“No soy violador ni acosador ni misógino. Quienes me conocen en lo personal y lo profesional, lo saben. Interpreto personajes, soy actor”.  Lo dijo Víctor Trujillo en Twitter:

La nota de SDP Noticias afirma que a Trujillo le molestaron numerosos tuits en su contra, sobre todo uno de Epigmenio Ibarra:

Trujillo sin duda es actor, pero no interpreta personajes —no en plural—. En realidad, desde hace años interpreta a un solo personaje: Brozo, un payaso machista.

No conozco en lo personal al señor Trujillo, así que no puedo juzgar si en su vida privada es tan machista o misógino como lo ha sido en la TV. Voy a creer en lo que han dicho de él, en Twitter, dos personas que lo conocen: José Ramón Fernández y Lilly Téllez. El popular comentarista deportivo afirma que Víctor Trujillo es “un excelente ser humano”. La senadora, quien lo trató en TV Azteca cuando ella era periodista, sostiene que el actor “es un caballero”.

Lo que no dijeron la señora Téllez y el señor Fernández es qué piensan de Brozo. Se abstuvieron de opinar quizá por pena, ya que el comportamiento del personaje principal de don Víctor Trujillo ha sido invariablemente machista.

Hace días vi una película de Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Andrés Soler y Rebeca Iturbide, Los tres alegres compadres. Es una comedia misógina en la que Negrete, Arméndariz y Soler interpretan a machos parranderos que piropean a las mujeres rancheras, entre carcajadas, comparándolas con vacas y yeguas. Pero no van mucho más allá de tal estupidez.

Lo curioso es que en el pueblo de Magdalena, Jalisco —en el contexto de una animada feria de rancho— a los tres machos los hace tontos una mujer de ciudad, a quien no le faltan al respeto: la señora Iturbide, más lista que ellos, desde luego.

Brozo, en la TV, durante muchos años hizo cosas peores que piropear mujeres con pésimas comparaciones rancheras: el payaso hoy devenido en politólogo, como ha dicho la feminista Estefanía Veloz, hizo mucho daño a la sociedad mexicana por “la hipersexualización” de los cuerpos femeninos —algo que no se ve en las películas de Jorge Negrete— y por “los tocamientos que rayaban en el abuso”; el Charro Cantor tampoco caía en la vulgaridad de los tocamientos abusivos.

De ninguna manera cabe justificar el machismo de 1952, año del estreno de la película Los tres alegres compadres, que quizá las televisoras deberían editar, como muchos otros filmes de aquella época, naturalmente con la asesoría de feministas. Recursos tecnológicos sobran para hacerlo. Pienso que es una manera de que no se terminen prohibiendo películas que sin su contenido machista son muy buenas.

Pero si Negrete viviera se defendería con un argumento menos bobo que el de Brozo (“soy actor, interpreto personajes”). Tal vez diría: “Pido perdón y acepto cualquier castigo, pero esos eran los valores de la época que me tocó vivir”.

En una época diferente, ya bien establecida la necesidad de combatir la misoginia, Víctor Trujillo interpretó al personaje Brozo, un macho muchísimo más vil que cualquiera de los tres compadres parranderos de la película de 1952.

Tiene razón la señora Veloz: por haber dado vida a Brozo, Trujillo “es un cómplice de la violencia (contra las mujeres) que vivimos”.

Otra diferencia. Si a Negrete, a Arméndariz y a Soler se les exigía que se vieran en las películas como “machos entre los hombres machos” —creo que esta es una frase de Negrete en otro filme—, a Brozo los ejecutivos de la TV le dieron toda la libertad para desarrollar su personaje como se le pegara la gana. Es decir, si él ponía pies para arriba a mujeres semidesnudas en sus programas, se trataba de una decisión del creador del payaso, don Víctor Trujillo, a quien eso seguramente le parecía gracioso y además una garantía de rating.

El señor Trujillo debe aceptar su responsabilidad, entender que son justas las críticas que recibe y pedir mil veces perdón por haber fomentado durante tantos años la peor cultura machista que está detrás de la violencia contra las mujeres.