Llegamos a la explana municipal, tal y como quedamos pero, extrañamente, Arturo López, el principal promotor de la visita al plantón, no había hecho acto de presencia. Como ya se estaba haciendo tarde, hasta pensamos en dejarlo e irnos nosotros.
Por fortuna, unos cuantos minutos después, llegó corriendo y venía feliz, radiante, con una sonrisa de oreja a oreja que no podía ni pretendía ocultar.
De inmediato, antes de ni siquiera saludarnos, abrió su carpeta y, con verdadero orgullo, nos mostró su nombramiento como flamante Coordinador de la Oficina de Migrantes del Municipio de Ecatepec, firmado por el mismísimo presidente municipal José Luis Gutiérrez Cureño.
Hasta entonces, entendimos por qué se había tardado y ya no hubo forma de reclamarle sino que, aun, nos dimos tiempo para felicitarlo por su nuevo cargo y le deseamos la mejor suerte del mundo.
Sin duda, Arturo era el indicado para ese puesto. De joven, se había ido “de mojado” a los Estados Unidos y le había tocado sufrir las consecuencias de querer vivir el sueño americano, pero logró llegar, se puso a trabajar, de lo que fuera, y se hizo residente norteamericano. Por lo tanto conocía, porque lo había vivido en carne propia, el vía crucis de nuestros paisanos, y hermanos centro y sudamericanos, que intentan llegar “al otro lado”, a veces, muchas veces, a costa de su vida.
Horas después, ya estábamos en el plantón de López Obrador, instalado en el Zócalo de la Ciudad de México.
Cuando muchos pensaban que el PRD ganaría, de calle, la presidencia de la República y en nuestro municipio, Ecatepec, por las mismas razones de siempre, perdería, sucedió lo contario: ganamos en las elecciones que se realizaron el 11 de marzo de 2006 y no nos quedaba ninguna duda de que en buena medida, nuestro triunfo se debía al efecto López Obrador.
Lo menos que podíamos hacer, en lo que tomábamos posesión, era apoyar el plantón que se había instalado desde el zócalo hasta el Paseo de la Reforma; por supuesto, ante la incomodidad de miles de ciudadanos y, sobre todo, afectando a empresarios y comerciantes de esa zona pero, sobre todo, a las buenas conciencias de nuestro país, cuyo principal vocero, las televisoras, no dejaban de denostar a AMLO y acusarlo hasta de que la selección nacional hubiera sido eliminada en octavos de final durante el Mundial de futbol en Alemania.
Sin embargo, como nosotros lo veíamos, era una forma de encauzar el descontento por el fraude pues, de otra manera, la gente tomaría otras medidas que podrían conducir, no sé, a la rebelión, a un levantamiento y, quién sabe si a la revolución; eso sí, pasando por la represión, porque no hay gobernante que resista la tentación de reprimir a su pueblo y, en este caso, Vicente Fox, principal interesado en detener el avance de AMLO, no tendría por qué ser la excepción.
Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Arturo, los demás compañeros y yo, nos pusimos a platicar sobre el tema y uno de ellos preguntó si era posible que el gobierno federal levantara el plantón, por la fuerza, y se llevara presos tanto a los principales dirigentes lopezobradoristas, así como a la gente que ahí se encontraba.
De inmediato, Arturo tomó la palabra y, en su tono acostumbrado, dijo:
- Bueno, a mí no, porque soy ciudadano norteamericano y, si el ejército me quisiera reprimir, sacaría mi green card y le diría; “a mí no me puedes tocar, porque si me tocas a mí, es como si tocaras a Bush”.
- O mejor aún -dijo-. Sacaría mi nombramiento y le diría: “a mí no me puedes tocar, porque si me tocas a mí, es como si tocaras a Cureño”.