¿Hay un músico más importante que Beethoven? Probablemente, no. Carezco de conocimientos para opinar con autoridad. Los expertos sabrán si se justifica realmente el homenaje al genio nacido en Bonn que empezará en Alemania el 16 de diciembre próximo y concluirá el 17 de diciembre de 2020. El calendario de eventos está disponible en la página de internet del BTHVN2020, que puede leerse en alemán y en inglés o bien traducida al español en Google.
En Der Spiegel la señora Susanne Beyer ha dicho que Beethoven era sobrehumano en su fuerza y humano en su debilidad. En efecto, como ella afirma, Beethoven fue un virtuoso que compuso música extraordinaria a pesar de la sordera; un hombre que amó a las mujeres más allá de todos los límites; un rebelde que desafió a la nobleza y a la arrogancia; un paradigma de magnanimidad que superó sus propias depresiones para glorificar como nadie a la alegría.
Pocos mexicanos pueden viajar a Europa. Y de estos, una minoría visitará Alemania para asistir a alguno de los conciertos del año de Beethoven. Por esta razón pienso que la 4T debe dedicar una parte de su presupuesto cultural a la organización de eventos en todo México en los que se interprete la música de Beethoven. Cada año en nuestro país, sobre todo en la Ciudad de México, las pocas orquestas que tenemos ofrecen al público música del compositor nacido el 16 de diciembre de 1770. Pero son nada más el pasatiempo de un pequeño grupo.
Seguramente Andrés Manuel seguirá informando los logros de su gobierno en el Zócalo capitalino. En 2020 en vez de repetir el milagro de resucitar a cadáveres como la Sonora Santanera, puede invitar a la excelente Orquesta Filarmónica de la UNAM a interpretar el Himno a la Alegría, que por cierto es el Himno de Europa, pero que debería ser el de todo el mundo: a diferencia de muchos himnos nacionales —como el mexicano— no es una marcha bélica.
No sería la primera vez que una orquesta participara en un acto político. En mayo de 2011, en la UNAM, una noche antes de la más grande marcha pacifista encabezada por el poeta Javier Sicilia, la Orquesta de la Escuela Nacional de Música interpretó para la gente que protestaba contra la guerra estúpida de Felipe Calderón —cito una nota de La Jornada— las sesiones de coros del Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart. Estuve ahí, me consta que aquello fue maravilloso.
En fin. El pasado domingo asistí con mi nieto mayor al informe de Andrés Manuel en el Zócalo. Me emocionó ver al niño cantar nuestro Himno Nacional con toda seriedad y patriotismo.
Me conmueve el himno que une a todos los mexicanos. Pero desde hace años me pregunto por qué no cambiamos un poco la letra. ¿No valdría la pena en vez de llamar a los mexicanos a la guerra, invitarlos a la paz? ¿Sería imposible que poetas actuales modificarán un poco la letra creada por Francisco González Bocanegra, adecuada quizá para otro momento histórico, pero no para el actual?
Espero que por criticar el belicismo de nuestro Himno Nacional no se me considere un mal mexicano. Mucha gente se resiste a cantar los himnos de su país por no estar de acuerdo con lo que expresan. Uno de los mejores amigos del presidente López Obrador, el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, alguna vez no cantó en público el God Save the Queen —himno del Reino Unido— porque rechaza la monarquía. Se le criticó, pero cumplió con su conciencia.