A consecuencia de la permanencia en la presidencia de México de Santana, Juárez y de Porfirio Díaz, México institucionalizó la no reelección, los cuatro años de gobierno resultan insuficiente para cumplir con los proyectos de un presidente, esa ha sido la justificación de la reelección en los Estados Unidos, que amplía el periodo de gobierno a otros cuatro años, también en México, la duración en el poder fue de cuatro años, a consecuencia de la revolución se institucionalizó la no reelección, pero desde el presidente Lázaro Cárdenas se amplió el periodo a seis años, conservando el principio de no reelección.
En Mesopotamia los babilonios, de donde heredamos la tradición de los carnavales, en esas fiestas elegían al rey feo, quien sería el rey del Carnaval, pero que asumía realmente las funciones de rey y el monarca realizaba tareas de sirviente al servicio del rey del carnaval, al terminar el rey feo era sacrificado, los babilonios sabían que ningún hombre que había disfrutado las mieles del poder, podía seguir viviendo sin él, por eso en los carnavales, se conserva simbólicamente la tradición de la quema del rey feo.
Para Trump, con el perfil egocéntrico que le caracteriza, su no reelección es un golpe mortal a su vanidad, nunca se preparó para aceptar que su pueblo lo repudiara, al que por cierto, nunca percibió más allá de una masa amorfa, que le celebraba sus desplantes insolentes, en realidad, nunca se asumió como presidente de los Estados Unidos, se sintió como el monarca más poderoso del mundo, por ello, perder ese inmenso poder es un golpe, que difícilmente podrá asimilar.
En su momento trascendió, que el presidente Miguel de la Madrid, preparó a su familia y él mismo, con apoyo sicológico y de especialistas para su retiro del poder y, lo hizo con sabiduría y dignidad.
La predisposición a la reelección es un tema de madurez personalísimo de los hombres – y ahora también de las mujeres – del poder.
La permanencia en el poder, en cualquier grado de su ejercicio, no es un tema menor, si hasta los directores o incluso hasta los jefes de departamento, que por el cambio de partidos o personajes en el gobierno tienen que renunciar, lo resienten y en no pocos casos no lo superan.
Cuando se asume un cargo con una verdadera vocación de servicio, durante él, se hace el mayor esfuerzo para cumplir con metas y trascender, conscientes de la temporalidad de una responsabilidad efímera, que su oportunidad termina y no hay repetición, pero cuando se asume como tributo a su persona y vanidad, cuando se ejerce, como lo hizo Trump, resulta difícil de superar y se hace el mayor esfuerzo por aferrarse al poder, es vergonzoso, es lamentable, su descredito, su aferramiento evidencia la añoranza de los abusos del poder, me pregunto, que será más doloroso, para Trump, perder su cetro y corona imaginarios, el tormento de adivinar que todos lo miran con el mismo desprecio y desatención con que los gobernó o la humillación ante la mirada compasiva y el reproche silencioso de Melania. Para dejar de ser, se necesita mucho más valor, que el que se necesita para llegar a ser.