La historia de la producción e industrialización del henequén, en la península de Yucatán, nos debe llevar a la reflexión; la economía de una región o de todo un país, no pueden ni deben depender casi exclusivamente de un solo producto o industria.
La economía de México ha enfrentado en los últimos años un dilema similar al que afrontó el estado de Yucatán por la gran dependencia que se tenía de la producción y comercialización del henequén y su posterior crisis cuando su demanda y la oferta del producto bajo considerablemente. Para este año el país depende mucho de la producción de petróleo, de los 5.2 billones de pesos de ingresos presupuestales, 1.045 billones (19.8%) corresponden a ingresos petroleros.
En 2008 la subordinación del país por los ingresos petroleros era mayor que ahora ya que, aproximadamente 40 centavos de cada peso del presupuesto federal para educación, salud y otros rubros, se obtenían de la extracción del crudo y su exportación.
La administración de Enrique Peña Nieto siguió teniendo una gran dependencia de los ingresos petroleros, a pesar de que se tuvo una Reforma Fiscal que amplío la base de contribuyente y un efectivo cobro para de los impuestos, además, de que disminuyeron los ingresos debido a la baja de los precios a nivel internacional y de la producción de crudo.
El gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador apuesta a levantar la industria petrolera no solo para incrementar la extracción de crudo sino también en lo que se refiere a la refinación de hidrocarburos con una inversión y apoyos por 107 mil millones de pesos para que Petróleos Mexicanos (Pemex) sanee sus finanzas y aumente sus recursos para inversión.
Para entender la similitud de la dependencia de la fibra del henequén para Yucatán, con la subordinación que actualmente tiene el país con el hidrocarburo, es necesario conocer la historia del agave y ver el porqué es necesaria una planeación de la industria, que haga más productiva la industria y que terminar con la excesiva dependencia petrolera para nuestro crecimiento y desarrollo económico.
La explotación agroindustrial del henequén se inició en la Península de Yucatán aproximadamente en 1850, en medio de la guerra de castas. Anteriormente la planta de agave, que es conocida con el nombre maya de ki, era cultivada por los mayas en los patios de sus casas y su fibra era utilizada para obtener cordeles, sacos, bolsas, hamacas y otros implementos domésticos y de trabajo de gran utilidad.
Los factores que hicieron que la explotación del henequén fuera extensiva fueron: en primer lugar, la gran demanda a nivel mundial de una fibra muy resistente, que sólo crecía en ese entonces en esa parte del mundo y que era materia prima para hacer cuerdas para barcos, sacos, embalajes para la paja, heno, etc.; en segundo lugar, las grandes extensiones de tierra con las que contaban los caciques yucatecos, además de la abundante mano de obra campesina maya que era sometida y explotada y el desarrollo de maquinaria para sacar la fibra de la planta, así como instrumentos agrícolas que facilitaba los cortes, todo esto contribuyó a que naciera una gran agroindustria que sería el sostén de la economía en dicha región peninsular.
En los primeros años del siglo XX la agroindustria henequenera en Yucatán se había convertido en pivote de la economía de la región y en una fuente de enorme riqueza para los hacendados, que dicho sea de paso habían construido hermosas haciendas que subsisten hoy en día. Esta enorme riqueza estaba asentada en la explotación inhumana de que eran víctimas miles de campesinos mayas acasillados en las grandes haciendas productoras, al punto que se le hacía llamar la “industria de la esclavitud”. La salvaje explotación de los trabajadores del henequén fue denunciada por el periodista norteamericano John Kenneth Turner en el libro México Bárbaro.
En esa época de los primeros años del siglo pasado se llegaron a producir más de 200 mil toneladas de fibra de henequén exportándose la mayor parte al mercado norteamericano y europeo, en donde por virtud de invención de las máquinas engavilladoras que habían sido diseñadas para usar alambre y después modificadas para utilizar el hilo de henequén. Éste se convirtió en producto de primera necesidad agrícola para los consumidores, la empresa norteamericana International Harvester, que proveía la maquinaria para la explotación de la fibra de henequén, también monopolizaba la distribución del producto de la planta y controlaba el precio del mismo a nivel internacional.
