Hay excepciones, desde luego, pero en general han sido más o menos corruptos los columnistas mexicanos que ejercieron su trabajo en los sexenios de Fox, Calderón y EPN.

Me tocó sufrir las calumnias de los colegas columnistas. Sí, cuando yo formaba parte del grupo que apoyaba a López Obrador a partir de su campaña electoral presidencial de 2006 y hasta noviembre de 2011 cuando me retiré de las actividades políticas y me concentré de nuevo en mi trabajo periodístico.

En aquella campaña sufrí las mentiras de los columnistas, inclusive las de aquellos —no todos, desde luego— que yo había invitado a colaborar en Milenio, diario que fundé para la empresa de medios de Francisco González; antes de que llegara al proyecto gente como Carlos Marín y Raymundo Riva Palacio, realicé mucho trabajo administrativo, de fabricación y comercial. No fue fácil y, por lo mismo, me da gusto que hoy Milenio sea un diario tan exitoso, aunque su línea editorial actual me parece un tanto irrelevante.

Se descafeinó el grupo mediático de don Pancho desde que exigieron la salida de su mejor periodista, Ciro Gómez Leyva. Milenio TV vivió su mejor época con Gómez Leyva, y desde que este se fue tal televisora perdió chiste e influencia. Pero el negocio, por fortuna, parece caminar, como se dice, viento en popa.

A pesar de la buena relación profesional y amistosa con el señor González, dejé la dirección de su empresa porque al entonces presidente Fox no le pareció correcto que en mis artículos defendiera a López Obrador de la injusticia del desafuero. Pancho González no me dejará mentir.

Seguí solo como columnista de Milenio durante la primera campaña presidencial de AMLO… solo para que me corrieran de muy mala manera cuando terminaba el plantón de protesta en Paseo de Reforma, las avenidas Juárez y Madero y el Zócalo.

Milenio, en especial su segundo director editorial, Carlos Marín —Raymundo Riva Palacio fue el primero—, no solo se entregaron a Felipe Calderón, lo que puede entenderse en una lógica empresarial de tratar de evitar conflictos con el gobierno, sino que fueron bastante más allá: participaron en feroces campañas de desprestigio contra Andrés Manuel. En 2018 cambiaron su actitud, y qué bueno. Se vale estar siempre del lado del ganador.

Menciono a Marín porque El Universal lo incluye en una curiosa nota: “Columnistas mandan mensaje de solidaridad a colegas agredidos desde el poder”. Y es que algunos comentócratas lanzaron ayer en sus espacios de opinión “un mensaje de solidaridad con sus colegas e intelectuales que son agredidos por el presidente, Andrés Manuel López Obrador”.

¿Es en serio? Chillones resultaron los columnistas Macario Schettino, Pablo Hiriart, Carlos Marín, Paola Rojas, Héctor de Mauleón, Leonardo Curzio, Pascal Beltrán del Río, Julian Andrade, Juan Ignacio Zavala, Ruben Aguilar y Leo Zuckermann.

Andrés Manuel jamás ha agredido periodistas. Le da, nada más, por refutarlos en sus conferencias de prensa, y tiene derecho a hacerlo. El presidente de México no está obligado a soportar tantas mentiras que se escriben acerca de él y su gobierno. Mentiras que a veces alcanzan a su familia en la forma de insultos.

Si bien algunas críticas se las merece la 4T —sobre todo las que recibe el rockstar de la epidemiología, Hugo López-Gatell—, la mayoría son simples y vulgares ataques al presidente que ha cometido un único pecado en su relación con los medios y las compañías periodísticas: disminuir muy fuertemente la compra de espacios de publicidad y no renovar contratos con las empresas si no fantasmas, sí muy menores, propiedad de los opinadores más famosos.

Creo que los chillidos de los columnistas tienen que ver más con esto que con una defensa de la libertad de expresión, que es absoluta en el gobierno de AMLO y de la que abusa la comentocracia, algo desde luego perfectamente legal; un abuso, por lo demás, que no ha sido razón para censurar a nadie, al menos no desde Palacio Nacional. Si algunos propietarios de medios han silenciado periodistas, lo han hecho porque se les ha pegado la gana, no porque se les haya pedido hacerlo. Esta es la verdad.