Las redes sociales arden y se vuelcan en insultos hacia la persona de la periodista Fernanda Familiar y aplauden que haya sido esposada, agredida y detenida por agentes de la policía. Todo a partir de un video en el que se le toma por una mujer que grita y agrede en defensa de su marido y su hijo. Fernanda publica una explicación en su Facebook en donde asegura que en el momento de suscitarse la agresión se encontraba dentro de la casa que rentó para pasar los días de asueto en compañía de su familia y solo acudió al lugar de los hechos en el momento en el que los policías ya habían sometido y tenían contra el suelo a uno de sus invitados al tiempo de que su esposa trataba de liberarlo, desesperada. 

La explicación no solo no es suficiente sino que es ignorada y el linchamiento continúa. Las agresiones escalan a medida que se van acumulando en las redes. La periodista es esposada, agredida y detenida al igual que el hombre, la mujer y el muchacho del video, un video que no da para tomar posiciones radicales ni para deslindar lo que realmente ahí sucedió.

Convendría entonces tomar en cuenta, que la señora Familiar no es la persona que grita y defiende a su marido, sino la voz que trata de conciliar tranquilizando al muchacho al que también golpearon. Las voces que se levantan en defensa de los policías dejan de lado el grado de la falta en caso de que esta haya existido. Golpear, maltratar, someter y  detener a una familia que llega de visita a una ciudad y pretende, en el peor de los casos circular en una calle cerrada, es un exceso por donde quiera que se le vea.

Las autoridades sobrepasaron sus atribuciones. Estas personas no asaltaron, violaron, robaron ni dispararon en contra de nadie. Carezco de elementos para argumentar más allá, pero es seguro que no son unos delincuentes ni merecen el trato que se les dio. La figura de Fernanda Familiar puede ser controversial para algunos por sus opiniones, pero ha dado muestras sobradas de ser una mujer de trabajo, de familia, que se esfuerza como tantos por mejorar su vida y aportar lo mejor de sí para su comunidad. Si ciudadanos así merecen este trato por parte de las autoridades, esperemos entonces hasta el momento en que nos toque ser víctimas de ellas.