A los estúpidos, Facundo Cabral les decía “pendejos” y les tenía mucho miedo porque eran demasiados y su abuelo, que era coronel, decía que no había manera de cubrir tal frente. Estos ignorantes con iniciativa constituyen una grave amenaza porque no suelen preguntar, se conforman con la primera versión de un asunto cualquiera y al ser mayoría, decía Cabral, eligen hasta al Presidente.
Por ende, todo aquel escritor, intelectual, periodista o maestro que ose formular un par de preguntas que exhiban inconsistencias, contradicciones o incongruencias sobre los temas que el estúpido considera “sagrados” –aplica para el fútbol, la religión y la política-, entonces habrá ganado un enemigo de a gratis encarnado en aquel pendejo optimista –que piensa que no es pendejo- sólo por el hecho de haberlo puesto a pensar.
Sí, retar a la ignorancia no es un acto inofensivo. Es más, en tiempos electorales debe ser considerado casi como deporte extremo.
Por ejemplo, cuando al final de cada uno de mis artículos lanzo la pregunta “¿usted qué opina, estimado lector?”, es evidente que el estúpido se siente defraudado: Tiene que pensar por sí mismo, construir un argumento y, si opina por escrito en el portal de SDPNoticias, deberá primero ordenar sus ideas para darles cierta congruencia lógica. Es más fácil alcanzar la cima del Everest, pues.
Por supuesto, hay una trampa implícita en todo lo anterior: Lo que el estúpido opina dice más de él que del objeto de su encono, porque aquel que no piensa con la cabeza sino con las vísceras, suele revelar su ignorancia a través de cada adjetivo calificativo dictado según el tamaño de su enojo o del corto circuito neuronal –la sinapsis es otra cosa- que se evidencia en la sección de comentarios. De pena ajena, el asunto.
Doblemente bochornoso es cuando el estúpido es anónimo, es decir, aparte de pendejo es cobarde, pues estar de acuerdo en que no estamos de acuerdo es ya un punto en común sobre el cual comenzar a construir algo, cualquier cosa. Donde sólo hay insulto, descalificación y amenaza, nada se puede edificar. Al contrario. Lo mejor es dejar solito al que así se evidencia como pendejo esférico –es pendejo por todos lados-.
Y es que cuando las neuronas de un estúpido hacen sinapsis –si, los milagros existen-, siempre será para tratar de justificar lo evidentemente injustificable, pero no lo culpe, estimado lector, el ofensor simplemente cree que usted es tan estúpido como él.
No está de más aclarar que un pendejo es un peligro para todos: para su gallo en el fútbol, para la feligresía de su iglesia y hasta para el político con el que simpatiza, al que por cierto terminará culpando tarde o temprano de todo lo que su ignorancia le permita. La miopía es parte intrínseca de la estupidez, qué duda cabe.
En fin, ¿usted qué opina, estimado lector?