La virtual victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos ha puesto felices a muchos empresarios, que esperan que el demócrata estadounidense influya para que en México se aplique una política que priorice los proyectos de energías limpias con plantas eólicas y solares, aun cuando ya el Gobierno de la Cuarta Transformación está impulsando la generación de energías amigables con el medio ambiente con plantas hidroeléctricas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
La política para aumentar la creación de energía eléctrica limpia a través de hidroeléctricas que tiene la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, no choca con los planes ambientales del próximo jefe de Estado estadounidense.
En México hay 86 centrales hidroeléctricas pertenecientes a las CFE con una capacidad total instalada de 12,642 MW, los cuales generaron 31,848 GWh durante 2019, equivalentes al 16 por ciento de la generación total durante ese año.
La electricidad generada por las hidroeléctricas está considerada como fuente de energía limpia, ya que en sus procesos prácticamente no se genera CO2. Este tipo de generación contribuye a perseguir las metas de creación de energía Limpia establecidas en ley para el país que deberán ser de 30 por ciento para 2021, 35 por ciento para 2024, 40 por ciento para 2036 y 60 por ciento para 2050.
La actual administración Federal, en cooperación con la empresa canadiense Hydro-Québec, acordaron en diciembre de 2018 llevar a cabo la rehabilitación de 60 plantas hidroeléctricas de México, con el objetivo de producir energía eléctrica limpia y a menor precio.
El costo financiero de rehabilitar las hidroeléctricas es más bajo que el de construir eólicas, debido a que las plantas generadoras de electricidad por medio de la caída de agua que son propiedad de la CFE ya están en funcionamiento y la mayoría ya no tiene adeudos bancarios, mientras que las que producen fluido eléctrico por medio del viento tienen que pagar créditos con instituciones financieras y la banca de desarrollo.
Las plantas eólicas que se han construido en México en general son a petición de consumidores particulares y concesiones a corporativos privados, en su mayoría extranjeros, y cuentan con tarifas subsidiadas para la transmisión y distribución de la energía eléctrica que producen por parte de la Comisión Federal de Electricidad.
Los generadores eléctricos privados con fuentes limpias no pagan el respaldo ni la estabilidad de las redes de transmisión y distribución, ni las afectaciones a transformaciones cuando transportan su energía con la infraestructura de la CFE.
La secretaria de Energía, Roció Nahle, informó el pasado 18 de mayo que la generación en México de energía limpia se distribuye de la siguiente manera: geotermia 1.2 por ciento, nuclear 2.0 por ciento, solar 4.3 por ciento, eólica 7.5 por ciento y la hidroeléctrica del 16 por ciento.
La electricidad producida en centrales hidroeléctricas aparte de ser una energía amable con el medio ambiente, es continua, es decir, no se para el proceso como si sucede con las plantas eólicas y solares que detienen su proceso cuando no hay aire o sol, por lo que se tienen que usar otro tipo de generadores como son las plantas de ciclo combinado o termoeléctricas para que no se detenga el servicio.
La diputada federal Dolores Padierna señaló el pasado 25 de mayo que las empresas privadas que generan energía eólica y solar reciben del gobierno federal, vía subsidios, alrededor de 160 mil millones de pesos anuales, “bajo contratos sucios y que tampoco son tan baratas como se presume”. Dice Padierna: “al pararse la actividad económica se detuvo también la demanda de electricidad y no se puede generar más electricidad de la que cabe en la red porque revienta, pero tampoco se puede producir menos porque si baja el voltaje hay que parar centrales eléctricas”. Pero la Ley que se impulso con la Reforma Energética prioriza a la red las energías producidas por los privados en detrimento de las producidas por la CFE.
El gobierno de la Cuarta Transformación no es muy partidario de la construcción de plantas eólicas por parte de inversionistas privados y de que estas sean manejadas por particulares, y tampoco está muy convencido de la forma de financiamiento de las obras donde muchas veces la empresa concesionaria solo aporta un 30 por ciento de capital de riesgo para el proyecto, mientras la mayor parte proviene de la banca de desarrollo.
La apuesta de la actual administración es la de generar energías limpias a través de las plantas hidroeléctricas ya existentes y que son propiedad de la Comisión Federal de Electricidad y este tipo de generación de electricidad de ninguna manera choca con la política ambientalista que impulsara el próximo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.
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