacional para la Unidad Francesa? Mientras las ultras de la derecha cierran fronteras por el odio a los extranjeros, los extremistas de izquierda asesinan fotoperiodistas porque documentan bloqueos en Oaxaca… y de ambos lados hay defensores de estas conductas (o que las minimizan).
La propaganda siempre ha apelado a los sentimientos primarios, no es novedoso que invoquen el odio al otro, la xenofobia, el miedo, la victimización del propio o el maniqueísmo. Lo grave es que, bajo banderas irracionales, grupos cada vez más extensos respalden la intolerancia. No hay mucha diferencia entre López Obrador exigiendo que los profesores no sean evaluados y Taleb aplaudiendo el Brexit: ambos deforman conceptos para sustentar sus argumentaciones no racionales: uno llama justo que se hereden plazas docentes (cosa que no es justa, de forma alguna), el otro llama libertario restringir la extensión del mercado (lo cual es una sinrazón).
Y, aunque no le falta sentido a los defensores del Brexit al criticar el exceso de burocracia de la Unión Europea, eso no hace racional ni congruente su salida; de la misma forma, si bien la Reforma Educativa tiene mucho para mejorar, las exigencias de la CNTE no pretenden corregir errores, sino preservar privilegios. Lo cierto es que en el Reino Unido ganó el Brexit (con todas las terribles consecuencias que ya generó) y en México hay un parte importante de la población que respalda a López Obrador: negarlo es tapar el sol con un dedo, lo que no implica dejar de señalar que, afortunadamente, la posición pejista no es mayoría en nuestro país.
El Brexit es un disparate, las pretensiones de la CNTE también, a Podemos los electores le desinflaron su discurso de extrema izquierda, pero un fantasma recorre el mundo, el espectro del radicalismo (y sus sacerdotes usan hábitos tanto progresistas como conservadores): si este escenario le recuerda, estimado lector, el previo al ascenso de Hitler al poder, es porque desgraciadamente las situaciones se parecen mucho…