La revolución mexicana no llegó a Yucatán hasta 1915, con el arribo de las tropas constitucionalistas, que estaban al mando del general Salvador Alvarado, quien pudo constatar que la sociedad se hallaba en manos de un reducido número de personas que tenían el dominio económico: monopolios extranjeros, cuyo agente era Avelino Montes, de origen español, yerno y socio de Olegario Molina, en contubernio con unos cuantos productores del henequén, que eran llamados la casta divina, dominaban en el gobierno, los bancos, los ferrocarriles, la educación y un sin número de actividades económicas.
El general Alvarado se dio a la tarea de transformar los ámbitos económico, político y social. Realizó una serie de reformas sin precedentes en Yucatán, destacándose la liberación de los peones acasillados, terminando así con el sistema de deudas; se empeñó en acabar con el monopolio de la International Harvester, formando la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén y procedió a la incautación de los ferrocarriles y a modificar a fondo el sistema.
Las reformas emprendidas por Salvador Alvarado dieron un mejor nivel de vida a los trabajadores henequeneros y disminuyeron el poder de los grandes hacendados, esta obra fue continuada por el socialista yucateco Felipe Carrillo Puerto.
Para 1937 el entonces presidente de México, general Lázaro Cárdenas del Río, expropió las haciendas henequeneras en el marco de la Reforma Agraria que impulsó durante su gobierno, a fin de crear el ejido henequenero en la Península de Yucatán, dándole la propiedad de las tierras de cultivo a los campesinos que la trabajaban, para hacer posible esta producción agrícola.
La producción de henequén en Yucatán empezó a decaer desde los años 40 del siglo pasado, por diferentes motivos, entre los que destacan la aparición de fibras sintéticas derivadas del petróleo como el nailon, la Reforma Agraria que se hizo en la Península Yucateca (que no contempló los créditos a los trabajadores para la explotación del henequén ni tampoco la capacitación y tecnología la producción de la fibra); el tiempo que tarda la planta en producir, que es de más de siete años y la plantación de agave de henequén en otras regiones del mundo, que quitaron el monopolio a Yucatán.
La decadencia del henequén en Yucatán llevó a la economía de la región peninsular a una crisis muy severa, los niveles de bienestar, salud y otros se deterioraron enormemente y se tuvo que pasar a otro tipo de actividades para poder subsistir.
El entonces presidente de México, Adolfo López Mateos, en el año de 1961, creó Cordemex, la cual fue la encargada de industrializar y comercializar el henequén en el estado de Yucatán. Esta empresa fue el instrumento rector de la agroindustria henequenera del estado, convirtiéndose en la entidad económica más importante de la región, llegando a depender de ella más de 4000 empleos directos y cerca de 250,000 indirectos. Estos últimos estuvieron representados por los campesinos productores del agave, que durante 150 años fue el cultivo emblemático de la economía de Yucatán.
Para 1987 Cordemex, ya convertida en empresa estatal subsidiada, importó por primera vez henequén de Brasil para tratar de mantener su capacidad productiva y evitar la quiebra
La empresa paraestatal se hizo tarde, ya en plena decadencia del llamado “oro verde”, su organización fue muy burocrática, además de que no era una empresa que generara grandes ingresos, por el contrario, se tuvieron grandes pasivos, que llevaron a su liquidación en 1991 por parte del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.
Los mexicanos debemos analizar nuestra historia, como en este caso en relación con el henequén, con el fin de evitar las terribles consecuencias que tuvimos en una situación similar, muchos años atrás. Es por ello que debemos, con responsabilidad y apertura, pugnar por una política en la industria petrolera adecuada a los tiempos que vivimos, teniendo como prioridad el desarrollo económico y social, y tomando en cuenta experiencias pasadas, buenas y malas, incluyendo también, por ejemplo, las privatizaciones recientes de bancos y ferrocarriles que han sido un fracaso tremendo y que han frenado considerablemente el desarrollo del país.