El lunes pasado, una familia transitaba en su auto por un camino de la sierra de Chilpancingo, Guerrero. En algún punto de su trayecto, la familia fue interceptada por un comando armado que disparó y mató a una mujer embarazada así como a su hija de 6 años de edad.

Ese mismo día, el empresario Carlos Slim, ese que fue beneficiado en el sexenio de Carlos Salinas y que a su vez representa la ignominia del México desigual, daba una conferencia de prensa para dar sus argumentos sobre los beneficios que, a su consideración, traerá consigo la construcción de nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

De esos dos eventos, la plática de Slim fue la que, de manera privilegiada, se difundió en los medios de comunicación y en las redes sociales. De igual manera, los candidatos a la presidencia de la República abordaron y debatieron, con singular ahínco, el tema: “Slim y el nuevo aeropuerto”.

El día martes, murieron 16 personas (10 presuntos delincuentes y 6 policías) en enfrentamientos armados en Zihuatanejo, Guerrero. Mientras que en la Ciudad de México, en un operativo de la policía federal, 18 mujeres extranjeras que se encontraban secuestradas con fines de explotación sexual, eran rescatadas.

Casi al mismo tiempo, Andrés Manuel López Obrador, viajaba en una avioneta privada para llegar a un mitin en el norte del país.

Por más inverosímil que parezca, la nota principal en los medios y la discusión entre la clase política, se centraron en el viaje aéreo del candidato que encabeza las encuestas.

Las prioridades de los políticos, empresarios y de los medios de comunicación son muy distintas a las de la sociedad. Para quienes sueñan con obtener el poder y para quienes lo ostentan, su primicia es conseguir mayores prebendas. Los ciudadanos somos meros escalones para empoderar a unos u otros de quienes hoy basan sus discursos en temas triviales y sinsentido.

Los millones de pobres en México que hoy no saben si mañana podrán comer, no merecen que uno de los hombres más ricos del mundo salga a defenderlos y promover su mejora de calidad de vida. No, para ese multimillonario es más importante proteger los miles de millones de dólares que ganará en contratos.

Las familias de los muertos y desaparecidos no merecen que los candidatos levanten la voz y trabajen, desde ya, en acuerdos que paren la masacre que día a día se vive en México. No, para la clase política lo fundamental es señalar las incongruencias del contrincante, por más ridículas que estas puedan ser.

Ante todo lo anterior, deberían escucharse a todo volumen las palabras que una madre de familia, cuyo hijo desapareció en 2011, le acaba de expresar a Margarita Zavala, y que bien puede aplicarse a todos y cada uno de los políticos que, con desparpajo, pueden salir ante las cámaras y sonreír cínicamente:

“¿Con qué cara Margarita quieres intentar llegar a la Presidencia, después del baño de sangre que nos hicieron pasar y nos siguen haciendo pasar?... "Estos somos nosotros, los daños colaterales tienen nombre, tienen rostro"… "Nos condenaron a caminar los montes y a meter las uñas para buscar a los desaparecidos".

Así nada más, nos han condenado al olvido, a no ser parte de las prioridades.