Los aplausos son importantes en todas las actividades humanas. En especial, la aprobación del público es lo que más motiva a artistas y a dirigentes.
En la política, los aplausos —que se expresan sobre todo en las encuestas de popularidad— son todavía más necesarios que en las funciones de ópera.
El hombre y la mujer que gobiernan viven de sus estadísticas de aprobación. Si van en aumento, los y las líderes se fortalecen y continúan con sus proyectos. Pero si tales números empiezan a disminuir, por más vanidad que tengan, los y las gobernantes entienden que ha llegado el momento de retirarse.
Cuando la aprobación de Peña Nieto se derrumbó —por el reportaje de Carmen Aristegui de la casa blanca y, también, por la tragedia de los estudiantes de Ayotzinapa—, alguien me dijo que el entonces presidente quizá empezaba a decirse a sí mismo una expresión de Opiniones de un payaso de Heinrich Boll: “los aplausos fueron tan tenues que oí el sonido de mi decadencia”.
Aplausómetro
En el caso de Andrés Manuel el aplausómetro sigue en los niveles altos, pero una parte del público ya no aplaude e inclusive chifla como manifestación de repudio.
Con certeza el presidente López Obrador ha calculado que ello iba a ocurrir: sus transformaciones —por ejemplo, los programas sociales o el plan para desarrollar sobre todo el sureste de México— benefician al pueblo más pobre y no agradan a la gente con más recursos que quisiera una política económica distinta, esto es, más dirigida a fomentar la inversión privada productiva.
En algún momento, antes de las elecciones de 2018, el presiente AMLO buscó —y obtuvo— el aplauso de las clases medias y altas. Entendió que era la única manera de llegar al poder y trabajó para agradar a los grupos más conservadores o menos de izquierda.
Ya no necesita a la derecha, o al menos tal es el cálculo presidencial, porque piensa que ha operado con suficiente habilidad política como para solo gobernar con el aplauso de quienes aprueban sus proyectos de izquierda.
El problema está en los medios, que son influyentes y de los cuales la 4T se alejó. Lo que dicen contra el gobierno federal actual —todos los días, todo el día— impacta en el ánimo de los seguidores de Andrés Manuel.
Desde luego, la mañanera compensa bastante las críticas de columnistas, de gente influyente en redes sociales y de comentócratas de radio y TV, pero si al principio del sexenio la conferencia de prensa diaria igualaba el marcador y aun ponía adelante al equipo presidencial, ya no ocurre siempre así. Le están faltando al presidente López Obrador aliados potentes en la prensa.
Lo mejor y lo peor
No hay duda de que lo mejor y lo peor del gobierno de AMLO tiene que ver con el sector salud.
Lo más lamentable ha sido la estrategia para combatir la pandemia en el larguísimo año que pasó antes de que se desarrollaran las vacunas. El presidente López Obrador deberá aceptar que fue un gran error dejar algo tan serio en manos de un hombre frívolo que perdió el piso, Hugo López-Gatell.
Lo que más aplausos ha recibido, inclusive de parte de la derecha —sobre todo en la Ciudad de México— es la campaña de vacunación.
"Sí se puede reconquistar el reconocimiento de los peores rivales", es lo que seguramente pensó Andrés Manuel cuando escucho o leyó en los medios las palabras de sincero agradecimiento de críticos tan duros de la 4T como Carlos Alazraki o Ciro Gómez Leyva.
El hecho es que México avanza para llegar a una meta que hace unos meses se veía imposible de alcanzar: vacunar a la mayor parte de la población este mismo año.
Pero lo anterior no garantiza que Andrés Manuel recibirá el aplauso de todos; no es este un asunto de vanidad, sino de gobernabilidad: la aprobación la necesita el presidente de nuestro país para no complicar su trabajo, pero más falta le hace a México por la evidente conveniencia de que gobierne alguien con plena autoridad política y moral.
Hay una crisis que ya existe y que crecerá cuando la vacunación sea un éxito innegable, y no falta tanto tiempo para lograrlo.
Andrés Manuel debe leer varias veces el siguiente tuit de un médico muy crítico de la 4T, pero al mismo tiempo absolutamente objetivo y humanista —me consta el desinterés con el que atiende a todas las personas que le llaman buscando salidas al covid y a otros males—, el doctor Francisco Moreno Sánchez:
{username} (@DrPacoMoreno1) May 1, 2021
Si no se resuelve el desabasto de medicinas, cuando la vacunación logre sus principales metas, entraremos de lleno en otra crisis. Porque la guerra contra la enfermedad no se agotará una vez que el covid empiece a ir en retirada.
Dijo Susan Sontag que “la enfermedad se convierte en el enemigo contra el que la sociedad entera debe alzarse en pie de guerra”. Recordemos que covid es solo una de las numerosísimas enfermedades que atacan a las personas.
Así como Andrés Manuel atendió personalmente el abasto de vacunas —el mérito es de él y solo de él—, debe ya reflexionar acerca de por qué no hay medicinas en el mercado y cuál es la solución al problema.
Para un diagnóstico correcto, el presidente López Obrador deberá recurrir a gente de fuera de su gabinete. Sobran mexicanos y mexicanas con capacidad para entender rápidamente por qué no hay medicamentos y qué se debe hacer para adquirirlos y distribuirlos.
No sé si ello sea un reto menor o mayor comparado con la compra de vacunas y los planes para aplicarlas; de lo que estoy seguro es de que, si no aparecen rápidamente las medicinas que la gente demanda para curar sus enfermedades, el silencio o la ausencia de aplausos que se percibe en las tribunas de la derecha empezarán a sentirse en las localidades más numerosas de izquierda.
Y, ya sabemos, sin aplausos al gobernante se le complica gobernar. Está lejos de que llegue la situación al extremo de que AMLO se dijera a sí mismo: “los aplausos fueron tan tenues que oí el sonido de mi decadencia”. Pero no debe permitir ni siquiera acercarse a esa posibilidad.
México lo necesita con una aprobación alta para que resuelva los problemas. Y uno muy serio, Andrés Manuel lo admitirá, es la escasez de medicinas, que ya sabemos se originó porque se combatió la gran corrupción en el sector salud —los distribuidores de medicamentos han recurrido al sabotaje.
Eso es verdad, pero a la gente le ha dejado de importar de quién es la culpa: lo que la sociedad quiere son remedios para sus males y estos no se ven en los anaqueles de las farmacias ni privadas ni públicas.