La ausencia de democracia en la disputa por el poder político en México tiene entre sus principales sustentos a destacados intelectuales públicos que la legitiman con convenientes voces a medias, olvidos y silencios, cuando no mediante un franco alineamiento con las posiciones y versiones del poder en turno.
Uno de sus más destacados exponentes es Enrique Krauze, quien tras la sucia jornada electoral del 4 de junio no escribió en su cuenta de Twitter una sola palabra sobre las múltiples señales de fraude que circulan por las redes sociales desde la noche de la jornada electoral, particularmente sobre la elección de gobernador en el Estado de México.
Sin embargo, Krauze tuvo a bien compartirnos tres tuits sobre su postura ante el 2018: “No al corrupto PRI, no al mesiánico MORENA, no al inepto al PAN”. “Hay que inventar un candidato”, nos dice, citando inmerecidamente a don Daniel Cosío Villegas, ese auténtico intelectual liberal que nada tuvo que ver con el autoritarismo antidemocrático y el neoliberalismo económico que Krauze abandera y que tantas veces ha legitimado a lo largo de su obra escrita.
Prolijo a la hora de tuitear sobre Venezuela, para la que no escatima mensajes directos ni adjetivos de respaldo a la oposición y de descalificación al gobierno, la crítica de Krauze en Twitter para el caso de México no pasa de las generalidades sin referencias a nombres, apellidos y circunstancias concretas, como si las hace en el caso de aquel país sudamericano.
Para México, Enrique Krauze ha aplicado siempre el conveniente principio del a toro pasado, que es decir aquella crítica que evade los riesgos de la confrontación en su momento y solo se expresa después de que el gobernante al que se refiere ha dejado ya el poder y, en consecuencia, alejada la posibilidad de represalias que afecten a sus privilegios, derivados en buena medida de su cercanía con los gobernantes mexicanos en turno.
Tomemos como ejemplo los casos de Carlos Salinas de Gortari y de Felipe Calderón.
Con Carlos Salinas se deshizo en elogios a sus reformas económicas y sociales. En noviembre de 1993, en plena cúspide del salinismo, Krauze hizo una antología de los mejores presidentes mexicanos, en la que nos alecciona:
Si su programa permanece y se consolida, podrá alcanzar en este rubro a Porfirio Díaz. Los cambios estructurales que se han introducido en este sexenio son la dura medicina que requería un enfermo terminal de populismo económico. La crítica demagógica y otras han querido desacreditar la reforma atribuyéndole las iniquidades que padecemos.
Lo cierto es que quienes satanizan al "neoliberalismo" tratan de confundir la medicina con la enfermedad. El programa de estos críticos ya estuvo en el poder entre 1970 y 1982 y fue lo que nos condujo el desastre. Son analfabetas económicos. Si los votantes deciden reponer este proyecto en 1994 (como mero dato curioso diré en este paréntesis que el portador de ese ”populismo” en 1994 era Cuauhtémoc Cárdenas, a quien en 2016 Krauze ya no tuvo empacho en invitar como presentador de sus libros en la FIL de Guadalajara. Por algo será. R.C.), con nuestro pan nos lo comeremos: perderemos años financiando a los críticos para que aprendan finanzas. Si Calles no hubiera desatado la Cristiada tendría, para muchos, el primer sitio indiscutido. Si Díaz se hubiese retirado del poder en 1900, tendría tantas calles y estatuas como Juárez.
Si Salinas de Gortari propicia con el mismo denuedo de su reforma económica un sexto año de pulcritud electoral y madurez política, entrará a la antología presidencial con cartas fuertes: ser el único Presidente de México que ha logrado reformar a un tiempo la economía y la política.
