A tan sólo cuatro meses de haber ganado las elecciones, las propuestas de campaña del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, comienzan a desmoronarse.
Espero que todos recuerden —tanto detractores, pero especialmente simpatizantes del próximo nuevo gobierno— que, durante su eterna campaña por la presidencia, Obrador ha manifestado su total rechazo sobre la presencia y las tareas que los militares han realizado a lo largo y ancho para mantener paz en nuestro país.
Recientemente como promesa de campaña, dijo que era necesario un cambio de estrategia en el combate contra el crimen organizado y, con ello, realizar un retiro gradual de las tropas en las calles. Respecto al tema, el pasado miércoles 14 de noviembre el equipo de AMLO presentó su Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 para su gobierno, en el que afirma resolver todas las incógnitas en torno a las estrategias que tomará con respecto a la seguridad del país y sus ciudadanos.
"Es indispensable formular nuevos paradigmas de seguridad pública, nacional, interior, de prevención del delito, de procuración e impartición de justicia, del restablecimiento del estado de derecho y de la reinserción de infractores."
Así comienza la introducción del plan; romper paradigmas implica establecer nuevas formas, no retornar a los modelos más viejos, que además han demostrado ser ineficientes. ¿Qué es lo que nos debe de preocupar de la estrategia de seguridad que plantea el nuevo gobierno? Su contrariedad.
También se ha planteado la creación de la Guardia Nacional, un modelo que busca unificar las fuerzas militares, navales y de la Policía Federal. Serán ellos el instrumento principal del Poder Ejecutivo Federal, con jurisdicción en todo el territorio nacional para la prevención del delito, la preservación de la seguridad pública y el combate de la delincuencia. Un cuerpo armado con entrenamiento militar y policial en las calles resguardando la "seguridad" de todos los ciudadanos.
Por otra parte, se le otorga gran importancia a la promoción de los Derechos Humanos, como eje fundamental para el Plan Nacional de Paz y Seguridad, pero es necesario aquí hacer memoria y retomar todos los ejemplos posibles, dentro y fuera del país, de las policías militares.
¿En cuántos de estos ejemplos se han respetado plenamente los Derechos Humanos? No hace falta regresar tantos años, retomemos el sexenio de Felipe Calderón, la ya bien conocida ‘guerra contra el narco’, cuando se dejó la seguridad en manos de las fuerzas militares y como resultado tuvimos un "daño colateral", según cifras estimadas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de aproximadamente 46 mil muertos.
Los ejemplos existen, las fuerzas militares no están capacitadas para realizar las tareas correspondientes a la Policía Federal, la estrategia de seguridad de este nuevo plan, no rompe ningún paradigma, y más importante aún, qué podemos esperar de un régimen que aún no comienza y ya está abandonando las consignas que los trajeron hasta donde se encuentran ahora.
Alberto Rubio Canseco