Por más que se le oculte, el país y sus entidades están sumidos en el proceso electoral, cuya consumación será el año entrante, cuando haya renovación de gubernaturas, alcaldías, legislaturas locales y la joya de la corona: la Cámara de Diputados. De su composición dependerá el rumbo que siga el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Si logra conservar la mayoría, sus proyectos no se moverán un ápice, y muy seguramente nombrará al próximo presidente de la República. Pero si pierde la mayoría, el país entrará en un territorio ignoto, con las consabidas consecuencias. Como en todos los gobiernos que se proponen alterar el status quo. Hay malestar y fuerzas de resistencia. La de AMLO es una presidencia sin contrapesos, por la voluntad popular, pero también por una sobrerrepresentación en la Cámara. Hemos visto en una mañanera a un Mario Delgado tragar saliva ante los reclamos del presidente por la morosidad en la probación de leyes. Hay malestar entre la población, derivada de la crisis sanitaria y económica. Hay enojo por el incremento del desempleo formal e informal, ya de por sí precario y mal remunerado. Hay malestar porque la actividad económica se paralizó; y por más que se dice y promete, no repunta, y no se ve cuando. El presidente se dice en paz con su conciencia. Porque se han dispersado apoyos entre los sectores más vulnerables. Afines de marzo, antes de que arreciera el mal, expresó. “Ya empezó la dispersión de recursos (para adultos mayores y niñas y niños con discapacidad), es la población que queremos proteger. Siempre la hemos considerado la población objetivo de bienestar, siempre, y más ahora porque con la epidemia son los más afectados. Ya salieron de la Tesorería de la Federación 42 mil millones de pesos”. Todo eso es cierto. Con la salvedad de que se trata de la población atendida desde antes de la pandemia. Se han incorporado 12 millones de nuevos pobres. Esta población se le ha dejado a la deriva. Veremos cuanto impactan las crisis sanitaria, económica y de salud mental en las elecciones del año entrante, cuyo primer atisbo lo vivimos el domingo.
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En Puebla se rompió el reposo la semana pasada. Los grandes actores de la política local se mueven desde hace meses a instancias del proceso electoral. No son los partidos, son las personalidades. Se trata de las novedades arrastradas por la transición a la izquierda populista o a la democracia plena. Como quiera que califiquen los especialistas el triunfo arrasador de Morena y sus componentes. El programa estelar de Televisa difundió un reportaje sobre un lote de 200 patrullas recién “contratadas”, las que se encuentran depositadas en corralones de la Secretaría de Seguridad Pública, sin prestar ningún servicio. La ciudad de Puebla y sus áreas conurbadas califican índices altos de incidencia delictivos. El gobernador Barbosa sigue el patrón de comunicación del presidente López Obrador. Cayó en la tentación y calificó de “falsedad” lo difundido por la Maerker. Sus imágenes, dijo, correspondían a cuando se recibieron los vehículos. La periodista replicó con nuevos datos. Entonces la disputa derivó hacia los actores políticos metidos en la brega electoral. Se les acusó de estar agazapados en el reportaje. Como en el caso federal, lo que esta en disputa no es la seguridad, es la composición de la próxima legislatura. El gobernador ha declarado que con Morena o sin Morena ganará el Congreso. Los adversarios se mueve en esa misma tesitura. No son los partidos los que buscan su propia bancada, son los personajes. Sabidos todos, incluso el propio gobernador, que de eso dependerá quien sea electo próximo gobernador. La lectura, la gran lectura, es que en esta nueva democracia de izquierda, o como se le denomine, la división de poderes, el origen y sustento de la República, es una quimera.
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“No me deis sutilezas, sino lo que demanda la ciudad”, la cita aparece en la Política de Aristóteles. El pensador griego la hace de Eurípides, quien a su vez la pone en boca de un rey. La máxima se puede aplicar con toda exactitud a los dos años de gobierno de la presidenta municipal capitalina, la señora Claudia Rivera Vivanco. Se trata de un caso singular. Es la primera vez que gana ese puesto un candidato que sale de un partido que abandera el discurso de la izquierda. Le tocó ser la segunda mujer en asumirlo, pero sin la experiencia de su antecesora, y en general de todos los que han pasado por ahí. El de presidente es el segundo puesto más importante después de la magistratura de gobernador. La experiencia es un dato determinante, pues aquí se concentra la cuarta parte de la población de la entidad. Los grupos de poder más exaltados, los de mayor solvencia en la opinión pública, los más influyentes periódicos (en el caso de haberlos), es el asiento de los poderes públicos, de las principales universidades, de la principal industria, hay estudios que indican que campesinos que siguen sembrando milpa con las técnicas de hace quinientos son, a su vez, obreros que califican como los mejores del mundo. Pero también aquí se arrincona la población indígena más numerosa de la entidad, la que concentra los índices más altos de pobreza, marginación, desigualdad y rezago social. Aquí se comenten los feminicidios, trata de personas, entre ellos menores de edad. Puebla es el valle de los baches, con lo cual se define la precariedad que guarda la infraestructura. Ante las fauces del reto, la alcaldesa ha ideado una estrategia publicitaria que le ha redituado en lo político, por lo menos en la opinión pública. Le disputa la popularidad al gobernador; y se ofrece como la verdadera representante de la 4T de la entidad. Con motivo de su segundo Informe ponderó sus acciones a favor de los derechos para la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, trásgénero e intersexo (independientemente de lo que eso sea y no obstante su valor humanitario), lo cierto es que nada de eso tiene que ver con lo protestó respetar y hacer respetar. Si el 115 Constitucional no se ha modificado, los alcaldes tienen obligaciones con el agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de sus aguas residuales; el alumbrado público; Limpia, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de residuos; mercados; panteones; ratros; calles, parques y jardines y su equipamiento; y seguridad pública. Pero como en el caso federal y estatales. También la alcaldesa anda en apuros reeleccionistas.