Plácido Garza, colaborador de SDP Noticias, ha escrito que en alguna conferencia celebrada en Monterrey, el ex secretario de Economía federal Ildefonso Guajardo mencionó que él usa la estrategia de la “vaca morada”. Como no entendí qué es eso, acudí a Google. No encontré ninguna vaca morada, pero sí numerosas referencias a “vacas púrpuras” o a una sola “vaca púrpura”, la del libro —famoso entre mercadólogos y vendedores— de Seth Godin, supuestamente un gurú del marketing.
No existe una vaca púrpura —o morada, que es casi el mismo color—, así que si una aparece por ahí llamará poderosamente la atención, es decir, se distinguirá entre todas las otras del rancho.
En tiempos de súper abundancia de productos y con medios de comunicación rebasados —los tradicionales anuncios cada día impactan menos en el ánimo de los consumidores—, es la diferenciación de las mercancías lo único capaz de lograr que la gente se interese en las mismas.
Está en crisis la Lotería Nacional, una entrañable institución mexicana. Por ese motivo los expertos han recomendado su liquidación.
Con ventas cada día menores, desde hace años la Lotería solo ha servido para que sus directores hagan relaciones públicas poniendo en los cachitos fotos de personas o empresas con las que quieren quedar bien, inclusive periodistas y medios de comunicación.
La imposibilidad de vender el avión que no tenía ni Obama no fue aceptada por Andrés Manuel como una derrota, sino como una oportunidad para salvar a la Lotería Nacional.
El país entero se acordó de que la Lotería sigue existiendo cuando AMLO anunció que iba a rifar en cachitos de 500 pesos la lujosa aeronave que compró Calderón y solo disfrutó Peña Nieto.
El avión presidencial se transformó en la vaca morada que la Lotería Nacional necesitaba para volver a estar en el ánimo de la sociedad mexicana.
Más allá de la opinión de los críticos a los que, diría Peña Nieto, ningún chile les acomoda —primero criticaban que se rifara el avión y ahora se quejan de que solo se va a rifar dinero equivalente al valor comercial de la aeronave—, lo cierto es que la nación está ante la gran oportunidad de rescatar una institución histórica que no merecía estar en terapia intensiva y ya casi a punto de entrar a un proceso de eutanasia.
En lo que sigue, jugarán un papel fundamental tres actores de la vida pública mexicana: (i) medios de comunicacíón, (ii) redes sociales y (iii) grandes empresarios.
Si la publicidad no le servía —o le ayudaba muy poco— a la agonizante Lotería, ya en forma de vaca morada o púrpura se beneficiará bastante del tradicional marketing, tanto en medios como en redes.
Los empresarios, por su parte, si compran cachitos por miles para repartirlos como prestación laboral entre sus empleados, realmente contribuirán a que vuelva a tener vida la Lotería que estuvo en el abandono —e inclusive en las garras de la corrupción— durante décadas.