Esa es la pregunta fundamental a dos años de la histórica elección que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México. Tal interrogante tiene dos respuestas, que en realidad son una sola: las dos caras de una única explicación.
1. AMLO es el presidente más querido de la historia —lo adoran (en el sentido sentimental, no religioso de la palabra) decenas de millones de hombres, decenas de millones de mujeres— simple y sencillamente porque, nos consta a todos, ha dedicado su gobierno a combatir la corrupción.
2. AMLO es el presidente más atacado de la historia —sin duda por no mucha gente, pero sí ruidosa, influyente, con dinero, con poder y aun con armamento de elevado calibre— porque, lo vemos a diario, ha dedicado su gobierno a combatir la corrupción.
A pesar de tantos problemas —enfrentamos las peores crisis sanitaria y económica en los últimos cien años— el pueblo sigue confiando en su presidente porque este hombre no traicionado su palabra.
Ha habido errores, inevitables por supuesto, en el gobierno de Andrés Manuel, pero han sido muchos más los aciertos. Deberá corregir la táctica y la operación en algunos aspectos, pero sin desviarse de lo fundamental: terminar de higienizar la muy sucia vida pública mexicana. En esta tarea ni ha fallado ni ha dado un solo paso atrás, a pesar de los insultos, las calumnias, las mentiras, las presiones de importantes agencias financieras globales y aun de la agresividad del crimen organizado que pactó con los gobiernos del pasado y al que no le conviene el cambio hacia un gobierno más decente, más humanista, menos inspirado y guiado por la ambición de riquezas materiales de quienes lo encabezan.
Vamos bien, sin duda. En la peor situación generada por una pandemia terrible que ha golpeado a todas las sociedades del planeta, nosotros tenemos al mejor presidente para enfrentar el complicadísimo reto. Por eso, como he dicho tantas veces desde 2006, ¡es un honor estar con Obrador!