Si la libertad significa algo, (ese algo) es decirles a los demás aquello que no quieren oír 

Orwel

La disputa por el control de Morena está en marcha. No se disputa el partido, se disputa la presidencia de la República en 2024.

De quien salga ganador, o a quien hagan ganador, dependerá el nombre del candidato o candidata que aspire a suplir a Andrés López Obrador en la máxima magistratura.

Hay que decir en este punto que la elección del candidato presidencial en Morena será una elección centralizada. Como en los viejos tiempos, con tapados y tapadas.

Lo que más llama la atención entre los aspirantes a la dirigencia de Morena es la ausencia de una propuesta que haga de esa masa gelatinosa un auténtico partido, con principios y doctrina.

Un partido moderno, democrático, tolerante, incluyente, y con un proyecto nacional de mediano y largo plazo.

Y no el partido de ahora, cuyas acciones y políticas de gobierno son las mismas que pusieron en marcha gobiernos del PRI, PAN y PRD. Hace falta una doctrina que haga la diferencia con el pasado y con sus pares, los demás partidos.

Hay que precisar, y nadie objetará mi dicho, Morena no tiene un proyecto de gobierno con el presidente Andrés Manuel López Obrador que no sean ocurrencias sobre temas de coyuntura.

El proyecto, en caso de haberlo, es AMLO y sus creencias y obsesiones. El mismo Morena fue levantado con base en sus necesidades y fines. Finalmente se logró la transición a la izquierda, pero es posible que estemos ante una transición sin democracia.

¿Qué se disputan los aspirantes a la dirigencia? Los cientos de millones de pesos de prerrogativas y la decisión sobre los puestos de elección popular. Aunque también es cierto que todos son sabedores que de ganar, su papel será de delegado. No de presidente. Las decisiones seguirán centralizadas en Palacio Nacional

¿Quiénes son los precandidatos? Su nombre se encuentra en el cuchicheo de todos. Se mencionan tres, pero el número se reduce a dos. El Plan A y el Plan B. Por aquello de las contingencias. Tampoco se ve que se vayan a sumar aspirantes nuevos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador no querrá dejar su proyecto de transformación al garete de cualquiera. Es en este punto donde la pinza inmisericorde se cierra sobre dos personajes. No en tres.

Los aspirantes son, en orden de procuración al día de hoy, Marcelo Ebrard, el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La dependencia menos complicada. Su colocación allí, se ha especulado, es una manera de ponerlo a resguardo del campo minado de la politiquería del día a día.

Ebrard no ganó en las urnas, su puesto es por designación. Sin embargo, hay que decirlo también, se trata del político mejor dotado del gabinete. Como López Obrador, en su día fue electo jefe de Gobierno de la Ciudad de México. La gobernanza más complicada de cuantas haya en el país.

Si en la elección en curso se da por ganador a Mario Delgado, téngase la seguridad que el tapado se llama Marcelo Ebrard. Es muy posible que entonces sí se tenga un gobierno de izquierda democrática.

Los grandes cambios en la Ciudad de México, los calificados como de izquierda progresista, no se hicieron con Obrador. Los impulsó su sucesor.

Hay un dato que no se puede perder de vista, para muchos tal vez se trate de algo reducido al anecdotario, pero no creo que para López Obrador. Ebrard fue el único funcionario perredista de los electos en 2006 que nunca se reunió con Felipe Calderón, el presidente “espurio”, y se mantuvo leal con la derrota de López Obrador.

En segundo término (o tal vez en el primero, aquí entran en pugna muchas variables) se encuentra la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Igual que el presidente, y su contrincante de gabinete, ganó en las urnas el puesto más complicado de gobernar.

Previamente ganó y gobernó la todavía denominada delegación Tlalpan. Es una mujer moderada, que finca toda su fortaleza política en su lealtad al presidente. Nunca sonríe. Pero en un arrebato impredecible fue la primera en Morena que tuvo el valor de contradecir en público a López-Gatell, que es hacerlo contra el presidente.

Fue en aquella administración de Sheinbaum, bajo las siglas del PRD, cuando directivos del Colegio Enrique Rébsamen hicieron las gestiones y obtuvieron de la delegación los permisos correspondientes para remodelar el inmueble, y por cuya causa murieron 19 menores y 7 mayores, en el sismo de hace tres años.

De ser electo en Morena Porfirio Muñoz Ledo, ese partido no sólo tendría un dirigente que le puede dar dirección, identidad y vida propia, sino que estaría asegurada la designación de Sheinbaum como candidata presidencial.

Pero si la “ganadora” resulta ser la señora Yeidckol Polevnsky Gurwitz, la secretaria general, será indicativo que la indecisión sigue rondando en Palacio.

En mi concepto, Ebrard puede correr con la misma suerte de su principal mentor, Manuel Camacho Solís. Sus grandes virtudes se pueden traducir en sus mayores desventajas.