Cero menciones de Krauze, en esta apología, a los fraudes electorales del sexenio de Salinas en diversos estados del país, que se resolvieron en las entonces llamadas concertacesiones, para ya no hablar del fraude que le dio origen a su presidencia misma en 1988. Todo se reduce a un tímido exhorto a la ”pulcritud electoral y madurez política” en su sexto año de gobierno. A la vuelta de la esquina, mientras Krauze escribía esas loas, nos esperaba 1994, la bomba que la Historia nos tenía reservada tras la escenografía de ”paz y progreso” que, a la manera del porfiriato, ofrecía el primer actor Salinas de Gortari.
Para 1997, ya en el gobierno de Ernesto Zedillo, ese mismo Carlos Salinas había pasado a ser para Krauze, a cómodo destiempo, nada más y nada menos que ”el hombre que quiso ser rey”, como lo definió peyorativamente en su obra La presidencia imperial.
Con nuestro pan nos hemos comido casi 35 años de neoliberalismo: hemos perdido años financiado a sus ejecutores en el poder para que aprendan finanzas. Hoy México da vueltas en un abismo de corrupción, descomposición, violencia, autoritarismo y pobreza como jamás había ocurrido en la historia contemporánea. No se encontrará en la obra de Krauze, por supuesto, autocrítica alguna frente a la situación de debilidad en que se encuentra el país y el papel de la legitimación intelectual del desastre en el que ha tenido un papel tan destacado, debilidad exacerbada ahora con el arribo de Donald Trump a la presidencia estadounidense.
En el caso de Felipe Calderón, Krauze participó como autor del capítulo correspondiente al México contemporáneo del libro ”Historia de México”, conmemorativo de las celebraciones de 2010 y editado por la Secretaría de Educación Pública y la Academia Mexicana de la Historia, con prólogo, faltaba menos, del mismo Felipe Calderón.
Allí Krauze, por supuesto a tono con quien ocupaba en ese momento la silla presidencial, títula contundente a uno de sus subcapítulos: ”El narcotráfico: una guerra necesaria”. En la página 275 de ese libro, escribió que ”a pesar de las bajas” los resultados de la guerra iniciada por Calderón en diciembre de 1996 eran ”los mejores de la historia del combate al narcotráfico”.
Para 2014, el Fondo de Cultura Económica reedita ese mismo título en su colección Breviarios. Es el mismo libro. O casi, porque... oh, sorpresa: en esta reedición ha desaparecido, sin explicación ni nota alguna de Enrique Krauze, el subtítulo ”El narcotráfico: una guerra necesaria” y sus elogios a esa guerra ”a pesar de las bajas”. ¿Es necesario mencionar que para entonces Felipe Calderón ya no era Presidente y México estaba ya convertido en un océano de sangre?
En su cuenta de Twitter, Krauze regresa ahora a sus acostumbradas evasiones: No habla del fraude electoral, no habla del abuso autoritario del gobierno de Enrique Peña Nieto para imponer a como dé lugar a su primo Alfredo del Mazo en el Estado de México. Por supuesto que no (para eso tiene a Venezuela). Nada nos dice, tampoco, de la corrupción y el baño de sangre del calderonato, qué va.
Para PRI y PAN, de los que maravillas ha escrito en el pasado, solo tiene unos cómodos y ligeros ”corrupto” e ”inepto”, respectivamente.
Regresa, eso sí, el autor del ensayo El mesías tropical de 2006, a agitar el viejo fantasma del miedo ante el evidente, inocultable a pesar de todo, avance electoral de MORENA. Sobre el fraude, insisto, nada dice. Para MORENA y López Obrador, que no han gobernado, a diferencia del PRI y el PAN a los que tanto ha elogiado y que nos tienen hundidos en el desastre, Krauze nos dice: No al mesiánico MORENA. ¡Inventemos un candidato!
La situación de degradación crítica de México no es obra solo de una corrupta cúpula política y económica. Lo es, también, de algunos de sus intelectuales públicos; lo es de quienes, como Enrique Krauze, callan ante el poder en turno y hablan, cuando lo hacen, a destiempo, pero que agitan, en todo momento y sin importar que el país gire en el vacío, el miedo al cambio, por democrático que sea. AMLO no; ¡inventemos un candidato!