En la (mal definida como) época colonial se le llamaba zascandil a aquella persona que iba de un lado a otro, sin hacer nada de provecho y tratando de sacar ventaja de los demás. La palabrita viene a cuento porque en la actualidad uno de los graves problemas del sistema de partidos de nuestro país es que está repleto de zascandiles, politicastros sin oficio, ni beneficio, que viven de hacer alharaca para dárselas de servidores a los pies del pueblo, cuando en la realidad, o no hacen nada, o se inventan necedades contraproducentes.
El ejemplo más claro está en el Congreso de la Unión, porque tanto los opinólogos como los medios de comunicación consideran la cantidad de iniciativas propuestas como el punto de referencia para juzgar la efectividad de un legislador. Lo malo es que están equivocados. Entre más leyes aprueben los congresistas, más espacios de libertad pierden los ciudadanos y más parcelas de corrupción ganan las burocracias, especialmente cuando esas iniciativas son meras ocurrencias pensadas con el único objetivo de posicionar al legislador en la prensa o darle el pretexto para que pueda presumir en su pueblo que hizo una ley.
Sí, las Cámaras se han convertido en una aglomeración de zascandiles, moviéndose de un lado a otro y proponiendo cuanta barbaridad se les ocurra. Lo peor del caso es que el problema va en ascenso. Entre los años 1997 y 2000, durante la LVII Legislatura, los diputados y senadores presentaron 758 iniciativas, de las que se aprobaron 188 (un 25%). En contraste, en la LXII Legislatura, que abarcó del 2012 al 2015, los legisladores promovieron un total de 5,357 iniciativas, de las cuales se aprobaron 370 (un 6.9%). Es decir, septuplicaron el número de ocurrencias y, como ni siquiera ellos se las creen, desplomaron en 3 cuartas partes el porcentaje de aprobación de sus ideotas.
No crea usted, estimado lector, que ya se les acabó la inspiración. La actual legislatura ya acumula más de 1,300 (44 aprobadas), incluyendo algunas perlas de banalidad como las siguientes, fresquecitas de las últimas semanas:
1. La senadora Luz María Beristain (PRD) anunció que propondrá una reforma a la Ley General de Turismo para destruir el actual esquema de paquetes todo incluido y obligar a los turistas a salir de los hoteles para pasear voluntariamente “a fuerzas”, porque las vacaciones hay que tomarlas al gusto de la señora.
2. Los diputados Miguel Ángel Sulub Caamal y Jorge Enrique Dávila Flores (PRI) proponen declarar el 18 de noviembre como el "Día Nacional de las MyPimes” porque seguramente lo que necesitan las micro y pequeñas empresas no es que les quiten la espada de Damocles (a doble filo) del SAT y de las extorsiones del crimen organizado, sino una “fiesta” más, que sea pretexto para inundar la tele con anuncios del gobierno federal y para hacer una pachanga en Palacio Nacional, pagada con los impuestos arrebatados a los propios micro y pequeños empresarios.
3. Otra del PRI, la diputada Nancy Guadalupe Sánchez Arredondo quiere modificar la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, para regular los fuegos artificiales, pero no en cuanto a la seguridad o en el ámbito de la Protección Civil, sino para limitar sus “efectos contaminantes” a pesar de que dichos efectos son prácticamente indetectables en comparación con los verdaderos desafíos ambientales. Eso es lo de menos, lo que importa es salir en la foto.
4. El senador Luis Sánchez Jiménez (PRD) propone crear la Secretaría de Economía Social, a pesar de que, como él mismo reconoce, ya desde el 2012 existe el Instituto Nacional de la Economía Social “que en realidad es utilizado con fines políticos y electorales”. Así que su solución al problema de la manipulación burocrática es multiplicarlo, al convertir el instituto en secretaría de estado.
5. El Pilón, esta es de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Están preparando una propuesta para “regular” el uso de la red social Periscope por parte de los funcionarios públicos, para, entre otras cosas, evitar la “viralización” de los videos. Ajá…
En el mejor de los casos, estas y muchas otras iniciativas quedarán en el baúl de los recuerdos, implicando de todos modos un enorme gasto en tiempo y dinero; en el peor, se convertirán en costosas trapisondas, que consolidan la interferencia del gobierno en decisiones que deberían ser estrictamente privadas, multiplican el tamaño del aparato burocrático y refuerzan la centralización del poder en los pasillos de la capital, lo que a su vez alimenta a otra horda de problemas, incluyendo, como comentábamos la semana pasada, la tragedia ambiental del D.F.
Ojalá el problema fueran los cuetes (como cree la dip. Sánchez), pero no es así. El problema es que en todos los partidos políticos hay una inundación de zascandiles, encandilados con los reflectores de la prensa, los brillos del poder y las filigranas de la negociación. Van de un lado a otro, como glorificados tragavirotes, sin hacer nada de provecho, proponiendo necedades para engañar a los botarates, digo, a los votantes, como usted…comprenderá.
Por cierto…
La semana pasada los islamistas radicales mataron a 120 personas en Bruselas, Lahore y Bagdad. Cada que sucede algo así la pregunta es ¿por qué el silencio de los millones de musulmanes que quieren vivir en paz? Bueno, pues uno de ellos, Asad Shah, publicó mensajes amistosos hacia los cristianos en su cuenta de Facebook. Horas después lo asesinó otro musulmán. Entonces ¿dónde están los musulmanes pacíficos? Escondidos y muy calladitos, porque, si no, los matan.
Personas libres y mercados libres