Sonriente, feliz, Margarita Zavala levanta el acta que la hace acreedora a un lugar en la boleta para candidatos a Presidente de la República.
Doscientas diecinueve mil firmas falsas no le impedirán competir a la ahora independiente con los otros tres bien respaldados por suficientes partidos políticos quienes serán sus contendientes.
Ríos Peter y El Bronco no llegaron. Demasiadas firmas simuladas, trescientas ochenta mil del Bronco y novecientas mil del ex senador no son “poquitas”, en este país donde la trampa, la simulación, el robo, la calumnia y demás atrocidades se toleran social y políticamente no por su gravedad, sino por su volumen.
Y todavía faltan los alegatos a los que el INE les da derecho a cada uno de ellos. Esperemos a ver, todavía no se ha dicho la última palabra.
Por lo pronto Margarita ya festeja y se prepara para arrancar campaña.
Como al INE le parece que la independiente hizo “poquita” trampa, le da permiso de contender. Aún cuando de antemano sabemos que la mujer echará mano de lo que pueda para abrirse paso en el proceso electoral. Lo hará. Ya lo ha hecho. Demostrado está, así, el Instituto que se autoproclama ejemplar a la menor provocación o sospecha, deja pasar el engaño como cosa menor, como un accidente del proceso, como podría dejar pasar a su juicio cualquier otra estafa por aplicar este criterio que no se detiene en nimiedades. Las trampas están permitidas mientras otros ordenamientos se cumplan, el número de firmas se consiga, se haga ruido en los medios y podamos levantarnos al día siguiente afirmando que en la democracia ya hemos avanzado. A gatas y sucios, pero hemos avanzado. A sus ojos, a los de su conveniencia, pero vamos para adelante.
A mitad de enero me detuve a mitad de la plaza principal de San Cristóbal de las Casas para presentar mi credencial de elector en una mesa que pedía el apoyo para la aspirante a candidata independiente María de Jesús Patricio Martínez. Considero muy importante que una persona defensora de los derechos humanos y representante de la comunidad indígena pueda tener visibilidad a nivel nacional. Todos sabíamos que sería muy difícil para ella y su equipo de apoyo conseguir un lugar en la boleta. Ellos mismos lo sabían. Carecían de la estructura, el apoyo económico, las relaciones, las redes necesarias para lograrlo y pese a esto hicieron su mejor esfuerzo. De lo que también carecieron fue de algo que los demás aspirantes tenían de sobra: la falta de escrúpulos y el cinismo que se adquieren al enrolarse en el mundillo político y electorero de este país.
Se sabían en desventaja y sin embargo parecen no haber echado mano, en su desesperación por conseguir firmas, de los mismos recursos utilizados por todos los demás, hasta los considerados menos corruptos de los “independientes”.
Las firmas de Marichuy fueron validadas en un 94.5% del total de las presentadas ante el INE.
Una lección para quien quiera verla, un ejemplo de honestidad y una excepción para atenerse a las reglas del juego. Un juego sucio, considerado normal en un país de tramposos. Ahí queda, para quien quiera aprovecharla.