√ No tenía por qué presumir el ingeniero Slim su generosidad porque, lo exige la ética bien entendida, las buenas acciones para ser tomadas como actos de magnanimidad sincera y no como un simple resultado de la mala conciencia, deben ser discretas.
√ Sí tenía razones el ingeniero Slim para presumir que no despedirá a nadie en sus empresas porque, sin duda, su ejemplo es importante para que lo sigan colegas suyos, hombres y mujeres de negocios, que tienen suficiente poder económico como para aguantar varios meses, sin quitarle el empleo a ninguna persona, la crisis que nos alcanzó.
√ Sí tenía razones el ingeniero Slim para presumir que no despedirá a nadie en sus empresas si acaso lo hizo para, además de decirle al presidente López Obrador que se compromete a no despedir trabajadores, el hombre más rico de México quiso transmitir un mensaje fundamental: “Pero, Andrés Manuel, debo comentarte que te equivocas al haber decidido que no apoyarás empresarios; soy de los que menos van a sufrir, ya que la mayor parte de mis mercancías —telefonía e internet— las seguiría consumiendo, y desde luego pagando, la sociedad: se trata de servicios ya de primera necesidad. Pero miles de mis colegas empresarios, sobre todo los medianos y pequeños, la pasarán mucho más difícil que yo, señor presidente; a los propietarios de aerolíneas, de hoteles, de restaurantes, de salas de cines, a ellos hay que estimularlos de alguna manera desde el poder del Estado porque nadie, ni yo lo haría si estuviera en tal situación, puede mantener negocios con cero ventas”.
√ No tenía por qué presumir el ingeniero Slim su generosidad porque, en más de un sentido, se vio esquirol frente al movimiento de los organismos empresariales —como el CCE, presidido por Carlos Salazar— que tanto están luchando, al costo de quedar muy mal con las principales dependencias del gobierno, para que el presidente Andrés Manuel López Obrador acepte que no basta, aunque sea lo más importante, apoyar solo a los pobres que ya reciben ayuda mediante los extraordinariamente positivos programas sociales. Qué bueno que estos programas existan y se refuercen, pero hay miles de empresarios y empresarias de tamaño mediano y pequeño que no resistirán la recesión en Europa y Estados Unidos, el cierre de fronteras en todas partes, el aislamiento de la sociedad mexicana que está dejando de consumir, etcétera. Millones de empleos dependen de estos hombres y mujeres de negocios que no son Slim —ni Baillères ni Larrea ni otros dos o tres billonarios mexicanos— y que no tienen fuerza para sobrevivir sin ayuda en la tormenta.