Para entender las cosas hay que definirlas con la mayor precisión posible. La expresión “pueblo” tiene cinco significados:

'Pueblo'<br>1. Ciudad o villa.<br>2. Población de menor categoría.<br>3. Conjunto de personas de un lugar, región o país.<br>4. Gente común y humilde de una población.<br>5. País con gobierno independiente.<br>

Diccionario de la lengua española

¿Cuál de tales acepciones utiliza la más columna Bajo Reserva, sin duda la más importante de El Universal, cuando este domingo afirma que “el pueblo bueno y sabio no obedeció las medidas sanitarias”, es decir, que ha crecido la pandemia del Covid-19 en México porque una proporción importante de los ciudadanos no ha acatado el confinamiento sugerido por la autoridad?

Evidentemente, la cuarta acepción es la usada en Bajo Reserva: no hay duda de que en tal escrito de opinión que no firma nadie en particular —ahí se lee que ha sido redactado por “periodistas de El Universal, es decir, por la dirección del diario—, la palabra “pueblo” significa “gente común y humilde de una población”.

Solo alguien incapaz de leer correctamente los periódicos no entendería que existe la intención de burlarse de alguien o algo al añadir los adjetivos “bueno” y “sabio” al vocablo “pueblo” en el contexto de un —supuesto o real, para el caso es lo mismo— comportamiento social inadecuado, negativo o condenable.

Queda claro que El Universal pretende hacer mofa de una de las tesis principales del presidente López Obrador: que la gente, especialmente la de menores recursos económicos, no suele cometer errores. “Tonto es el que piensa que el pueblo es tonto”, dice Andrés Manuel en la mayoría de sus discursos.

El Universal, entonces, celebra que “el pueblo bueno y sabio” se equivoque. El festejo obedece a que la pretendida mala actuación de la gente de abajo sirve para cuestionar con un chiste clasista a AMLO, a quien ven como enemigo porque, así lo pienso, esa empresa —como todas las de la industria mediática: ninguna puede presumir otra cosa—, ha perdido ingresos con el gobierno de la 4T.

No es la primera vez que alguien, en los medios, se burla del “pueblo bueno”. De hecho, los críticos del presidente de México lo hacen con frecuencia desde 2006. Recuerdo haber leído ese año a mi amigo Ciro Gómez Leyva, cuando colaboraba en Milenio, ironizar en tal sentido.

Muchas personas, en efecto, no han respetado el aislamiento. Pero las razones para no haberlo hecho no son las mismas en todos los estratos sociales. La gente de clase media y alta que organiza fiestas en sus domicilios o en sus casas de playa o en sitios turísticos montañosos, como Valle de Bravo, en el Estado de México, lo hace por irresponsable. Pero los pobres obligados por la dura necesidad económica a salir al mercado público o a vender sus mercancías en las calles, lo hacen simple y sencillamente para comer.

Por cierto, en un número importante de hogares privilegiados se ha motivado a las asistentes de limpieza y cocina a acudir a trabajar, quizá justificadamente —hay familias con enfermos y ancianos muy necesitadas de apoyo—, lo que se ha hecho con dos argumentos: (i) el miserable, que es el de no pagar el día no trabajado; (ii) el correcto, incrementado el salario.

¿Cuántos directivos de diarios o columnistas de altos ingresos —de esos que se ríen del “pueblo bueno”, y no acuso a nadie en especial, mucho menos a Ciro—, por las razones adecuadas han tenido durante toda la cuarentena ayuda doméstica?

No hay más gente comerciando en las avenidas de nuestras ciudades porque, afortunadamente, el gobierno de Andrés Manuel ha sido eficaz al incrementar el gasto en los programas sociales para que las personas de menores ingresos tengan un mínimo para mantenerse.

Está bien como explicación al incremento en los contagios decir que ha sido difícil el aislamiento, pero lo menos que podría agregarse al argumento es una precisión: que si bien una minoría rompió la cuarentena por frivolidad, muchos pobres no han podido quedarse en casa porque la inactividad los condena al hambre en un país profundamente desigual como México.

Quedarse en solo criticar en tono de burla al “pueblo bueno y sabio” es algo de plano inmoral, sobre todo si lo realizan periodistas perfectamente informados de la situación de pobreza que afecta a millones de personas en nuestra sociedad.

Por lo demás, es deseable que los programas sociales del presidente López Obrador no se detengan y hasta crezcan, y a nivel municipal o estatal, con la ayuda del gobierno federal, que se financien proyectos para que la gente pobre siga trabajando garantizando un mínimo de protección contra al coronavirus.