No es un sinsentido afirmar que la educación pública primaria y secundaria es carente, carece de calidad, de conducción, de proyecto, de instalaciones apropiadas, entre otras cosas. El gobierno y sus mensajeros señalan a los maestros como los causantes de la catástrofe, este argumento simplista y mal intencionado es repetido miles de veces en los medios de comunicación de tal modo que la gente lo toma como una opinión propia y se une al linchamiento. Haciendo a un lado la línea gubernamental, ¿por qué la educación es de baja calidad? ¿Quiénes son los culpables de esta situación?
La respuesta es simple; son el gobierno federal actual y los anteriores, al igual que muchos gobiernos locales, que antepusieron el clientelismo y los votos por encima de la formación, vieron en las aulas una mina inagotable de poder, recursos y control político. Como sucede con la pobreza, que por cierto va en aumento, los grandes beneficiarios de la miseria y la ignorancia han sido los políticos y líderes sindicales. Basta recordar que no hace mucho un diario extranjero exhibió las suntuosas propiedades de un ex gobernador del estado que hoy otra vez está en el ojo del huracán: Oaxaca.
A río revuelto, los empresarios, algunos con vocación educativa y otros enfocados únicamente en el lucro, han sacado provecho de la pauperización de los servicios educativos, estableciendo escuelas e institutos privados. Miles de padres y madres destinan un porcentaje importante de sus ingresos para pagar las colegiaturas. Estos mismos padres y madres deberían indignarse con el estado que les quita una parte de sus percepciones por la vía de los impuestos y no les garantiza el derecho a una educación adecuada para sus hijos. Me parece obligatorio al llegar a este punto, señalar que no toda la educación privada es sobresaliente, en el mercado abunda la improvisación y el engaño.
Las medidas que el ejecutivo ha tomado en los últimos días, no garantizan de ninguna manera estar en el camino que nos lleve a la excelencia educativa, son acciones que demuestran la ausencia de un mensaje que convoque y convenza, es el uso de la fuerza para acabar con la disidencia, es aquello de que la letra entra con sangre. Se equivoca el Presidente, ninguna medida será suficiente mientras la corrupción, la desigualdad y la pobreza sigan en aumento.
Por último, aquellos funcionarios, diputados y senadores que se pronuncian con vehemencia a favor de la evaluación docente, deberían poner el ejemplo y someterse a una evaluación ciudadana y en caso de no aprobar ser separados del cargo, consecuencia similar a la que están expuestos los maestros.