Este 7 de junio se llevarán a cabo las elecciones intermedias en México, tras una cuantiosa inversión en su difusión para promover el voto, la población está llamada a las urnas para elegir la Cámara de Diputados, nueve gubernaturas, así como los congresos y ayuntamientos de 17 estados. En total 15,832 cargos que permitirán establecer una radiografía detallada del ánimo político del país.

Si bien el clima electoral se ha venido oscureciendo por la amenaza de impedir la realización de los comicios en Guerrero, Michoacán y Oaxaca por los maestros del CNTE, que al parecer estaban decididos a boicotear el proceso electoral, el gobierno federal motivado por evitar la confrontación, anunció con todo el desgaste político que esto representa, la posposición de los procesos evaluatorios que son sustanciales en la Reforma Educativa.

También está a discusión la opción de anular el voto, la argumentación en contra cobra fuerza, pues habiendo una pluralidad en los contendientes, con partidos de distintos gustos, sabores y colores, el alto costo que representan este ejercicio democrático para México y sobre todo al esfuerzo y sangre de tantas generaciones para lograr este derecho, es preferible votar a que nuestro voto esté destinado desde su origen a no contar, siendo deber de la ciudadanía defender la democracia y apuntalarla con la fuerza del voto libre, secreto y personal.

Todo indica que el gran ganador de las elecciones será la abstencionismo, estimaciones indican que solo el 40% del padrón registrado acudirá a las casillas electorales, el motivo: un desencanto generalizado ante los desprestigiados partidos políticos, la realidad es que enfrentamos un desánimo colectivo.

Según la mayoría de las encuestas el Revolucionario Institucional tendrá el 34% de los votos emitidos a nivel nacional y continuará siendo el partido con mayor presencia en la cámara de diputados, obteniendo alrededor de 215 curules entre diputaciones directas y plurinominales. Además, por su alianza con el Verde Ecologista mantendrá el control de la Cámara, pero de no obtener al menos seis de las nueve gubernaturas en juego, se gestará un triunfo amargo para el presidente Enrique Peña Nieto, traduciéndose en una pobre legitimización de su gestión.

El Presidente que prometió futuro ha encontrado en el pasado a su peor enemigo, el vibrante impulso con el que el gobierno peñista arrancó su mandato llegó muy pronto a su fin, precipitándose principalmente por un pésimo manejo de crisis en los Pinos. Tras dos años y medio de gobierno, las reformas estructurales ya han sido aprobadas y ninguna ha logrado acelerar los motores económicos. El autoritarismo y la corrupción de altos funcionarios de todos los niveles de gobierno se ha permeado en las redes sociales, infundiendo un encono y rechazo de la sociedad hacía los políticos y sus Instituciones. Aunque México es un socio confiable y sus indicadores económicos ofrecen una estabilidad solida, el crecimiento se arrastra muy por debajo del necesario 5% del PIB que el propio Presidente puso como objetivo. Y no hay indicios de que, con la crisis del petróleo y el débil mercado interno, vaya a mejorar en el corto plazo.

Derivado de ?el error de diciembre? y al impopular pero necesario aumento del IVA, en la historia del México contemporáneo solamente el Presidente Zedillo en las elecciones intermedias de 1997 ha llegado con indicies de popularidad menores a los de Peña Nieto; esta vez resultado de la desaparición de los Normalistas, los escándalos inmobiliarios, cínicos abusos de tráfico de influencia, la peste del narco, capaz de derribar helicópteros militares y poner cerco a capitales como Guadalajara, han enfrentado a México a sus peores fantasmas. En las elecciones de 1997, el PRI recibió una severa tunda perdiendo su papel hegemónico en la política nacional, anticipando su derrota en la elección Presidencial del 2000, una vez más las elecciones para la mayoría de las gubernaturas estarán cerradas, y en el peor de los escenarios el PRI pudiera perder cinco de las nueve elecciones estatales.

Paradójicamente el gran aliado del PRI ha sido la oposición, segregada, hundida en el desprestigio por luchas internas de poderes, convirtiéndose la mayoría de sus dirigentes en sinónimo de corrupción, simulación y frivolidad. Nos encontramos con una izquierda dividida que le resta de manera agobiante sus posibilidades de triunfo, una derecha infartada y servil, un partido gobernante superado por su propia soberbia y minúsculos partidos, algunos además satélites de los grandes, ofreciendo la impresión que solo buscan el beneficio económico de las prerrogativas propias de los Institutos Políticos.

Además de la pegajosa canción del Partido Movimiento Ciudadano, lo novedoso de esta elección son las candidaturas independientes. Fruto de la reforma política promovida por Peña Nieto, por primera vez en su historia los ciudadanos pueden elegir a personalidades ajenas al monopolio del poder, incluso un payaso ?Lagrimita? para la Presidencia Municipal de Guadalajara. En la actual contienda existen 116 candidatos independientes, 22 de los cuales buscan una diputación federal. Jaime ?El Bronco? Rodríguez, candidato independiente al Gobierno de Nuevo León, es su mejor y más brillante representante poniendo con su particular personalidad y estilo, al sistema partidista en jaque. ?El Bronco? no la tiene fácil, aunque aparece ligeramente atrás de la candidata del PRI en las tendencias de voto, pero en empate técnico por el margen de error de las encuestas, la carencia de una estructura partidista, con la nomenclatura de los medios masivos de comunicación en contra y sobre todo sin los recursos financieros de la candidata priista Ivonne Álvarez, hace suponer que será ella la futura gobernadora. Pero de darse, su triunfo supondría un terremoto para la actual estructura del poder. Y la confirmación de que, aunque se desmoronó en los partidos clásicos, el vacío no existe en la política mexicana.

Morena mantendrá su registro como Partido Político pero de confirmarse las tendencias, la apuesta de López Obrador de triunfar en al menos una tercera parte de las delegaciones en la Capital de la Nación se torna como Misión Imposible; el PRD en su peor escenario triunfará en 12 de las 16 delegaciones políticas (en este caso Morena tiene posibilidades en una delegación) y en su mejor en 15, manteniendo Acción Nacional su hegemonía en la Benito Juárez. La experiencia nos dicta que el IEDF enfrentará la acusación de presunto fraude electoral como justificación a la derrota de AMLO.

La corrupción es lo que anima la confrontación entre candidatos en cada una de las entidades y alienta el hartazgo ciudadano, en estas elecciones todos los partidos políticos se olvidaron de los argumentos y se lanzaron sin paracaídas a la descalificación alcanzando algunos la calumnia de sus oponentes, el espionaje se convirtió en parte imprescindible de la estrategia del marketing político, el ciudadano se encontró bajo un ataque intenso mediático repleto de advertencias y acusaciones sobre los oponentes, excelentes promesas de campaña sin ningún tipo de estrategia para lograrlas, como si con solo decretar fuera posible cumplirlas: bajar impuestos, combatir la corrupción, educación de calidad, subir salarios, transporte eficiente, mejorar la economía familiar. Todos saben cómo, pero no lo explican. Todos son honestos, pero no lo prueban.

Un tema de análisis es la transformación en la política nacional, pareciera nos enfrentamos a una ?norteamericación? de la política en donde capital y gobierno es un solo ente omiso de los intereses de las mayorías, ya que derivado de la globalización, la reforma energética, la de telecomunicaciones y de los proyectos de infraestructura de alto impacto, los grandes corporativos internacionales y nacionales requieren de mayor vinculo con la clase política, la cual se sujetará aún más a los intereses del gran capital, es decir, nos encontramos ante el inicio de la mutación del Estado mismo hacía un Estado Corporativista.