Sin necesidad de darle una valoración extraordinaria a la teoría del péndulo que fue muy utilizada por muchos miembros de la comentocracia de antaño, en realidad, hoy en día, es más certero creer que los nuevos gobiernos antagonistas en programas y proyectos al que ejerce el gobierno en turno y que acaban de vencer, asuman la alta responsabilidad de corregir las desviaciones, tanto presupuestales como de abandono a quienes son menos favorecidos por el sistema capitalista en que la humanidad vive y convive.

De esta manera, es entendible que el gobierno de Enrique Peña Nieto asumiera el compromiso de efectuar las  reformas estructurales que se atrevió a promover a pesar que existiera una gran cantidad de mexicanos que se expresaron en contra de ellas.

Destaca la resistencia y críticas públicas a dichas políticas, del actual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Una de las estrategias implementadas por AMLO, fue precisamente el crear un movimiento nacional de amplio  corte social que se manifestara abiertamente contra las políticas neoliberales que, tanto los gobiernos priistas como panistas, se obsesionaron en implementar a rajatabla.

AMLO entendió que era cuestión de tiempo para que los efectos devastadores del sistema de libre mercado sin regulación, hicieran su efecto y desgastara totalmente al “establishment”, que se había puesto en práctica desde que presidente José López Portillo le heredó el poder público al presidente Miguel de la Madrid.

La gran disyuntiva de los seguidores de AMLO, es entender las limitaciones que tienen como gobierno en  relación con el resto de los países del mundo.

Sería catastrófico intentar regresar al sistema de economía mixta, y con ello, a la sustitución de importaciones,  acabando de firmar un tratado de comercio con los Estados Unidos.

Ahí se presentaría una dicotomía fehaciente.

AMLO ya entendió que para que el país no se le deshaga, como a Nicolás Maduro se le deshizo, es que debe evitar a toda costa, el populismo, que si bien sirve para campañas, también ha demostrado ser desastroso para la economía formal.

También entendió que para que el país avance, debe conciliar con las fuerzas similares, antagónicas y hasta  apáticas.

Hoy, como siempre, se requiere del concurso de todos y cada uno de los mexicanos para sacar este país adelante.

En la posibilidad de abrazar dicho concepto estriba el éxito del nuevo gobierno.

Sí, AMLO ya lo entendió.

Su líder congresal en la Cámara de Diputados, no.

El diputado Mario Delgado, creyó que con subir a la tribuna de la Cámara de Diputados y gritar con aspavientos  que el nuevo gobierno recibiría un país en crisis lo haría acreedor al reconocimiento nacional.

Creo que el diputado Delgado no entendió que AMLO y el nuevo gobierno necesitan  aliados, no enemigos.

Tampoco entendió que haberse atraído a la bancada de Morena a los diputados del Partido Verde y del Partido del Trabajo en nada abonan a la cercanía que AMLO ha buscado con todas las demás fuerzas políticas.

Vaya, el diputado Delgado, debió entender que desde sus respectivos partidos satélites hubieran hecho mejor la faena  de votar a favor de las iniciativas de MORENA y hasta se hubieran legitimado.

Ojalá que el líder de la bancada de Morena coadyuve a brindar respetabilidad al grito: “es un honor, estar con Obrador.

Se requiere humildad en la victoria, don Mario.