La situación en Catalunya es muy clara: la política ha fallado. El Presidente de la Generalitat Artur Mas es un mal político. Pero posiblemente sea aún peor político el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy. Ninguno de los dos se ha querido escuchar y han llevado la situación al extremo, arrastrando a los dos ?bandos? a la exageración y los despropósitos. La política debe solucionar problemas y buscar el bien para la ciudadanía, y no escudriñar la realidad para generar problemas. El objetivo de Artur Mas siempre ha sido claro, y ha actuado en consecuencia, pero Mariano Rajoy, con su juego, se ha metido voluntariamente en la boca del lobo. La derecha, y en concreto el Partido Popular, ha jugado siempre con el enfrentamiento con Catalunya. El Madrid-Barça es el mejor ejemplo en todos sus niveles. Tener una gran presencia nacionalista catalana aseguraba muchos votos de derechas a nivel nacional para el PP, pero este juego kamikaze ha acabado por explotar.

No deja de ser paradójico que en el mundo actual, un mundo cada vez más conectado, más cosmopolita, y al mismo tiempo, más pequeño, y en una zona tan estable como Europa, que busca a nivel global convertirse en una sola entidad política, la Unión Europea, existan estos movimientos independentistas. Euskadi ha buscado su independencia desde que existe prácticamente y en Escocia fracasó el movimiento en las urnas el año pasado, por citar dos nacionalismos relevantes.

En el caso catalán, los sentimientos de orgullo y de pertenencia a una nación en concreto, han sido potenciados y magnificados, en ambos bandos, a través de la política del enfrentamiento, del rencor y de los complejos. Complejos de la derecha y complejos del nacionalismo. Mientras que desde Madrid el gobierno actual ondeaba una bandera con reminiscencias de la dictadura franquista, desde Barcelona parecía que se usaba de modelo a Sabino Arana, demonizando al malvado español.  

Pero el estado español no es ni mucho menos el estado opresor que prohibía el catalán, que perseguía a los autores catalanes o que menospreciaba la cultura y la esencia catalana. Queda muy lejos la época en la que se amenazaba con sacar los tanques a las calles. Y Catalunya tampoco es el lugar en el que sólo te hablan en catalán, o en el que te echan de tu trabajo si no lo sabes hablar. De hecho, vivimos desde hace unos años en el periodo de mayor tolerancia que jamás ha existido en España con relación a los sentimientos nacionalistas. Sin embargo, es en este momento en el que parece que se va a ?romper? el país. ¿Por qué?

Artur Mas ha seguido una hoja de ruta muy bien estructurada, que ha elevado el sentimiento nacionalista en los últimos años y, favorecido por la crisis económica, ha logrado crear un frente común de personas indignadas con la política nacional actual, y de nacionalistas bajo una única causa: la independencia.

Muchos nacionalistas dicen que la independencia no es cuestión de Artur Mas, que él solo ha escuchado a su pueblo. Pero eso sólo es la mitad de la historia. La historia al completo nos revela que mediante técnicas muy estudiadas y concretas de marketing y comunicación política, muchos ciudadanos están viendo la independencia como la mejor y única forma de escapar de la situación que vive el país en estos momentos: desempleo, corrupción, desintegración del estado de bienestar?

Los partidos que abogan por la independencia dicen que con ella se podrá reiniciar el sistema, que no habrá corrupción, que no habrá repartos injustos, oligarquías, que se podrán crear leyes para evitar que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, y hasta que la lacra machista desaparecerá. Sin embargo, no alcanzo a comprender cómo la independencia, realizada y llevaba a cabo por una oligarquía, incluso acusada de casos de corrupción, podrá hacer de Catalunya ese paraíso terrenal.

La campaña electoral que ha concluido hoy en Catalunya ha evitado en todo momento hablar de los temas de fondo. Los partidos políticos han querido hablarle al estómago a los ciudadanos, tanto los nacionalistas como los nacionales. Sin embargo, esta no era una campaña de ese tipo. Recurrir a los mensajes básicamente emocionales ha sido de manual, de consultores y de políticos que no han actuado como deberían. El PSOE, conocedor de que su intención de voto será muy baja, ha hecho una campaña de bajo perfil, prácticamente igual que Podemos. Esta campaña requería seriedad, contraponer puntos, y hablar de los pros y los contras de manera tranquila y sensata. Los catalanes están en su derecho de pedir ser independientes, y nadie fuera de Catalunya tiene ningún derecho a obligarlos a permanecer en un país en el que no quieren estar. Pero esa decisión debería basarse en una comprensión real de la situación, de lo que supone la independencia en términos económicos y políticos, y hasta deportivos, y no exclusivamente en sentirse más o menos españoles, o más o menos catalanes.

El domingo 27S se comprobará el músculo y la capacidad de movilización de las dos opciones. Si, como parecen indicar todos los sondeos, Artur Mas logra su objetivo de aglutinar todo el descontento y el nacionalismo en su opción independentista, lejos de empezar el camino de baldosas amarillas para Catalunya, comenzará un arduo sendero lleno de espinas legales y de baches económicos, que tendrá que superar, para ser algún día legítimamente una nación independiente. Si, por el contrario, la opción independentista no triunfa, sin duda tendrá un grandísimo apoyo, y los partidos nacionales (no digo el gobierno porque en unos meses el Presidente Rajoy dejará de estar en la Moncloa) deberán tomar buena nota y buscar revivir, como puedan, la tercera vía: el estado federal. Porque de lo contrario, puede que en poco tiempo no tengamos el clásico de la liga española, el Madrid vs Barça.