El senador Gustavo Madero lo dijo sin tapujos, refiriéndose al zafarrancho que protagonizó en la tribuna del Senado en un intento de impedir la toma de protesta de Rosario Piedra como presidente de la CNDH: “solo así podemos hacer visible el desaseo que manchó este nombramiento”. En otras palabras, lo que Madero externó fue la decisión del PAN de escalar su oposición a todo lo que hacen el Presidente Andrés Manuel López Obrador y MORENA, hacerse notar, aún a costa del escándalo y el escarnio.

La intención panista es clara y tiene un objeto preciso: erigirse como el principal o único opositor al régimen obradorista. Y sí, el PAN está llenando el vacío de la oposición política. Luego de la derrota absoluta del PRI, el propio PAN y el PRD en 2018, el sistema político se quedó sin oposición ante el predominio abrumador de MORENA. Los partidos arrasados lucían extraviados y debilitados al extremo, así siguen, aunque el PAN parece decidido a asumir una estrategia contestataria consistente y radical, basada en una descalificación estruendosa de las acciones del gobierno de López Obrador.

El proyecto del PAN tiene lógica y es natural que sea este partido el que busque revertir la diáspora opositora que provocó el tsunami de 2018. Porque el PRI, a pesar de contar con 12 gobernadores, parece liquidado, su desprestigio es inmenso y casi todos sus liderazgos tienen cola que les pisen, nomás no se ve por dónde pueda asomar la cabeza. En cuanto al PRD, sencillamente ya no existe como tal, seguramente se extinguirá oficialmente en las elecciones del 2021. Movimiento Ciudadano, por su parte, solo tiene fuerza regional.

Desde luego hablamos de oposición política, porque la oposición social, sindical y empresarial, desde julio de 2018 se ha desvinculado de los partidos opositores para intentar abrirse camino ante el poder tan amplio del gobierno de AMLO. Es en este escenario en el que el PAN, a juzgar por sus movimientos recientes, se ha decantado por jugar el papel de opositor recalcitrante, el rol del borracho pendenciero en la cantina donde nadie más molesta al jefe.

Podemos identificar tres actos recientes del PAN que apuntan en esta dirección. Primero, la condena de sus diputados a la actuación del gobierno de AMLO en torno al culiacanazo, utilizando sin ningún empacho la tribuna de la Cámara de Diputados, durante un intenso debate sobre una reforma hacendaria, para culpabilizar a López Obrador por lo ocurrido. Los diputados panistas no sintieron la menor vergüenza por el hecho de que el gobierno federal de su partido, encabezado por Felipe Calderón, fue el que metió al país en la sangrienta guerra contra los carteles de la droga; sin pudor, el PAN decidió capitalizar este episodio para hacer ruido, plantarse como opositor frontal de López Obrador.

El segundo acto del PAN, fue en el proceso de nombramiento de la presidenta de la CNDH. Se fueron con todo contra Rosario Piedra, Ricardo Monreal, MORENA y López Obrador. Olfatearon que las inconsistencias del proceso les daban la oportunidad de volver a presentarse como los campeones de la oposición radical contra el gobierno de AMLO y la hegemonía morenista, y lo aprovecharon al máximo. Llevaron su crítica hasta el límite del escándalo y la ruptura, y continúan la jugada con el anuncio de que sus gobernadores y alcaldes desconocerán a Rosario Piedra y las recomendaciones de la CNDH. El hecho de que Monreal y Alejandro Encinas caigan en el juego panista y amenacen con juicio político para sus gobernadores, demuestra que el PAN está teniendo éxito en su estrategia.

El tercer acto panista es su postura en la negociación del Presupuesto 2020, donde han presentado las críticas más severas y han señalado las deficiencias más evidentes de la estructura y el cuadro de prioridades del gasto público de AMLO para el próximo año. Han capitalizado astutamente las divisiones al interior de MORENA, para descalificar diversos rubros del Presupuesto y enviar guiños a la oposición social, sindical, empresarial. Ante el bloqueo de la Cámara de Diputados por parte de campesinos, el PAN arriesga la apuesta de no asistir a una sede alterna para la sesión de aprobación del Presupuesto, lo cual nuevamente lo coloca como el opositor político único y, gran paradoja, acusa a MORENA y a AMLO de querer aprobar el gasto público de espaldas al pueblo, en lo oscurito.

Seguramente será el PAN el principal opositor político en las elecciones de 2021 cuando se renueve la Cámara de Diputados y 15 gubernaturas, en la consulta de revocación de mandato de López Obrador en 2022 y en las elecciones presidenciales de 2024. No le cuesta trabajo al PAN jugar este papel, porque es el opositor natural de López Obrador: el PAN es el partido de la derecha tradicional, doctrinaria y excluyente, y le apuesta a constituirse en el centro de gravedad no solo de los sectores más conservadores de la sociedad, sino de aquellos que, necesariamente, se desencantarán del gobierno de AMLO.

Ahora bien, estas acciones del PAN son condiciones necesarias pero no suficientes, porque tendrá muchas dificultades en su afán de ser opositor único y eficaz. Le sigue pesando mucho el desprestigio que acumula por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, así como por su complicidad en estrategias de corrupción y derroche, como los emblemáticos “moches”, por mencionar un caso menor de corrupción panista. Su dirigencia tiene un perfil bajísimo, su presidente nacional no tiene ni pizca de carisma, liderazgo o credibilidad. Sus cuadros históricos ya no tienen fuerza ni interés en apuntalar al partido, además, están perdiendo espacios importantes de poder como ocurrió recientemente con la derrota en Baja California, estado emblemático porque fue el primero que se le arrebató al otrora todopoderoso PRI.

Pero existen muchos factores que pueden alinearse a favor del PAN: sus vasos comunicantes con la derecha más organizada del país, con amplios sectores de la iglesia católica, con importantes sectores de pequeños empresarios agrupados en la COPARMEX, con organizaciones civiles derechistas pero influyentes, con ríos de priistas huérfanos, entre otros, que pueden darle mucho aire si AMLO y MORENA lo subestiman.

Todo sistema político requiere una oposición identificada. Toda democracia necesita contrapesos y contrastes auténticos para construir acuerdos, legitimidad y gobernabilidad. La pregunta es si, para el México de hoy, la del PAN sería la mejor oposición. Parece que no, pero, como dirían los campesinos a los que ni ahora ni nunca, desde el gobierno de Lázaro Cárdenas, se les ha hecho justicia: “con estos bueyes hay que arar”.