¿Por qué los inmensos aviones<br>no se pasean con sus hijos?<br>¿Cuál es el pájaro amarillo<br>que llena el nido de limones?<br>¿Por qué no enseñan a sacar<br>miel del sol a los helicópteros?<br>¿Dónde dejó la luna llena<br>su saco nocturno de harina?<br>
Pablo Neruda
Septiembre de 2015. Primera y única vez que hablé con el presidente Enrique Peña Nieto durante su periodo de gobierno.
Alejandra Lagunes y Eduardo Sánchez, dos personas que colaboraban con EPN, me habían preguntado desde un par de días antes de su tercer informe de gobierno si me interesaba entrevistarlo para SDP Noticias. Respondí que, desde luego, era algo que estaba en mi mayor interés.
Me acompañaron a Los Pinos la editora en jefe de nuestro sitio de internet, Elizabeth Flores, y mi hijo Federico Manuel.
Cuando supe que iba a charlar con Peña Nieto, pedí por Twitter preguntas para hacerle. Las únicas preguntas que yo estructuré tenían que ver con Andrés Manuel López Obrador. Es decir, con asuntos que particularmente preocupaban al entonces dirigente de Morena. Una de ellas, la que me parecía a mí más interesante, se relacionaba con el nuevo avión presidencial, que había comprado Felipe Calderón y que Peña Nieto estaba a punto de estrenar.
Ahí está el video. Le dije a EPN más o menos lo siguiente:
√ “Yo quiero mucho a López Obrador”.
√ “Fuimos amigos Andrés Manuel y yo..., somos amigos”.
√ “SDP Noticias antes era el Sendero del Peje. Le cambiamos el nombre para no entrar en conflictos de derechos de autor”.
√ “Voy a preguntar lo que le interesa a Andrés Manuel, por respeto a mi mismo y por respeto a él”.
√ “Andrés Manuel insiste en que se venda el avión presidencial”.
√ “¿Qué opina de eso el presidente Peña Nieto?”.
EPN respondió que el estado mexicano necesita una flotilla de aviones renovada; que el avión, adquirido en la administración de Calderón, costaba menos de lo que se comentaba en los medios, y —la parte fundamental de lo que me dijo— que iba a encargar a la Secretaría de Hacienda, es decir, a su titular, Luis Videgaray, un estudio serio para determinar la conveniencia de vender la aeronave.
Unos meses más tarde, en enero de 2016, el señor Videgaray ordenó que Banobras contratara a Ascend Flightglobal Consultancy, “empresa internacional especializada en valuación y asesoramiento para la compra y venta de aeronaves” (cito una nota del portal de Carmen Aristegui.
Esa empresa británica presumía haber evaluado “más de 67 mil aviones en todo el mundo para aerolíneas, aviación corporativa, empresas de arrendamiento aéreo e instituciones financieras”.
√ “El alcance del estudio incluyó la identificación del mercado potencial para la eventual venta del avión; la evaluación de las condiciones y tendencias del mercado; el tiempo previsible para realizar la venta; el valor probable al que podría venderse la aeronave, así como las condiciones para su realización”.
√ Se concluyó que, “de venderse la aeronave a una aerolínea comercial, se tendría una pérdida muy significativa respecto del valor de compra. Esto se debe a los costos y tiempos de reconversión interna, así como a la pérdida del equipamiento actual. El consultor estima que, si se vendiera a alguna aerolínea comercial, su venta podría representar una pérdida de más del 58% de su costo (128.2 millones de dólares). Dado lo anterior, el consultor considera que la aeronave debe mantener su configuración actual, en lugar de ser reconvertida como equipo comercial”.
√ “De comercializarse con su configuración actual en el mercado de aeronaves privadas, se prevé que la venta podría concretarse en un plazo de entre 12 y 24 meses, dada las características de este mercado y la complejidad del contexto económico actual. Si se vendiera en 24 meses, la pérdida podría ascender a 30% de su valor (65.9 mdd) y en 36 meses a cerca de 35% (76.2 mdd)”.
√ “En virtud de la pérdida que ocasionaría la venta al erario público y a que prevalecería la necesidad de renovar el avión presidencial a un tipo de cambio mayor, se determinó conservar la propiedad de la citada aeronave”.
Videgaray no entendió que no era una decisión económica, sino política. Si el avión presidencial se hubiera vendido, habría mejorado muchísimo la aprobación de Peña Nieto y la de su partido, el PRI —también la reputación de los Videgaray, Meade, etcétera. Los millones de dólares perdidos habrían sido la mejor inversión en imagen. Se gastó tanto en medios y en forma tan inútil que le habría resultado más conveniente al gobierno de EPN reducir el gasto mediático para soportar la pérdida por la venta de la aeronave que no tenía ni Obama.
No se necesitaban estudios para entender que López Obrador basaba su campaña en el exceso representado por el fastuoso avión. Videgaray pudo simplemente decirle a Peña Nieto que era necesario venderlo, y ya. No quiso hacerlo —siempre lo vi así— porque todos en el anterior gobierno deseaban volar en el aparato que se suponía contaba con los mayores adelantos y lujos de la aeronáutica. Le regalaron con ello la victoria a Andrés Manuel.
Quizá ni con la venta del avión el PRI hubiera ganado las elecciones de 2018, pero Meade habría dado más pelea. Le habría alcanzado para, al menos, negociar algo de impunidad para su mejor amigo y protector, Videgaray. Con tan pocos sufragios como obtuvo, Meade no pudo darle garantías de una vida tranquila a su compañero de tantos años.
Hoy que la Unidad de Inteligencia Financiera relaciona a Luis Videgaray con Genaro García Luna, el ex titular de Hacienda y de Relaciones Exteriores debe estar arrepentido de no haber quitado algunas decenas de millones de dólares a los medios para justificar la perdida por la venta de un avión que hoy no quiere ni Obama.
Un avión que, si no se vende —es, de hecho, invendible por ostentoso— deberá usarse en cualquier cosa, menos en trasladar al presidente López Obrador, un hombre sencillo que rechaza a los lujos.