No es que estrictamente Andrés Manuel López Obrador represente en sí mismo la esperanza de la gente. Más bien, la esperanza de mucha gente se refugia en él, que es distinto.

El PRI, el PAN y el gobierno de Enrique Peña Nieto ven en AMLO al enemigo a vencer, pero en el fondo saben que el tabasqueño es una figura y que a quien realmente tienen que derrotar es a la gente que está harta de ellos.

La cúpula del poder se espanta con las propuestas de López Obrador, que en realidad apenas corregiría un poco el modelo actual, en vez de alarmarse con el descontento generalizado y la histórica baja aprobación del gobierno de Peña.

No es difícil advertir que el nutriente, el fundamento del éxito de la campaña del tabasqueño no es sólo el desatino estratégico de sus oponentes, sino el hartazgo de la sociedad.

La estrategia del régimen contra López Obrador ha fracasado porque se ha centrado en tratar de descalificar lo que propone.

No, el tema no es lo que AMLO dice, sino lo que José Antonio Meade y Ricardo Anaya callan o no se atreven a plantear. En su racionalidad tecnócrata no advierten que la mejor defensa de su modelo, y de sus aspiraciones, es cediendo; es cuestionando abiertamente sus fallas y haciendo propuestas que lo corrijan. También las doctrinas se agotan y sus partes duras, draconianas, suelen fracturarse.

Todo cambia en el mundo, pero la tecnocracia mexicana se resiste y se muestra incapacitada para transformarse desde dentro. El librito les indica que a la gente hay que mantenerla a raya con la dádiva. Ese justamente es el espíritu del neoliberalismo social de Carlos Salinas, el padre de todos ellos. Pero la dádiva ya no basta, su liga está demasiada estirada y la rebelión está a punto de hacer estallar los pilares de ese régimen. La racionalidad de Meade y Anaya, hasta ahora, no han podido con la emotividad que provoca Andrés Manuel cuando lo que dice es dulce música para oídos ávidos de escuchar justamente lo que necesitan.

Ellos, los tecnócratas, ni por asomo reconocen que su modelo económico ha fallado y que se mienten a ellos mismos cuando se aferran a la idea de que es lo mejor para el país. En consecuencia, tratan de ocultar a la gente lo que la gente ya sabe; lo que la misma gente padece bajo un régimen que la ha vejado, oprimido, empobrecido y sometido. Lo saben pero se hacen, porque es más fácil rendirle cuentas a los poderosos, seguir bajo sus órdenes que revelarse y ponerse realmente a la orden de la mayoría de los mexicanos.

Anaya y Meade saben que van abajo en las encuestas porque la gente está descontenta; porque la mayoría de los mexicanos no los quiere, no a ellos, sino a lo que representan. Aun así prefieren culpar a López Obrador para, a partir de eso, agarrarse de la idea perversa que todos los que están en contra del régimen es porque el tabasqueño los ha manipulado.

Eso enchila más a los que por conciencia votarán contra ellos.

Peña, Anaya, Meade y algunos líderes empresariales se han convertido en los mejores promotores de la campaña de AMLO por una sencilla razón: Porque es el tabasqueño el que ha marcado la agenda del país. No hay tema trascendente en México si de por medio no está la figura de López Obrador. Y esto ocurre porque todo lo que dice y deja de decir el candidato de MORENA, los sobresalta, los irrita, los desquicia y hasta les infunde pánico.

Ni Meade ni Anaya tienen propuestas de fondo para el país. Y a sabiendas de que las mayorías rechazan al régimen porque representa la corrupción, la violencia extrema, el narcotráfico, la inseguridad social, la pobreza, el desempleo, los bajos niveles de bienestar, los altos costos de los energéticos, la caída de la canasta básica, la devaluación del peso etc, a pesar de lo evidente de todo esto, no dan su brazo a torcer y no solo defienden las reformas de Peña, sino que insisten en las mismas propuestas en el contexto de un modelo podrido. Ese es el punto.

Hasta los “independientes” se han vuelto dependientes de  AMLO porque han desnaturalizado y corrompido esta figura y se han aliado a quienes también deberían combatir. Pero no; de origen son los mismos, solo aprovechan la figura legal de “independientes” para sacarle raja política, quizá económica y aliarse de última hora con quien mejor convenga a ellos, no al electorado.

Si Andrés Manuel López Obrador gana la elección presidencial no pasará nada porque no está proponiendo nada que altere de manera significativa y de fondo la vida constitucional y el modelo económico. Basta con echar un vistazo a las propuestas de AMLO para entender que lo único que quiere es corregir lo que la ambición desmesurada de los políticos y algunos empresarios no han permitido.

Las propuestas del tabasqueño van desde duplicar y ampliar el monto de becas, aumentar los salarios, doblar las pensiones a los pobres y quitar las pensiones a los expresidentes y no otorgar más seguros de gastos médicos a la burocracia porque ahí se van más de cinco mil millones de pesos, cuando estos ganan lo suficiente para ir con el médico o bien al IMSS o al ISSSTE. ¿Esto les alarma? ¿Les espanta que el Peje diga que va a vender el avión presidencial porque cuesta siete mil millones de pesos cuando hay millones de mexicanos muriéndose de hambre? ¿O cuando habla de modificar el proyecto del aeropuerto porque la obra se puede construir con la mitad del presupuesto asignado? Insisto, no es lo que dice AMLO, sino que allá abajo estas propuestas las encuentran razonables, las apoyan y las aplauden. ¿Eso les horroriza?

¿Darle un respiro a la gente; avituallarla con mejores salarios, con mejores pensiones, con menos inseguridad, con mejores instituciones de salud y educativas, con menos corrupción, con más inversión social es “volver al pasado”? La neta, se pasan de estrechos y miserables. ¿No entienden que esta mínima concesión, de frente a su riqueza insultante, también se traduce en  crear un mejor ambiente para que en este país no haya millones de gente muriéndose de hambre y ellos,  unos cuantos potentados, muriéndose de miedo? Se trata de estrechar la brecha entre la extrema pobreza y la extrema riqueza y buscar equilibrios más generosos para vivir en un país tranquilo y armonioso.

¿No entienden que el actual modelo está llevando al país a la más severa crisis de los últimos tiempos, con claros rasgos de violencia social? Vale más que lo entendamos ahora, sino muy pronto será demasiado tarde.