Un amigo me hizo pensar en la importancia de los libros en mi modesta vida. Se trata de un juego en las redes sociales en la que alguien te reta sobre determinada cuestión. En este caso tenía que publicar la imagen del libro que mayor impresión haya causado en mi vida. Humanamente es imposible de hacer, por lo menos para mí. Por ejemplo, uno se acerca a los clásicos griegos y todos son asombrosamente reveladores, no del mundo de hace dos mil años, sino del presente nuestro.
La Caverna, de Platón, me parece una metáfora maravillosa para explicar lo secreto de lo humano. Hay de ella una mil derivaciones didácticas; retomo la de Vargas Llosa en uno de sus libros. Se trata de tres jóvenes universitarios que emprenden la Revolución. Al poco de iniciada, surge la inconformidad de uno. Hace muchos cuestionamientos. Como las decisiones son por asamblea, pierde en las votaciones. Las cosas se complican. La Revolución esta en riego. El asunto se somete a discusión. Por mayoría de votos la asamblea determina el fusilamiento de contrarrevolucionario. Se le ejecuta y cuando cae muerto, sus compañeros dicen: “la Revolución ha dado un gran paso”.
En La Caverna, de Platón, hay tres personas encadenadas en una caverna. Nunca han salido. Viven de espaldas al hueco de la entrada. Sólo miran en el frente el reflejo de unas llamas. De pronto, uno de ellos dice que ese no es el mundo. El mundo está afuera. Sus compañeros, primero, lo ignoran, después tratan de sosegarlo. No hay más mundo que el suyo, le dicen. Pero él persiste en que hay un afuera, con sus ríos, montañas, el canto del pájaro, la noche, los amaneres, la puesta del sol. Escapa y recorre las colinas; experimenta la libertad. Regresa a la caverna por sus compañeros. Los libera de las cadenas. Ellos se sienten amenazados. Entonces, ya libres, lo matan. Es Platón; quien receló de los poetas, a quienes vio como fuente de corrupción de la juventud. Los expulsa de su República.
Aristóteles, el mayor crítico de Platón, dice que su República es falsa, por irrealizable. Aristóteles, quien antes de emitir opiniones de política estudió 158 constituciones de 158 ciudades, afirma en su Política que la única manera del “gobernante (de aprender la virtud de gobernar) es obedeciendo como gobernado”. Se aprende “como se aprende a mandar como general obedeciendo bajo de un general”. “No se puede mandar bien sin haber obedecido”.
El buen ciudadano debe tener la capacidad tanto de obedecer como de mandar. La prudencia es la única virtud característica del buen gobernador. Además de que la mayoría de las fechorías de los hombres tienen por causa la ambición y la avaricia. Los demagogos con el deseo de agradar al pueblo práctica una política de confiscación por intermedio de los tribunales.
O este pasaje de Heródoto. “La costumbre más infame de los babilonios es ésa. Toda mujer natural del país debe sentarse una vez en la vida en el templo de Afrodita y unirse con algún forastero. Muchas mujeres orgullosas por su opulencia, se desdeñan de mezclarse con los demás, van en carruaje cubierto y quedan cerca del templo; les sigue gran comitiva. Cuando una mujer se ha sentado allí, no vuelve a su casa hasta que un forastero le echa dinero en el regazo, y se une con ella fuera del templo".
En el libro tercero del mismo autor. “Nada hay más necio ni más insolente que el vulgo inútil. De ningún modo puede tolerarse que, huyendo de la insolencia de un tirano, caigamos en la insolencia del pueblo desenfrenado. La insolencia, creía quien es tenido como el primer historiador, y la envidia son innatas en el hombre (que gobierna), y teniendo estos dos vicios tienen toda maldad".
De unos juegos entre menores. “Los muchachos de la aldea, entre los cuales estaba uno (muy avispado), mientras jugábamos me alzaron por rey, pues les pareció que yo era el más capaz de serlo. Todos los otros niños obedecieron mis órdenes; éste no me hacía caso ni quería obedecer hasta que recibió su merecido”.
O la elegancia y precisión en su descripción del cocodrilo, que ya quisiera el más moderno de los naturalistas de la mejor universidad del mundo.
“La naturaleza del cocodrilo es la siguiente: durante los cuatro meses de invierno riguroso no come nada. Siendo cuadrúpedo, es la vez terrestre y acuático: en efecto: pone los huevos y saca las crías en tierra, pasa la mayor parte del día en seco, pero toda la noche en el río, por ser entonces el agua más caliente que el aire libre y el rocío. De todas las criaturas mortales esta es que sepamos, la que de más pequeña se vuelve más grande, pues lo huevos que pone no son mucho más grandes que los de ganso, y el joven cocodrilo sale a proporción, pero crece hasta llegar a diecisiete codos, y más todavía. Tiene ojos de cerdo, y los dientes grandes, salientes y a proporción de su cuerpo. Es el único de los animales que carece de lengua; tampoco mueve la quijada inferior, y también es el único de los animales que acerca la quijada de arriba hacia abajo. Tiene uñas fuertes, y piel cubierta de escamas, impenetrable en el dorso. Es ciego dentro del agua, pero al aire libre su vista es agudísima. A causa de su permanencia en el agua, tiene el interior de la boca llena de sanguijuelas. Así, huye de él todo pájaro y animal, pero está en paz con él el troquilo, de quien recibe beneficios, pues al salir del agua el cocodrilo y abrir la boca (cosa que hace ordinariamente vuelto al céfiro), se le mete en ella el tróquilo y le engulle las sanguijuelas; complacido con el beneficio, el cocodrilo no causa el menor daño al tróquilo”.
“En mi casa, me refugio más a menudo en mi biblioteca, desde donde a la vez dirijo la hacienda. Estoy sobre la entrada y veo debajo el jardín, el corral, el patio, y la mayoría de las partes de la casa. Ahí hojeo, ahora un libro, ahora otro, sin orden ni concierto, de forma deshilvanada; ya sueño, ya pongo por escrito y dicto, paseándome, éstas mis fantasías […] No viajo sin libros ni en la paz ni en la guerra”. Montaigne.