Se puede, se debe cuestionar a quienes gobiernan. Es un derecho de cualquier ciudadano, evidentemente. Pero en el caso de los periodistas con frecuencia llega a ser una obligación.
Desde luego, nadie está obligado a ser objetivo al juzgar la actuación de los funcionarios. Es decir, no viola la ley el o la columnista que cuestiona a los y las gobernantes por evidentes intereses políticos.
Ante la actual emergencia sanitaria y económica en la Ciudad de México resulta simple y sencillamente natural exigir un mejor trabajo a quienes ocupan los principales cargos públicos.
Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la capital mexicana, lógicamente está en el centro de las críticas.
Pero hay de críticas a críticas…
Algunas, la mayoría, parten de una sana intención del o la periodista: colaborar en el proceso de que las cosas cambien para bien.
Hay otros cuestionamientos —pocos, pero muy destacados no por su buen análisis, sino por la estridencia y la mala fe de sus autores— inspirados y guiados en lo único que no necesitamos en estos momentos, la politiquería ¡de cara a las elecciones presidenciales de 2024!
Voy a analizar dos casos de grilla contra la doctora Sheinbaum, ambos publicados en El Financiero, pero antes diré que todas las críticas a la jefa de gobierno, tanto las serias y con ganas de ayudar como las basadas en la peor perversidad, bien vistas coinciden en un punto: Claudia quiso hacer las cosas correctamente, esto es, llevar a tiempo al color rojo el semáforo epidemiológico de la Ciudad de México, pero las autoridades federales, en mi opinión mal dirigidas por Hugo López-Gatell, no se lo permitieron.
¿Podía Claudia Sheinbaum establecer el rojo solo en la CDMX, es decir, sin que lo hicieran entidades conurbadas, como el Edomex gobernado por Alfredo del Mazo? Sin duda pudo haberlo hecho, pero habría sido absolutamente inútil.
Toda la comentocracia reconoce lo anterior. Y a partir de ahí se desarrollan argumentos tanto para ayudar a la jefa de gobierno y a la ciudad señalando errores, que siempre los hay, como para tratar de destruirla políticamente para que llegue sin fuerza a la sucesión presidencial.
Dos casos recientes de perversidad periodística me han llamado la atención: las columnas de Alejo Sánchez Cano, ayer en El Financiero, y de Raymundo Riva Palacio, hoy en el mismo diario. Ambos articulistas golpean con saña, y los dos evidentemente —así lo admiten ellos mismos— para tratar de restarle posibilidades en el 2024 a Claudia Sheinbaum.
La verdad de las cosas es que solo a personas realmente obsesionada con el poder puede importarles, en un contexto de hospitales saturados, el proceso electoral presidencial que está a años de distancia.
Ayer el señor Alejo Sánchez Cano —quizá un seudónimo de algún directivo de El Financiero— dijo lo siguiente en su artículo ‘No puede Sheinbaum’:
“La envidiable posición con la que arrancó Claudia Sheinbaum al inicio del sexenio, respecto a la sucesión presidencial, ya que era la favorita de Andrés Manuel López Obrador, se ha ido diluyendo con el paso del tiempo, en virtud de que no ha podido, ya no digamos revertir, sino atenuar los acuciantes problemas por lo que atraviesa la capital del país”.<br>
Alejo Sánchez Cano, El Financiero
Por su parte, Raymundo Riva Palacio ha publicado este 12 de enero de 2021 ‘La crisis de la regenta’ con tesis bastante parecidas a las de Sánchez Cano. Por cierto, Riva Palacio se repite: el 09/10/2019 había publicado también en El Financiero ‘La regenta Claudia’. Lo de regenta tiene que ver con una de las acepciones de la palabra: persona encargada de un establecimiento, es decir, que gobierna no con autonomía, sino siguiendo las instrucciones del presidente de México. Desde luego no es así: Sheinbaum administra la CDMX con base en su criterio, pero entendiendo con realismo que algunas acciones, como las sanitarias, de nada servirán si no las aplica bien coordinada con el poder ejecutivo federal y también con otros gobernadores.
El columnista de El Financiero lo reconoce, pero da a los hechos una explicación tan politiquera que perjudica a la comunidad que le lee en vez de ayudar a la ciudad a salir de un serio problema:
“La jefa de gobierno capitalina se ganó a pulso las crisis. La jefa de gobierno se alarma, se desespera, quiere hacer cosas diferentes, pero no la dejan. Ese sometimiento no la hace ser una jefa de gobierno real, sino una regenta que administra la capital federal de acuerdo con los deseos y las órdenes de López Obrador. Será ella, no su jefe el Presidente, quien pagará los costos de esta crisis múltiple que enfrenta, que le dejará también una marca de peón indeleble que cargará hasta 2024, en la definición de la sucesión presidencial”.<br>
Raymundo Riva Palacio, El Financiero
¿Se ganó a pulso la crisis la persona que, nos consta, más ha intentado darle un rumbo correcto a la respuesta gubernamental a la pandemia de covid? En el peor de los casos para Sheinbaum, está pagando culpas de la estrategia federal, tal como por lo demás se lee en todas las críticas que se le hacen, las de buena y las de mala fe.
¿Utilizar con fines futuristas una crisis gravísima de hospitalizaciones en la Ciudad de México? Además de una vulgaridad, ello representa el más triste ejemplo de la miseria del periodismo.
Para salir del terrible problema, todos vamos a tener que colaborar. De mucha ayuda será el comprometernos a no estorbar con politiquería barata que en este momento no viene al caso.