Un ancla encepada es peor que la más falaz de las falsas esperanzas que jamás embaucaran a los hombres o a las naciones dándoles sensación de seguridad.<br><br>
Joseph Conrad
Cuba, la esclava orgullosa,<br>alzándose formidable<br>con empuje soberano,<br>romperá un día su cárcel;<br>porque hay plomo en sus montañas;<br>porque hay acero en sus valles,<br>porque en sus campos hay pueblo,<br>porque en sus venas hay sangre.
Luis Muñoz Rivera
Una nueva era en la relación bilateral con Estados Unidos ha iniciado. Y ello no se debe solo a que Joe Biden inaugurará hoy su cuatrienio.
Transita, más bien, en que López Obrador retoma el legado echeverrista de hace medio siglo, apelando el espíritu antiyanqui. En los anales de la historia —de la cual nuestro presidente dice abrevar— ese sentimiento también tiene raíces en la más rancia Cuba castrista. Es una cuestión ideológica a partir de la cual Andrés Manuel nuevamente intentará victimizarse.
Fidel Castro lo hizo en su momento, ahora la 4T buscará que enemigo común provoque la unión del pueblo de México que el mismo régimen se ha encargado de dividir.
¿Complicado? Sin lugar a dudas. ¿Imposible? Dependerá de la virulencia del ataque del gobierno lopezobradorista al de los Estados Unidos, así como de la actitud hacia con México de las autoridades estadounidenses.
Será, eso sí, un intento que esperamos no prospere dados los amplios lazos sociales y nexos comerciales que unen a los dos países, incluyendo los 36 millones de connacionales quienes viven allende del río Bravo.
Últimamente se han tenido provocaciones, encontronazos del gobierno federal con la administración entrante encabezada por Joe Biden; actos donde la diplomacia ha sido escasa. Pero la última provino de uno de nuestros órganos constitucionales autónomos, que de independiente del titular del ejecutivo federal ha probado no tener mucho.
Alejandro Gertz Manero dice de forma pública que en la DEA hay locos y farsantes, mientras defiende la inocencia del general en retiro Salvador Cienfuegos. No deseo abogar por la honorabilidad de la oficina antinarcóticos de los Estados Unidos, mucho menos sostener que el general estuviese implicado con el crimen organizado. Pero hay cosas y expresiones que, en una sana relación binacional, no se dicen en público. Menos aún si no se tienen las pruebas de ello y se es autoridad.
Me temo, además, que la actitud que ha adoptado el gobierno mexicano para con el estadounidense no es la de un juego de fuerzas y dignidad. Resulta más bien el objetivo de imponer una narrativa antiyanqui entre los mexicanos; una visión trasnochada de la Latinoamérica de los 70s.
Si estos desplantes significaran medir tamaños con objeto de que Estados Unidos no se aproveche de su socio comercial, y tener una baza para enfrentar de forma más pareja los asegunes del TMEC, todos los desplantes no serían tan malos. Pero tal pareciera que ese no es propósito que AMLO tiene en mente.
Desafortunadamente este generar pleitos y provocar fricciones con nuestro vecino del norte resulta de un fuerte ingrediente ideológico.
El objetivo del ejecutivo federal es provocar y fomentar una sentir anti estadounidense que va más allá de una relación política, global y de medición de fuerzas. Se trata de un esquema conceptual de cómo quiere López Obrador que México vea al mundo y en particular a los Estados Unidos.
Esa narrativa que busca establecer Andrés Manuel para con los EEUU no era tan urgente cuando Donald Trump ocupaba la presidencia, ya que dicho mandatario también trabajaba en ese sentido.
Hasta ayer imperaba en Washington, DC la visión de “primero los americanos”; la de un nacionalismo arcaico. Así, el esfuerzo que hacía López Obrador no requería ser grande porque el ejecutivo de aquel país hacia lo propio: tener un pensamiento anti-mundo.
El empecinamiento en provocar un pleito entre USA y México ahora resulta un ingrediente fundamental para establecer un sentimiento en contra de todo lo que significa capitalismo, globalización, neo-liberalismo, energías limpias, etcétera.
Eso es lo que necesita hacer para crear una transformación hacia un México completamente nacionalista.
Claro, el costo —lo sabemos— sería desastroso para México. En una economía globalizada, tendríamos mucho por perder y francamente nada que ganar. Pero es probable que la lectura de López Obrador sea distinta.
Su pensamiento se parece más a la de otros líderes que han habido en la región latinoamericana: provocar encontronazos para luego poder romper relaciones y victimizarse de los mismos. Decir que el imperio estadounidense los está amordazando. Sí, bajo esa perspectiva estamos ante un espejo oxidado de Cuba.
De esta forma, el discurso de combatir la pobreza, fomentar el bienestar, la equidad, no es del todo cierto. Prioritario es malograr un sentimiento nacionalista. El que haya pobres en México (que los hay y cada día más) justifica romper con la inversión extranjera y violar los acuerdos jurídicos; todo so pretexto de que eran malos para el país (siempre afirmado, pero probado nada).
Obviamente, herramientas y mecanismos como el TMEC y un sinfín de contratos y convenios estorban a la mencionada perspectiva ideológica. Por eso mismo, la 4T continuará minando todos esos instrumentos.
Resulta distinto que AMLO ponga sus límites y condiciones en la relación con EEUU para forzar que el vecino sea más equitativa o justo, que encarecer la relación, hacerla más ríspida, para lograr un rompimiento.
Espero me equivoque y no sea lo segundo. Y que el espejo donde nos reflejemos en nuestra relación con los Estados Unidos se asemeje más a la de un país que se llama amigo de todas las naciones y no la que ha tenido Cuba por tantos con los estadounidenses.
Algún lugar cercano al sol