(Antes de empezar esta columna, quien esto escribe subraya que Félix Salgado Macedonio merece ser procesado penalmente por violación, y lamenta que los testimonios de las víctimas no sean suficiente para que el guerrerense [o sea quien sea] pierda todo su capital y apoyos políticos. Pero el tema hoy es la decisión del INE sobre la fiscalización de su precampaña).
Lo sucedido hace unas horas en el Consejo General del INE, como casi todo en política, se presta para muchas lecturas, y cada quién lo interpretará de acuerdo al agua que necesite su molino.
Según convenga, algunos verán en la cancelación de la candidatura de Félix Salgado Macedonio una muestra de que el INE es un organismo valiente, y de que en México todavía existen los contrapesos pese a que AMLO insiste en destruir el andamiaje institucional.
Otros, por su parte, tendrán una razón más para desconfiar de las autoridades electorales y arengarán que el INE una vez más carga contra la cuarta transformación, cuando nunca ha tocado los intereses del prianato.
Quien esto escribe, por ejemplo, tiene la siguiente lectura: el INE es y ha sido un organismo de decisiones viscerales que, curiosamente, casi siempre perjudican a los contrincantes del poder real, a los periféricos, a los que más podrían afectar el status quo.
Y, sin embargo, este mismo INE históricamente parcial ha hecho anoche justo lo que más convenía a una Morena cada vez más cómoda ejerciendo el poder desde el centro.
Con Félix Salgado Macedonio fuera de la boleta, Morena se quita un gran peso de encima y la llamada 4T se ahorrará años y años de protestas justas contra una persona a todas luces culpable de violación. Tremendo favor el del INE.
AMLO no es el político hegemónico, como muchos creen
Y hay, además, una segunda lectura que casi nadie querrá reconocer: AMLO no ejerce el poder hegemónico que muchos dicen, ni es un peligro para la democracia.
El partido de AMLO tiene que jugar con las mismas reglas que los demás e incluso ser más cuidadoso en las formas y procesos, o pierde candidaturas.
AMLO no puede imponer una ley, como la de la Industria Eléctrica, sin que el Poder Judicial tenga su postura y obsequie una oleada de amparos a empresas particulares.
AMLO no es, ni de lejos, el político más poderoso de las últimas décadas (ese es Enrique Peña Nieto, pero eso lo veremos en otra ocasión).
AMLO es, pues, un político que logra lo que puede con las mañas que tiene y llega hasta donde los demás le permiten, igual que el resto de los políticos. Lo demás son alucinaciones de sus adversarios.
Finalmente, y con toda desolación, hay que apuntar que en este momento del proceso electoral no sabemos a bien si un violador será gobernador; en este punto, un violador simplemente la tiene más difícil para ser gobernador, pero el TEPJF todavía puede favorecerle y regresarle la candidatura.